Valeria regresó a casa esa noche con la cabeza dando vueltas, como si un torbellino de emociones hubiera decidido anidar en su mente. La cena con Kyril había sido... inesperada, por decir lo menos. No solo había sido agradable, sino que también había sido reveladora. Descubrió que, detrás de esa fachada seria y distante, Kyril Drakos era un hombre con una vida interior más compleja de lo que ella había imaginado. Sus palabras, sus gestos, incluso la manera en que la miraba cuando creía que ella no lo notaba, todo parecía esconder algo más profundo. Y ahora, con sus frases aún resonando en su mente, no podía evitar preguntarse si las mellizas habían tenido más que ver con esto de lo que estaban dispuestas a admitir.
Al abrir la puerta de su casa, se encontró con las mellizas sentadas en el sofá, mirándola con miradas de expectación que no podían ocultar. Mía y Lilí, sus hijas, eran como dos pequeñas fuerzas de la naturaleza, siempre metidas en todo, siempre planeando algo. Y esa noche, sus sonrisas eran demasiado amplias, demasiado inocentes, como si supieran algo que ella no.
—¡Mamá! —exclamó Mía, saltando del sofá como un resorte—. ¿Cómo te fue? ¿Qué pasó? ¿Te divertiste?
—Sí, mamá —añadió Lilí, siguiendo a su hermana con esa sincronía que solo las mellizas podían tener—. ¿El señor Drakos fue amable? ¿Te invitó a cenar en un lugar bonito?
Valeria las miró con una mezcla de exasperación y cariño. Sabía que esas dos no podían quedarse quietas, pero esta vez sentía que habían ido un paso más allá.
—Ustedes dos tienen algo que ver con esto, ¿verdad? —preguntó, cruzando los brazos y levantando una ceja en señal de interrogación.
—¿Nosotras? ¡Jamás! —dijeron las mellizas al unísono, pero sus sonrisas eran tan amplias que parecían estallarles en la cara.
Valeria suspiró y se dejó caer en el sofá, dejando que las mellizas se acercaran como dos pequeños huracanes de energía.
—Bueno, si quieren saber, la cena fue... interesante —dijo finalmente, eligiendo sus palabras con cuidado—. El señor Drakos no es exactamente como pensaba.
—¿Ah, no? —preguntó Mía, sentándose a su lado y mirándola con esos ojos curiosos que siempre parecían estar buscando respuestas—. ¿Qué hizo? ¿Te dijo algo lindo?
—Bueno, hablamos de muchas cosas —dijo Valeria, tratando de ser vaga, aunque sabía que las mellizas no se conformarían con tan poco—. Y parece que él... bueno, tal vez no sea tan serio como parece.
Las mellizas intercambiaron una mirada de triunfo, como si hubieran ganado una batalla secreta.
—¡Lo sabíamos! —exclamó Lilí, saltando de emoción—. Él es perfecto para ti, mamá. Solo necesitaba un pequeño empujón.
—Un empujón que ustedes dos le dieron, ¿verdad? —preguntó Valeria, levantando la ceja de nuevo, esta vez con un tono más acusatorio.
—Bueno... —dijo Mía, jugueteando con el borde de su vestido como si fuera la culpable más inocente del mundo—. Tal vez le dijimos unas cuantas cosasitas. Pero fue por una buena causa.
Valeria sacudió la cabeza, pero no pudo evitar sonreír. Esas dos eran incorregibles, pero también eran su mayor alegría.
—Ustedes dos son imposibles. Pero... gracias. Creo.
Las mellizas sonrieron, satisfechas con su trabajo. Sabían que su plan estaba funcionando, pero también sabían que no podían bajar la guardia. Todavía había mucho por hacer.
Al día siguiente, en la oficina, las cosas eran un poco diferentes. Valeria notó que Kyril la miraba de manera distinta, con una sonrisa leve pero constante que no había visto antes. Era como si algo hubiera cambiado entre ellos, algo sutil pero innegable. Y aunque trataba de mantener la profesionalidad, no podía evitar sentirse un poco nerviosa cada vez que él se acercaba a su escritorio.
—Valeria —dijo él en un momento dado, apoyándose en su escritorio con esa elegancia natural que siempre lo caracterizaba—, ¿tienes un momento? Quiero discutir algo contigo.
—Claro —dijo ella, levantándose y siguiéndolo a su oficina, tratando de ignorar el ligero temblor en sus manos.
Una vez dentro, Kyril cerró la puerta y se sentó frente a ella. El ambiente en la habitación era tenso, pero no incómodo. Era como si algo importante estuviera a punto de suceder.
—He estado pensando en nuestra conversación de anoche —dijo, mirándola directamente a los ojos con una intensidad que la hizo contener la respiración—. Y creo que es hora de que demos el siguiente paso.
Valeria parpadeó, sorprendida.
—¿El siguiente paso? —preguntó, tratando de mantener la calma, aunque su corazón latía con fuerza.
—Sí —dijo él, sonriendo con esa seguridad que siempre la desconcertaba—. Quiero que lideres el nuevo proyecto de expansión de la empresa. Es una gran responsabilidad, pero sé que puedes manejarlo.
Valeria se relajó un poco, aunque no pudo evitar sentir una pequeña decepción. ¿Había esperado algo más? ¿Algo más personal, tal vez?
—Eso suena... increíble —dijo finalmente, tratando de sonar entusiasta—. Gracias por la oportunidad.
—No tienes que agradecerme —dijo él—. Te lo has ganado. Y, Valeria...
#226 en Novela romántica
#115 en Chick lit
#papádeensueños #romancemoderno, #amoryfamilia #búsquedadepapá, #amorysecretos #historiadeamor
Editado: 21.06.2025