En Esta Vida Seré Una Buena Hija, Mamá.

Capítulo 11 “Venda en los ojos”

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—Lárguense de mi cuarto. 

Cecilia había tenido los nervios de punta desde que llegó de la casa del abuelo. La imagen en el espejo la preocupó. No tiene idea de que le espera. 

Sus pensamientos estaban revueltos, el segundo llamado de una empleada para que fuera a ver la presentación de Charlotte sólo provocó que el reflejo mágico desapareciera, no entendió qué pasaba, esperaba que se tratara de otra cosa. Fue hasta el espejo y fue donde colocó su mano, necesitaba saber que no fue falso lo que vio.  


—Si estás ahí, sal. 

Una imagen parecida a ella se dejó al descubierto. Era idéntica pero con canas y se veía más mayor, se le veía cierto parecido a su madre. 

—Hola, Cecilia.  


Colocó su mano en el espejo y suspiró. 

—¿Cómo es posible que estés aquí? No lo puedo creer. 

—Lo sé. La antigua yo pudo haber visto esto como un truco pero soy real. 

Cecilia se sentó frente al espejo y se cruzó de brazos. 

—¿Antigua tú? Hablas como… oh, tú eres del… no, eso es inverosímil.  

La Cecilia del espejo sonríe. 

—Si, lo soy, fui de hecho yo quien hizo esto posible. 


Cecilia no entendió bien cómo o a qué se refería. 

—¿Aparecer frente a mi? —La mujer del espejo asiente. —Pero… 

—Te mostraré.—Acortó sus palabras—Debes ver esto. Son mis recuerdos y partes son tuyos, los que vivimos con nuestros padres y del futuro que nos esperó al lado de Roderick. 

—Antes habías mencionado una novela, ¿verdad?  

Ella asiente. 

—Será una de las cosas más dolorosas que sabrás y será mejor decirte ahora, Cecilia. 


Me está asustando, ¿qué podría ser tan malo? —se preguntó internamente Cecilia. 

—No eres real. 

—¿Qué? Ah… no sé bien porque dices eso pero te aseguro que lo somos. 

El reflejo de la otra Cecilia se apartó dejando ver un libro con una portada donde se venía una ilustración, una castaña de ojos dulces que estaba mirando los ojos de un hombre rubio, y en la esquina una mujer rubia idéntica a Cecilia. El título del libro era: AMANTE.  

“Un apasionado amor que  tendrá que afrontar muchas adversidades, Amelia y Roderick se aman pero el compromiso de él los ha separado, todo por culpa de la cruel villana. Años después ella aparece con.. ¿un hijo?” 


—¡Ése… maldito! 


Por más que quiso controlar su ira todo se fue a la basura, lanzó muchas cosas y destrozó lo que había en su alcoba. 

Había pasado los mejores años de su vida mordiéndose la lengua, guardando en su pecho ese desagradable ahogo que ahora es visiblemente asfixiante. 

Deseaba una familia real, al final, lo arruinó. No fue suficiente, lo que hizo por sus padres, por Roderick y para ganar amor por los Heinrich, siempre va a terminar mal. Lo peor es que ni siquiera sabe quien es ella ahora, su propio interior se siente perdido en un oscuro espacio sin idea de quién es.  


La fuerza en sus rodillas no fue mucha y con eso fue suficiente para caer.  

—¿Eso he sido? El personaje antagónico de una novela barata. —negó ante la idea de que todo esto era un error y no aceptar que su vida literalmente está escrita—… Dónde la esposa que hizo todo por su prometido es tichada de mala mientras la perra que durmió con mi único amor es la buena.  

Sus labios comenzaron a alzarse hasta que una risa penetró la habitación de manera escandalosa. Había hecho todo por él, no entiende que hizo mal para que la cambiara por una mujer cualquiera, ahora lo veía con más claridad. Si no está escrito, su amor jamás iba a pasar, ninguno de los dos se iba a amar, ella como él, son solo títeres del creador de este mundo 

Se intentó poner de pie y fue hasta el espejo, su rostro estaba manchado en maquillaje y no dejaba de llorar, pero aún así su mirada era clara. 


—Muéstrame la novela. 

—Solo puedo darte a conocer nuestra historia una que hasta el autor desconoce. Puede que también escenas del libro pero tengo límites en esto, Cecilia. 


