En contra de mis deseos

Cap. 5: Felicidad

25 de diciembre del 2013

Señora Marta

En linea

¡Luz! Mamá dijo que sí iremos a tu casa.

Fue todo lo que necesité leer del teléfono de mamá al despertar; cobré una energía fantástica que me duró por todo el día. Desayuné tan rápido que bien pude haberme atragantado, ayudé a ordenar todo con mis hermanos, hasta jugué y distraje a mi hermanita un rato para que mamá pudiera terminar de arreglarse el cabello; estaba de tan buen humor que no podía dejar de sonreír.

Mariana, aquella niña que conocí gracias a tío Ernesto en «Dale una mano a San Nicolás», a la que le obsequié una muñeca hace dos navidades; se había convertido en mi primera y mejor amiga. No vivía tan lejos como en un principio creí y podía convencer a mamá de visitarla los fines de semana, del mismo modo ella convencía a los suyos y traía a sus hermanos menores consigo.

Nunca tuve tardes más divertida que las de esa época, esperar a la hora de la salida los viernes eran sobre todo un reto; sin embargo, ahora en vacaciones, ese día, a la misma hora, pronto llegaría mi amiga para pasar mi cumpleaños número once, junto con el resto de nuestras familias.

Sería la primera vez que algo así ocurría, hasta ese momento solo los miembros de mi familia asistían a mis fiestas de cumpleaños, mis primos y hermanos eran mis únicos compañeros de juegos.

No tenía amigos, niñas de mi edad no había por la zona en que vivíamos y los niños solían ser muy crueles conmigo, así que mamá y papá se abstenían a darme el permiso de salir a jugar si uno de mis hermanos no me acompañaba; cosa que últimamente empezaba a ser con menos frecuencia ya que los morochos ya tenían quince años, no tenían los mismo intereses que antes y el liceo los mantenía muy ocupados para jugar.

En cuanto a la escuela, no quería ni mencionarla, la odiaba como siempre.

De no ser por Mariana y sus hermanos me sentiría muy sola.

—Ay, está oscuro…

Luego de bañarme, entré a mi habitación y noté la poca luz que entraba por la ventana. Me apresuré a encender el interruptor y me dirigí a vestirme con la ropa que mamá me dejó en la cama: un bonito conjunto de dos piezas blanco y azul, falda y camisa con mangas hasta el codo.

—¡Luz, ven!

—¡Voy! —Me apresuré a colocarme mis zapatos y corrí a la sala.

Mamá me esperaba en el sofá con un peine en una mano y el teléfono en la otra. Me senté de un salto y la zarandeé de la pierna, llamando su atención para que arreglara mi cabello húmedo lo antes posible; sin embargo, cuando me devolvió la mirada algo me inquietó.

—Es la mamá de Mar…

Confundida tomé el teléfono que me ofrecía y leí deprisa el mensaje.

Algo en mí se apagó y negando con rotundidad salí corriendo. Llorando me encerré en mi habitación mientras aquel mensaje se reproducía en mi cabeza una y otra vez.

Señora Marta

Lo lamento mucho, mi niña. Está lloviendo muy fuerte por acá, es muy peligroso salir, creo que no podremos ir.

 




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