Me dolió la cabeza al absorber muy rápido la limonada que me estaba tomando. Tumbada boca abajo en una tumbona de la cubierta dejé el vaso en el suelo y recosté la cabeza en mis brazos. Spencer se encontraba en la otra punta de la cubierta, con gafas de sol y cara de no estar disfrutando de su luna de miel gracias a mí.
Me arrepentía de subirme en el crucero. Habría sido más fácil quedarme en el piso de Lidia o buscar un hotel hasta que estuviera resuelto el tema del suelo de mi piso.
— ¿Te pongo crema? — Me sorprendió Carson, parándose en mi campo de visión.
Levanté la mirada. Traía el bote de crema solar que había ido a buscar a la habitación.
— Sí, por favor. — Le pedí y me incorporé un poco para bajar los tirantes de mi bañador.
Volví a tumbarme con cuidado de no enseñar lo que no quería.
— Que provocadora. — Dijo Carson, acompañado de una risa.
— No quiero tener en la espalda las marcas de los tirantes.
Me acomodé, observando que Spencer se había incorporado en la tumbona y miraba en nuestra dirección. Carson debió de verlo también, pues bromeó.
— Nos van a acusar otra vez de hacer cosas sucias.
Lo miré a él y le sonreí.
— Ponte encima, podrás juntar mejor la crema.
No solo era eso. Sentía una especie de gratificación, ya que, por mucho que lo intentara, Spencer no podía ocultar lo mucho que le molestaba que yo hubiera pasado página.
— Claro. — Carson sonrió con picardía. — No quiero dejar parte de tu piel sin proteger de los rayos del sol. — Se subió encima de mí y me agarró la cabeza para hacerme girarla en la otra dirección. — Por allí hay mejores vistas. — Me susurró al oído y me dio un beso en la mejilla.
Luego sentí la crema fría en la espalda y el cálido tacto de sus perfectas y musculosas manos.
— Me pregunto…
— ¿El qué? — Carson me comenzó a masajear para extender la crema, hundía sus dedos y me provocaba sensaciones únicas. — ¿Cómo soy tan bueno haciendo esto?
— No. — Apreté con mis manos la toalla que usaba para apoyar los brazos y la cabeza. — Lo que me preguntaba es si todo en ti es tan grande.
Cuando las manos de Carson pararon, sentí pudor por lo que había dicho. No era una adolescente para ir diciendo ese tipo de cosas.
— Ramona. — Me llamó Carson al oído.
— ¿Sí?
— Si quieres comprobarlo por ti misma estoy dispuesto a ello. — Sus dientes mordieron el óvulo de mi oreja y mi corazón explotó.
No me atreví a decir nada más en lo que Carson terminó de ponerme la crema y pude ver su sonrisa pícara cuando ocupó la tumbona de al lado.
«Me muero de la vergüenza», pensé y giré la cabeza en la dirección contraria.
Descubrí que Spencer no había parado de mirar. Pero en ese momento ya no me importaba él y sus inentendibles celos. Estaba claro que Carson quería algo más que amistad conmigo y yo también lo quería.
— Carson. — Lo llamé y lo miré.
Él mismo se ponía crema en el cuerpo y sonrió al verme casi babear.
— ¿Me quieres ayudar? — Me preguntó. — No me llego a la espalda.
No dije nada. Quería ayudarlo, obviamente. Me subí primero el bañador y me levanté. Carson me extendió el bote de crema y lo vi mirar en dirección a Spencer.
— Ignora que está allí. — Le pedí.
— Lo que hace se puede llamar acoso. — Habló molesto.
— Carson. — Me senté en la misma tumbona y agarrándolo de la cara lo besé en los labios. Él sonrió después del beso. — ¿Mejor?
— Sigue siendo un incordio que no deje de vigilarte.
— No me vigila. Solo no soporta que los dos estemos a bordo del barco. — Me puse de rodillas y me moví para colocarme a su espalda. — Es tan ancha y sexi… — Susurré y apoyé la barbilla en el hombro de Carson, agarrando el bote de crema solar que él tenía en la mano. — Estoy disfrutando mucho de estar contigo aquí. Gracias por salvarme de hacer el ridículo.
— Yo también lo estoy disfrutando no sabes cómo, Ramona. — Confesó, agarrando mi mano para que no abandonara la posición en la que me encontraba. — Estoy descubriendo que me gustas como mujer, no solo como amiga. — Se giró para mirarme, por lo que alejé mi barbilla de su hombro. — Sigamos viéndonos cuando el viaje acabe. — Puso su mano en mi nuca y me plantó un efusivo beso en los labios.
— Estoy flotando en una nube. Tiene que ser un sueño. — Susurré en sus labios después del beso.
Carson se rió y me dio un tierno pellizco en la mejilla.
— Si duele no es un sueño. — Dijo y me acarició con el pulgar allí donde pellizcó.
— Hablemos. — Escuché entonces, y al mirar vi a Spencer junto a nosotros.
Se había quitado las gafas de sol y tenía los ojos irritados.
— Estamos ocupados ahora mismo. — Contestó Carson por mí.
— Me la suda. — Spencer me observó serio.
Estaba esperando que dejara todo solo para ir con él. No estaba dispuesta.
— Carson tiene razón. Estamos ocupados. — Dije y miré alrededor, luego al marido de mi prima. — Vete antes de que todos te vean y empiecen a hablar. A Charlotte no le gustará.
Carson colocó una mano en mi pierna, lo sentí como un «es suficiente».
— Me da igual.
Spencer me intentó agarrar de un brazo, pero Carson le golpeó la mano.
— La tocas y te mato a golpes. — Lo amenazó Carson.
Spencer arrugó la cara y me vi en la necesidad de parar lo que sea que estaba ocurriendo. Me levanté poniéndome entre ellos, de cara a Spencer.
— Para de una vez, Spencer. Te has casado con mi prima Charlotte, tienes que respetarla. — Hablé y le pedí a Carson. — ¿Podemos bajarnos del barco? Ya no quiero seguir aquí.
— Hablaré con el capitán. — Carson se mostró a favor y arremetió una vez más contra Spencer. — Eres un pesado, tío. — Se levantó de la tumbona y se puso a recoger sus cosas.
Yo iba a hacer lo mismo con mis cosas, cuando Spencer me agarró de la muñeca y me arrastró con él.
No debí, pero le consentí que me llevara hasta una sala de ocio de donde, con muy malas formas, Spencer echó a algunos de sus amigos. Crucé de brazos y aparté la cara de él, por eso me sorprendí cuando Spencer se paró delante delante mía.