Cecilia solo asiente, debía saber que le esperaba, no perdería la calma por sus débiles sentimientos, eso no iba a arreglar nada. Lo que sí puede hacer es acabar con lo que vendrá por ella y su hija. 


«En el pasado tuvo la mejor infancia cuando era una niña, sus padres solo tenían en mente demostrar que podían salir adelante como un equipo, pero no tuvieron en cuenta que eso le dolía a su pequeña hija Cecilia.  

Lo peor fue cuando ellos fallecieron, se sentía sola y sin el apoyo de nadie, fue reconfortante tener como apoyo a Mildred y a los Heinrich, pero lo que más destacó para reconfortar a Cecilia fue tener a Roderick.  

—Siempre estaré a tu lado, lo prometo. 

La sonrisa de Cecilia no se borró. 

—Gracias. 

El apoyo y la calidez que ofrecía para ella fue todo lo que siempre quiso. No fue hasta que Mildred anunció su compromiso que toda su felicidad fue completa. Roderick lo era todo, lo quería porque él mismo le demostraba que todo valía la pena, deseaba que siguiera siendo así por siempre. 

En la escuela fue un poco más complicado, él era querido por las chicas y Cecilia no soportaba eso, se separó de las demás y solo se concentró en su prometido.  

Deseaba verse bien siempre y Mildred la ayudaba en eso, era joven pero los tratamientos eran muy agresivos incluso para una niña de once años. La mujer mayor sabía cómo manejar mentalmente a la chica y la convenció de hacer tratamientos extremistas que solo le provocaban dolor. No tenía idea de que solo la usaba para probar muestras que aún no había sido aprobadas. Por suerte, no dañó su rostro pero hizo su piel aún más sensible. Le enseñó etiqueta donde no se aceptaba ningún error, era una imagen de fuerza y mucha elegancia. 

Mildred usó a su conveniencia el poder heredado de sus padres a Cecilia, administró su herencia y con eso la convenció de firmar un permiso para ayudar a la compañía Heinrich cuando no iba en el mejor momento.  

Cecilia solo deseaba que Roderick estuviera feliz por ella, que ambos no tengan preocupaciones y sigan tan enamorados como siempre.  

Pero era difícil, no todo es cómo se desea pero eso no la desmotivaba. Desde niños los hermanos de Roderick no aceptaron a Cecilia, la veían como una niña mimada que deseaba robar la atención a donde iba. Pasaba más tiempo con Mildred que sus propios hijos y era algo que no aguantaban. Le jalaban el pelo, la ignoraban y en ocasiones hasta le jugaban bromas muy pesadas. 

Se sentía sola, sin nadie que la apoyara en verdad, pero cuando al fin pudo ver los cálidos ojos de su primer y único amor todo era mejor para ella. Lo malo es que, por mas que deseemos que sea de una forma nuestra vida no es posible forzar las cosas.  

—Tú madre me dijo que te irás a la universidad. 

Roderick asiente. 

—Si quieres puedo… 

—No. 

Las frías palabra de Roderick provocaron una rara sensación de dolor en el pecho de Cecilia.  

«Hice algo tan mal para que me vea así? Yo solo… deseo que me quieras. » 

—¿Por qué me hablas con tanta frialdad? Yo solo… 

—No te quiero en la universidad, —Se dio cuenta de sus frías palabras así que se detuvo—Lo siento, pero es demasiado que mi madre nos tenga a ambos en todo lo que hago, ve por algo tuyo que te haga ser quien eres, Cecilia. 

Bajó su maleta y se fue. 


Una de las cosas que aprendió Cecilia a la fuerza, gracias a Mildred, es a obedecer. La castigaba si no era buena y le dio una educación demasiado fuerte, tenía privilegios pero también restricciones. Nada era gratis y debía hacer lo mejor para ella. 


Roderick se fue al extranjero y estudió la universidad en administración de empresas y finanzas. Cecilia siguió en Hestery ya que aún tenía quince años, se unió a clubes y fue talentosa en cada cosa, fue refrescante hacer algo distinto. No fue algo que haya escogido por sí misma, fue un consejo de su amable y dulce abuela que visitaba los fines de semana desde que es menor de edad. Así fue dictado por el juez desde que sus padres fallecieron, cosa que hacía dudar más a los Heinrich sobre su lealtad pero para ella era lo mejor. No lo podía admitir ya que iba encontra de todo lo que le enseñó Mildred. Ni quería decepcionar a nadie pero lo más triste es que no pensó en sí misma. 

