En Busca de un Papá

Capítulo 21

La tensión en la mansión alcanzaba un punto crítico. La llegada de Sofía, una figura del pasado que Kyril creía enterrada para siempre, había desencadenado una serie de eventos que amenazaban con destruir todo lo que él había construido con Valeria. Mientras Kyril se debatía entre su lealtad a su familia y las sombras de su pasado, Valeria, por su parte, sentía que el suelo bajo sus pies comenzaba a resquebrajarse. Las mellizas, Mía y Lilí, aunque inocentes, percibían la atmósfera cargada de inquietud y no podían evitar preguntarse qué estaba sucediendo.

En el hotel, Sofía esperaba en la suite con una elegancia calculada. La habitación estaba impecable, con cortinas pesadas que apenas dejaban pasar la luz del atardecer. Sofía sostenía una copa de vino tinto, sus uñas perfectamente manicuradas brillaban bajo la tenue luz. Cuando Kyril entró, ella lo recibió con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, una sonrisa que Kyril conocía demasiado bien. Era la sonrisa de alguien que sabía que tenía el control.

—¿Qué es lo que realmente quieres, Sofía? —preguntó Kyril, cerrando la puerta detrás de él con un golpe seco.

Sofía se acercó lentamente, como si estuviera disfrutando cada paso. Su vestido negro se ajustaba perfectamente a su figura, y cada movimiento suyo parecía diseñado para intimidar.

—Ya te lo dije, Kyril. Quiero lo que me prometiste. O, si no, tal vez Valeria debería saber cómo terminó nuestra relación la última vez —respondió, con una voz suave pero cargada de amenaza.

Kyril sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que Sofía no estaba jugando. Ella tenía información que podía destruir su relación con Valeria, y no dudaría en usarla si no obtenía lo que quería.

—No puedes hacer esto —dijo Kyril, con voz firme, aunque en el fondo sentía que el piso se movía bajo sus pies—. Lo nuestro terminó hace años. No tienes derecho a venir ahora y arruinar mi vida.

Sofía rió suavemente, como si sus palabras fueran ingenuas.

—Oh, Kyril, siempre tan idealista. Pero la vida no funciona así. Tú me debes, y no voy a irme hasta que saldes tu deuda.

Kyril respiró hondo, tratando de mantener la calma. Sabía que Sofía no era alguien que se conformara con dinero, pero aún así lo intentó.

—¿Qué es lo que quieres exactamente? Dinero, ¿es eso? Te lo daré, pero déjame en paz.

Sofía lo miró con una expresión que mezclaba desprecio y diversión.

—Dinero, Kyril, es lo de menos. Lo que quiero es que cumplas tu promesa. Quiero que vuelvas conmigo. Sabes muy bien por qué nos separamos hace muchos años.

Kyril se quedó sin palabras. No podía creer lo que estaba escuchando. Sofía no solo quería dinero o venganza; quería recuperar lo que alguna vez habían tenido, o al menos lo que ella creía que habían tenido.

—Eso es imposible, Sofía. Tengo una vida ahora, quiero una familia y la he encontrado. No puedo simplemente dejarlo todo.

Sofía se acercó aún más, hasta que su rostro estuvo a solo unos centímetros del de Kyril. Su perfume, intenso y embriagador, lo envolvió, recordándole un pasado que había tratado de olvidar.

—¿Y qué pasa si Valeria descubre la verdad? ¿Crees que seguirá a tu lado si sabe lo que hiciste?

Kyril cerró los ojos, sintiendo el peso de su pasado sobre sus hombros. Sabía que Sofía tenía razón. Si Valeria descubría la verdad, todo se derrumbaría. Su relación, su familia, todo lo que había construido con tanto esfuerzo.

—No lo hagas, Sofía —suplicó—. Por favor.

Sofía sonrió, sabiendo que había ganado.

—Entonces, haremos un trato. Tienes una semana para decidir. O vuelves conmigo, o le cuento todo a Valeria. La elección es tuya.

Kyril no supo qué decir. Se sentía atrapado en una red de la que no podía escapar. Con un nudo en el estómago, asintió lentamente.

—Está bien —dijo, con voz temblorosa—. Pero déjame pensar.

Sofía sonrió, satisfecha.

—Una semana, Kyril. No me hagas esperar más.

Mientras tanto, en casa, Valeria no podía dormir. La visita de Sofía la había dejado con más preguntas que respuestas. Sabía que Kyril le estaba ocultando algo, y no podía evitar sentir que su relación estaba en peligro. Las mellizas, aunque no entendían completamente lo que sucedía, notaban la tensión en el aire.

—Mamá, ¿por qué estás triste? —preguntó Mía, acurrucándose junto a Valeria en el sofá.

Valeria la abrazó, tratando de encontrar consuelo en su hija.

—No estoy triste, cariño. Solo estoy pensando en algunas cosas.

Lilí, que estaba sentada en el suelo jugando con sus muñecas, levantó la vista.

—¿Es por Kyril? —preguntó, con su típica franqueza.

Valeria suspiró, sin saber cómo responder.

—No lo sé, Lilí. Solo espero que todo salga bien.

Al día siguiente, Kyril fue a la mansión de su abuelo, con el peso del mundo sobre sus hombros. Sabía que tenía que tomar una decisión, pero no podía imaginar cómo salir de esa situación sin lastimar a alguien. Su abuelo lo esperaba en la sala, con una expresión que mezclaba preocupación y determinación.




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