25 de diciembre del 2019
¡Pijamada!
La fiesta había durado desde ayer, casi todos mis familiares se habían ido y solo quedábamos los que nos íbamos a dormir en mi casa: Mariana, Sofía y yo; mi hermanita, Isabel, ahora dormía sola en mi antiguo cuarto y yo me había pasado al de mis hermanos, quienes ya no vivían ahí y se habían ido del país.
Suspiré desalentada, su partida fue tan triste como la del abuelo Ronald, incluso si estábamos avisados de que pasaría, que sucediera no dejaba de ser triste. De vez en cuando que me paraba a ver su cuarto, la nostalgia me invadía y un par de lágrimas salían; extrañaba las bromas de Camilo, el lado paternal de Carlos, extrañaba a mis morochos.
De modo que, sabiendo esto, mis dos inseparables compañeras se las arreglaron para persuadir a sus familias y quedarse por tres días, hasta el viernes, y volver para pasar el año nuevo con ellos. Me tomó tan desprevenida su plan que me eché a llorar y las abracé con muchas fuerzas.
No había duda que diosito me puso hermanas de otra sangre, no amigas.
—Siento que no tengo palabras para agradecerles esto.
—Has el desayuno mañana y más que pago —dijo Sofía y Mar rió.
—Es que tú todo lo que piensas es en comida —Negué por lo bajo.
—Mi estómago tiene vida propia, yo solo respondo a sus necesidades —Se excusó, tirándose en el viejo colchón de Camilo—. Tú hermano dormía cómodo, oyó.
—¿Ya te acostaste en este? —Mariana suspiró, metiendo la cabeza en la almohada—. Isa salió perdiendo a no quedarse con alguna de estas camas.
Volvimos a reír.
Hablamos de muchas cosas, durante el último año las tres hemos estado tan ocupadas que apenas si nos hemos vistos. Sofía se graduó el año pasado, así que empezó a trabajar y juntar dinero, tengo entendido que también piensa irse de Venezuela, ya tiene familia en el extranjero que la estaban ayudando para traérsela y mis hermanos seguros la cuidarán al llegar.
Mariana y yo por otro lado, recién nos graduamos este año y continuamos estudiando; mi amiga consiguió una beca por excelencia en la universidad, durante el bachillerato fue miembro del cuadro de honor de su clase; me llenaba de orgullo, eso solidificaba el dicho de que «no importa de dónde vienes, si no lo que vienes a hacer».
Y en cuanto a mi…
—¿Cómo vas con el curso de inglés? —preguntó Sofía y sonreí.
—Realmente muy bien —Rodé sobre la cama—. Diría que he aprendido más en este curso que en todo el bachillerato.
—Si pasa —dijeron ambas, asintiendo en voz de la experiencia.
—Pienso meterme en uno de marketing después —confesé haciendo un mohín—. Aún lo sigo pensando.
—¿Qué es lo que quieres a futuro, Luz?
—¿Además de vivir de lujos sin tener que trabajar? —Reí por lo bajo—. Ni idea, lo sigo pensando.
—El tiempo que pierdes sin estudiar no se recupera, mana, mejor deja de pensar y date prisa.
—Error —Alcé mi mano hacia el techo—. Puedo tener sesenta y empezar una nueva carrera si tengo los medios y la motivación para hacerlo. No voy a dar nada por hecho ahora, pero no significa que dejaré de pensar en que quiero hacer mañana. Daré pasos cortos, pero seguros y de a poco iré cumpliendo mis metas.
Ambas me miraron muy pensativas y sonrieron.
—Parece que tienes todo fríamente calculado —Se alegró Sofía, abrazando su almohada.
—Estamos hablando de Luz después de todo —Concordó Mar, arropándose al hombro. La imité, hacía frío.
—Cierto, ¿quién sabe? Tal vez luego se haga rica y famosa, y nos lleve a Hawái.
—O Londres, ¿te gusta el té? No me vendría mal algo caliente ahora —Bromeó, pero sabíamos que lo decía enserio.
—O simplemente tenga una tienda virtual de artículo de belleza, o ropa, y los exporte por todo el mundo —Lo pensé mejor—. O tal vez solo quiebre, como sea ustedes me terminarán manteniendo.
—Sí, ajá, ¿a dónde vas? —Se extrañó Mar al verme levantarme.
—A por un té, ¿no dijiste?
—¡Ay, te amo! —Y saltó a abrazarme las piernas.
Reí intentando soltarme y ambas se terminaron por poner de pie para acompañarme a la cocina. La calma que había en lo que el agua hervía, me hizo pensar por un momento que estaba sola, igual que años atrás; sin embargo, al escuchar sus voces recordé que no era así y sonreí, agradeciendo que habían llegado a mi vida y, por lo que veía, para quedarse.