—Él no es para ti. 

La mirada de Cecilia se hundió en lágrimas por las duras palabras de su abuela. 

—Yo lo esperaré es mi prometido. 

Su abuela, la miró con tristeza y sujetó su mano.  

—No es así, girasol. Tú puedes ser feliz y encontrar mucho más en esta vida, el amor viene de muchas formas. 

—Cuando perdí a mis padres él siempre estuvo ahí y siento que a su lado lo tengo todo. 

Su abuela aparta un mechón de cabello de su rostro. 

—Eres joven y aún no sabes qué tan cruel puede llegar a ser el mundo y las personas. 

Cecilia deseaba no conocer lo malo del mundo y solo ver cosas tan buenas como las que ve en Roderick. Su apariencia, sonrisa y esa emoción tan grande que emanaba tanta alegría que estaba segura que nada lo podría romper. 

—Abuela, te puedo jurar que soy muy feliz, Roderick es un gran chico. 

El tiempo solo hizo que la sabiduría de la abuela llevara a un tormento más grande a Cecilia.  

Su amado había adelantado la universidad y ya estaba en el país, por desgracia ella no podía salir de Hestery hasta cierto tiempo. Cecilia quería sorprenderlo haciéndole una cena en la que sería su futura casa. Mildred había organizado todo con ella, todo había quedado especial y estaba segura de que a Roderick le encantaría. 


Al saber que estaría ocupado en la empresa ella misma quiso sorprenderlo llegando por él. Usó un bello vestido color púrpura que llegaba hasta sus rodillas y un lazo que estaba sujetando la mitad de su cabello. 

Había hecho un gran esfuerzo pero tenía miedo de no ser lo suficientemente linda, su rubia cabellera era brillante y sedosa, labios rosa y una mirada tan dulce. La sonrisa y esperanza de ver a su amado después de tanto tiempo, la hace no poder aguantar más y añora saltar a sus brazos. 

Abrió la puerta de su oficina. 

—Roderick yo… 

Una mujer castaña estaba besando a su prometido y él estaba sobre ella y su cuello.  

—Cecilia. 


Solo tuvo que pasar eso ante sus ojos para que el retrato de aquel chico que siempre amó se rompiera. 

Tiró la puerta y se fue de ahí. 

No quería hablar con nadie, ni siquiera se atrevía a alzar la cara, su dignidad y amor estaba por el piso, ya nada importaba. 

«Todo se irá a la mierda igual» Ese terrible pensamiento solo provocó un incidente mucho peor. 

Fue hasta esa casa, las velas y la comida, los empleados estaban ahí con los músicos, el momento era perfecto pero a la mente de Cecilia solo venía Roderick y Amelia.  

—Largo… ¡Fuera de mi casa! 

Arrojó todo mientras tomaba de una champaña de forma directa a la boca, fue su primera botella y eso lo hizo aún peor.  


Roderick llegó al enterarse por su madre en qué estado estaba Cecilia, los empleados estaban informando todo para que llegara lo antes posible a ella. Lo peor fue ver el estado de Cecilia, nunca vio a esa pequeña niña cómo mujer, solo como una hermana, lo sentía pero nunca dio alas, si él pudiera escoger lo haría.  

—Cecilia, ven, vamos al cuarto. 

Ella ríe. 

—Te acuestas con zorras pero yo que soy tu prometida ni siquiera un beso me das. 

—No digas tonterías y vamos. 

—Por favor, eres lo único bueno que tengo. —sus palabras estaban algo vagas por el alcohol pero si sabía lo que decía—Yo te amo. 

Roderick no pudo contenerse, no sabía que lo hacía sentir así, tal vez fue por los frágiles sentimientos de Cecilia que esa fue la primera noche de ambos juntos. Él fue cuidadoso con ella y la cuidó hasta el final, pero no imaginó que para ambos traería el adelanto de una boda. 

Mildred sabía lo qué pasó y lo usó como excusa por ello adelantó las cosas. La noche que pasaron juntos Roderick no se lo explicaba, se sentía mal ya que no siente que actuó por su voluntad. No siente que haya sido él.  

