En contra de mis deseos

E P Í L O G O

31 de diciembre del 2020

Deseos.

Causa-efecto, correspondiente a una cadena de emociones y sentimientos. Son cosas que no son esenciales para la vida, pero si para una necesidad personal. Tener o alcanzar algo para sentirnos mejor. Un anhelo de cumplir una voluntad o saciar un gusto.

Deseos, fáciles de pedir, difíciles de conseguir, inesperados al llegar.

«Doce deseos de año nuevo», vuelvo a leer en la tarjeta, bajando la mirada de la lista y descripciones para leer la frase final: ¿tienes algo que deseas?

—Eh, ¿qué haces, Luz? —dicen desde la puerta. Ladeo una sonrisa al reconocer su voz.

—¿Reflexionando? —Guardo la tarjeta en el bolsillo de mi pantalón y volteo hacia Andrés.

—¿Te pegó la nostalgia de año nuevo? —Alza una de sus cejas.

—¿Por qué no? Deberías intentarlo —Me levanto para ir a su lado.

—Paso, de solo pensarlo siento que me estoy quemando —Para agregarle drama simula que tiembla.

Si eres marico… —Río por lo bajo

—¿La última grosería del año? —Me apunta con un dedo el hombro, balanceándome.

—No existe un plan perfecto —Me encojo de hombros y sonríe.

—Claro, ¿nos vamos? Solo digo, antes de que se terminen las galletas.

—¿Otra vez las hiciste? —No pude evitar sonreír.

—Ya es una tradición —Me sonríe de vuelta cuando niego divertida al entender la indirecta.

Pues un diciembre como hoy, nos conocimos haciendo galletas.

Claro que luego terminó en una guerra de harina que determinó mi resentimiento hacia él en los últimos años, pero seguía siendo tierno que él todos los años lo siguiera compensando y recordándomelo con cariño.

—¿Entonces? ¿Por qué me buscabas? —inquiero bajando y subiendo la mirada.

—La fiesta ya está por empezar —Señala lo obvio y me hago la sorprendida.

—¿Ya? ¿Tan tarde es?

—¿Hola? ¿De qué otra manera habría para que esté así de matador? —Se señala a sí mismo y me río a carcajadas—. Auch, esperaba al menos un piropo.

—Mi culpa, déjame pensar y te doy uno —Simulo que pienso.

—Que chiste si no es instantáneo —Chasquea su lengua.

—Perdona, es que, ¿sabes? Ando sin frenos y me perdí en la curva de tu sonrisa —Le guiño un ojo y este se resiste para no sonreír.

—Muy típico, puede mejorar.

—Tienes razón, porque estás más rico que el pan con mortadela. —Rompe en risas.

—Ya te pasaste.

—Mm…No, yo no lo creo…

Mientras hablábamos me acerqué un poco más a él hasta quedar lo más cerca posible, para solo elevarme y, antes de que supiera, plantarle un beso en sus labios. Queda tan mudo que no le doy tiempo a procesar y ya me estoy separando con una pequeña sonrisa.

—Eso fue… —Está tan rojo que es adorable.

—Lo hubiera hecho antes, pero Carmen me detuvo. Ahora que te superó supongo que ya es hora de aceptarlo.

—Yo… —Está sorprendido—. Pensé que… tú nunca…

—Si te portas bien, luego hablamos —Le guiño un ojo.

Jalándolo de la camisa lo llevé a cuesta a la sala donde ya todos nos esperaban. Mariana y Sofía son las primeras en abrazarme, felicitándome por encima de nuevo por mi cumpleaños, aunque ya haya pasado. En lo que yo voy saludando al resto de las personas, me doy cuenta como todos tienen la misma tarjeta que yo en manos y algunos estaban hasta pensando en los rincones.

Busco a mamá con la mirada y ella me guiña un ojo, alzando su carta de deseos, a su lado mi abuela me alza una copa y me sonríe. Niego para mí, escuchando las conversaciones de las personas a mí alrededor, distinguiendo como a mí costado las luces de navidad alumbra el arbolito y me transmite paz y tranquilidad.

Me imaginé a mí misma, hace doce años, ignorando aquel decorado espectacular mientras miraba con profunda tristeza la puerta de mi casa, en mi sala vacía y con mamá cocinando la cena. Los ojos de esa niña deseando tantas cosas: que llegara su familia, qué vinieran sus amigos, que partieran juntos su tarta de cumpleaños.

Esos mismos ojos triste, ahora mismo puedo verlos tan claros como el agua que me los distingo volteando hacia mí, ocultando sus ojos llorosos en mi regazo y abrazando mi cintura desconsolada.

Si dicho escenario fuera tan real como me lo imaginaba, yo de seguro le acariciaría la cabeza y la miraría con cariño, le diría que levantara la mirada y luego en un susurro esperanzador le diría:

—No te preocupes, puede que ahora todo estará en contra de tus deseos, pero te prometo que algún día se cumplirán, uno por uno, y serás la persona más feliz del mundo, aunque no lo sepas.

El amor viene en muchas formas y colores, pero nunca estarás realmente sola.

Algunos cambios te costaran, pero te aseguro que cada uno de ellos tiene un significado y lo valdrá.




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