En Busca de un Papá

Capítulo 24

El sol de la mañana apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando Kyril despertó con un sobresalto. Había soñado con Sofía, con su sonrisa fría y sus palabras envenenadas. Respiró hondo, intentando calmar el latido acelerado de su corazón. A su lado, Valeria dormía profundamente, agotada por la tensión de la noche anterior.

Kyril se levantó en silencio y se dirigió a la cocina. Necesitaba pensar, necesitaba un plan. Sabía que Sofía no se detendría con simples amenazas. Si había recurrido al chantaje, era porque estaba desesperada… o porque tenía algo más grande entre manos.

Mientras preparaba café, escuchó pasos suaves detrás de él. Era Lilí, la más reservada de las mellizas, observándolo con esos ojos grandes que parecían verlo todo.

—¿No pudiste dormir? —preguntó la niña en un susurro.

Kyril le sonrió, aunque el gesto no llegó a sus ojos.

—Demasiadas cosas en la cabeza, pequeña.

Lilí se acercó y, para su sorpresa, tomó su mano.

—No dejes que esa mujer te lastime —dijo con una firmeza inusual—. Tú eres bueno con nosotras. Con mamá. Eso es lo que importa.

Kyril sintió un nudo en la garganta. A veces olvidaba cuán perceptivas podían ser las mellizas.

—Gracias, Lilí —musitó—. Pero esto es complicado.

—Lo sé —respondió ella—. Pero Mía y yo también podemos ayudar.

Kyril iba a protestar cuando el timbre del teléfono lo sobresaltó. Era un número desconocido. Con un mal presentimiento, respondió.

—¿Kyril? —La voz al otro lado era áspera, masculina—. Tenemos que hablar. En persona.

—¿Quién es usted? —preguntó Kyril, tenso.

—Alguien que conoce muy bien a Sofía. Y que sabe lo que realmente quiere de ti.

Kyril apretó el teléfono. ¿Era una trampa? ¿O una oportunidad?

—¿Dónde? —preguntó finalmente.

—El café de la esquina de la empresa. Una hora. Ven solo.

La llamada se cortó. Kyril miró a Lilí, cuya expresión ahora reflejaba preocupación.

—¿Qué pasa? —preguntó la niña.

—Nada —mintió Kyril, aunque sabía que no podía ocultarles todo por mucho tiempo—. Solo un asunto que debo resolver.

Mientras se vestía, su mente no dejaba de dar vueltas. ¿Quién era ese hombre? ¿Un aliado de Sofía? ¿O alguien dispuesto a traicionarla?

Valeria apareció en la puerta del baño, el cabello revuelto y los ojos aún pesados por el sueño.

—¿Adónde vas tan temprano? —preguntó, arqueando una ceja.

Kyril dudó. No quería preocuparla más, pero tampoco podía mentirle otra vez.

—Recibí una llamada. Alguien que dice conocer los planes de Sofía.

Valeria palideció.

—¿Y vas a ir? Podría ser peligroso.

—Lo sé —admitió Kyril—. Pero necesitamos información. No podemos seguir a ciegas.

Valeria se acercó y le tomó la cara entre sus manos.

—Ten cuidado —susurró—. Si sospechas que es una trampa, te vas. ¿Entendido?

Kyril asintió y selló su promesa con un beso.

Al salir de la casa, el aire frío de la mañana lo golpeó en el rostro. Se dirigió al café que estaba a solo unas cuadras de la empresa, pero cada paso que daba lo llenaba de más inquietud.

Al entrar, escaneó el lugar. En una mesa del fondo, un hombre de traje oscuro lo esperaba. Era alto, con rasgos marcados y una mirada calculadora. Kyril nunca lo había visto antes.

—Kyril —dijo el hombre, señalando la silla frente a él—. Siéntate.

Kyril no se movió.

—Primero dime quién eres.

El hombre esbozó una sonrisa fría.

—Me llamo Dante. Y hasta hace poco, Sofia era mi amante.

Kyril frunció el ceño.

—¿Y por qué querrías ayudarme?

Dante tomó un sorbo de su café antes de responder.

—Porque Sofía me traicionó. Y porque lo que está planeando no solo te afectará a ti, sino a mi también.

Kyril se sentó lentamente, los sentidos en alerta.

—Habla.

Dante inclinó el cuerpo hacia adelante, bajando la voz.

—Sofía no solo quiere dinero. Quiere arruinarte. Se que ella no perdió ningún hijo tuyo cuando eran joven, Sofía mintió en ello, para fugarse conmigo. Ella siempre ha sido mi amante, pero me ha traicionado vilmente. Me robó, hasta robó a mi familia.

Kyril sintió que el suelo se movía bajo sus pies.

—Pense que en verdad era padre yo le dije que estaba de acuerdo en que aportará, y después de eso me fui de mi país —murmuró.

—Claro te entiendo, pero ella miente y seguirá mintiendo —dijo Dante —. Pero eso no importa. Quiero que hablemos con ella hoy para desenmascarar la.

—¿Por qué me estás diciendo esto? —preguntó Kyril, desconfiado.




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