—Debo ir a trabajar. 

La sonrisa de Cecilia era imborrable, fue doloroso al comienzo esa noche pero pensar que fue con él, hace que sienta que valió la pena. 

Ése día en la oficina Roderick llamó a Amelia a su oficina y regresó a su actitud profesional.  

—Srta. Anderson necesito que… 

El llanto fue un detonante que hizo detener a Roderick y mirar a Amelia. 

—¿Por qué me ilusionó? Tiene una prometida Sr. Heinrich.  


Él bajó su mirada. 

—Lo lamento pero creo que esto no va a funcionar. 

Amelia fue hasta él y lo miró directo a los ojos. 

—¿Es todo? Lo amo, lo hago desde que nos conocimos en la universidad y ahora que lo veo otra vez esta conexión es imposible de romper para mi. 

Las puertas se abrieron dejando ver a Mildred con sus agentes de seguridad. 

—Deja el drama pequeña perra y será mejor que seas despedida o cambiada a mantenimiento, o no—sonrío—recolectora de basura, ¿no? Intentaste dañar los sentimientos de mi niña y es algo que debe ser pagado. 

Roderick solo guardó silencio, si la defendía empeoraría las cosas para Amelia. 


—Ella irá a otro departamento, madre. 

Intentó aligerar el ambiente pero fue inútil. 

—Sal de aquí, hijo. 

Roderick apretó sus puños y salió. 

Mildred chasqueó sus dedos e hizo que sostuviera el rostro de Amelia, la cacheteó hasta dejar en una de sus mejillas un rasguño lleno de sangre.  

—¡Por favor, deténgase!  

Rederick apenas escuchó sus gritos quiso ir por ella pero seguridad no lo dejó pasar, era inútil, no lo lograría. 

—¡Eres una niña aún, no tienes el cerebro para saber cómo debes comportarte, ramera!—Era satisfactorio ver el dolor en Amelia. 

—No, no, no. 

Mildred no tenía piedad y menos cuando se trata de a quienes quiere. 

—Te quiero lejos de la empresa y de mi hijo, zorra. 


El amor que no fue capaz de soportar esto, todo eso había llegado a los oídos de todos en la empresa. Al momento de Amelia salir de ahí fue humillada, criticada y burlada.  

Se sentía por el piso y no entendía que había hecho mal cuando intentó huir tanto y ahora está marcada como pecadora. No puede creer que Roderick tenga el descaro de buscarla luego de haber pasado por ese momento humillante y no ser defendida como esperaba. Lo que desconocía fue que Mildred cedó a Roderick, para que no pusiera en peor situación su apellido. 

Después de esa amarga experiencia Roderick la siguió, en su mente y corazón solo existía Amelia y era lo más real que pudo vivir en él.  

Lo que ninguno de los dos esperaba era que Cecilia se enteraría. 

—¿A dónde fuiste, Walter? Mamá estaba como loca buscándote.—Le avisó su hermano Harry.  

—Llevé a Roderick con Amelia. 

Cecilia estaba escuchando desde los corredores a sus cuñados. 

—Eso podría empeorar las cosas para nuestro hermano y Cecilia…—A pesar de no expresarlo con palabras Harry sentía tristeza por su cuñada, no lo vio de Niño pero ahora es más claro para él.—Ella ama a Roderick, Walter. 


Su hermano estaba en desacuerdo por las palabras de Harry, no iba a permitir que viviera infeliz el resto de su vida con una bruja como Cecilia, eso era lo que él veía, una niña materialista y egoísta que solo desea cumplir sus caprichos.  

Siempre fueron los títeres de sus padres pero quería que fuera diferente para su hermano mayor, si su corazón era Amelia que fuera por ella. 

—Cecilia solo ama el poder como nuestra madre.—Se ríe—Espero que se vaya o… hubiera muerto en el accidente con sus padres para que así Roderick esté con la mujer que ama. 

Ella no dijo nada, con ese terrible comentario, una gran venda cayó de los ojos de la hermosa chica rubia, solo tenía dieciocho años pero fue suficiente para despertar una fuerza en ella nunca antes vista. 

El dia antes de su boda sus informantes le avisaron que ellos se verían esa noche. Estaba haciendo la última prueba del vestido y los vestidos de sus damas. 

—¿Estás bien? —Paulina, una de sus amigas de Hestery sería su dama de honor, estaba preocupada por el estado de Cecilia.—Buscaré agua. 


Se sentó en el sofá de uno de los probadores y comenzó a llorar ante la dura noticia de que seguía siendo nada para él. 

—Toma. 

Ante ella apareció una dulce pero elegante mujer coreana, era muy bella y con un rostro inexpresivo. 

—Gracias. 

Aceptó el pañuelo después de sonreír a la amable chica. 

—Srta. Lee Eun-ji, por aquí, por favor. 

La perfecta chica asiática asiente luego de despedirse con un asentimiento de cabeza. 


Cecilia no se quedaría más callada incluso si lo sacrificaría todo lo haría bien, ya todo estaba roto y no importaba. 

La noche llegó y con miedo y miles de dudas palpitando su mente fue al lugar.  

No, ya no puedo seguir con esto, necesito saber, necesito saber…—Abrió la puerta y ambos estaban en la cama. 


«Solo quería que fueras lo más importante en mi vida, solo… deseaba que tú y yo fuéramos felices, pero has matado mi amor, te odio, los odio a los dos» 

Una muy fuerte rabia se apoderó de su pecho y eso la llevó a la locura. Todo aquello que contuvo hasta ahora y no pudo sacar lo dejó salir esa noche. 

Fue sobre ambos tiró del cabello de Amelia y la arrastró hasta los pasillos donde muchos expectadores comenzaron a llegar. De Amelia no haberse amarrado a las sábanas se vería su cuerpo desnudo. Roderick iba a detenerla pero Cecilia no estaba sola, tenía su propia seguridad con ella y solo obedecían sus órdenes.  

—¿Quién busca una sucia perra esta noche? Aquí está su cualquiera que hará de todo por unos centavos. 


—¡Cecilia, para esto!—Ni los gritos de Roderick tenía efecto en ella. 


Amelia temblaba bajo la sábana y aunque intentó agachar su mirada Cecilia jaló su cabello para que mirara al frente. 

—Eres repugnante al codiciar a un hombre que está apunto de casarse mañana. —le fue difícil no carcajearse—¡Miren bien su cara, esta mujerzuela busca a hombres comprometidos y de seguro vende su cuerpo por centavos, así que hasta los vagabundos tienen oportunidad!  

Walter se había enterado que Cecilia estaba ahí así que fue con Harry, los hermanos llegaron e intantaron ir contra Cecilia para defender a Amelia. Se detuvieron al ver la fría e inexpresiva mirada de Cecilia sobre ellos.  

—¡Será mejor que te detengas o…! 

—¿Qué, Walter Heinrich? —sonrió cínicamente, Cecilia—¿Harás que muera en un accidente como mis padres para que así se libren de mi? Oh… pero que pensamientos impuros tienes, ¿Qué debo esperar si eres el inútil hermano de mi infiel prometido? —Los señaló—Tomen a su hermano y llévenselo. 

—No dejaré a Amelia contigo, Cecilia. 

Unos pasos más fuertes resonaron dejando ver a Mildred con una mirada seria. 

—Madre. 

Mildred los ignoró y fue directo a Cecilia para acariciar su rostro, notaba el mismo dolor que vio en ella hace mucho cuando su marido la engañaba, pero no es ingenua, sabía cómo manejarlas. 


—Tranquila, estoy aquí para ti, Cecilia. 


Al final de esa terrible noche todo se solucionó y al siguiente día se casaron ambos como si nada. 

—Roderick Heinrich, ¿Aceptas a Cecilia Richardson para serle fiel, en la salud y enfermedad hasta que la muerte los separe?—preguntó el Padre. 

—Juro serte fiel, estar en la salud y enfermedad, —comenzó a colocar el anillo—en las buenas y en las malas hasta que la muerte nos separe. 


—Cecilia Richardson, ¿Aceptas a Roderick Heinrich para serle fiel, en la salud y enfermedad hasta que la muerte los separe?—preguntó el Padre por segunda vez. 

«He dado mucho a este momento pero ya no lo siento igual, lo único que me tiene aquí….”—Acarició su vientre—“Es el bebé que tendremos, Roderick» 

—Acepto. 




 




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