Nota de Victoria Adrial: Haré doble actualización hoy domingo en celebración al cumpleaños de mi amada abuela. Espero que les guste y lo disfruten, Chis ^•^
La boda marchó con excelencia, Cecilia se veía como un Ada, hermosa, delicada y sofisticada.
—Sonríe.—Le dijo entre dientes a Roderick para las fotos de bodas.
—Ya basta.
—Hazlo o…— acarició su rostro y varías fotos se captaron de esa escena—¿Debo hacer que la prensa ataque a Amelia con fotos? —Le robó un beso en los labios provocando aplausos y sonrisas en los presentes.
—Tú no puedes…
La sonrisa de Cecilia solo creció más.
—La persona que salvó a los Heinrich de la ruina puede hacer lo que quiera.
La mirada de Roderick cambió por las palabras de su esposa.
—¿Qué has dicho? —Cecilia se acercó y lo abrazó mostrando una gran felicidad en la pareja.
—Tú familia necesitaba ayuda y los salvé, ¿Crees que el pequeño cerebro en tu cabeza y el de tu padre es suficiente para dirigir? —La burla en su voz seguía viva—Es una suerte que te hallas casado conmigo porque de no haber sido así, nisiquiera Amelia pudo mirar a los ojos con tanto amor a un miserable vagabundo.
Roderick no tenía ni la menor idea de que fue por ella que eso sucedió, su padre le negó importancia a eso pero era serio y no lo sabía.
«Al final, solo fui vendido por mis padres por dinero.»
La boda fue pasifica y la familia Richardson no fue invitada, Mildred no lo permitió y Cecilia no tuvo opción más que aceptar, pero aún así, visitó a sus abuelos, su dulce abuela le dio su regalo de bodas en persona y la apoyó.
La noticia del embarazo iba a ser anunciado por Cecilia esa noche que había una cena familiar. Su esposo no la toleraba y solo la mantenía sola, sus cuñados eran aún más hostiles con ella pero le dejó de importar. Solo deseaba que su bebé naciera y poder tenerlo en sus brazos.
—Sra. Heinrich.
Una de las empleadas de la casa había llegado con una carta para Cecilia, era de su investigador privado, ahora los movimientos de su marido estaban en sus manos.
“Sra. Heinrich, recientemente vi a “esa” mujer comprar un boleto, pronto se irá de Inglaterra.”
—Te lo prometí, nada nos lastimara, estaremos bien pequeño.
Roderick trabajaba en su oficina y Cecilia ya estaba lista para ir a la cena familiar, fue hacia su esposo para informarle que era hora de irse pero escuchó con claridad su conversación en el teléfono.
—¿Amelia?
Ella estaba bajando del taxi con el teléfono en mano para comunicarse con él.
—No podía irme de aquí sin despedirme de ti, Roderick.
—¿Qué? —tiró de forma brusca las cosas a su alrededor—No…
—Ya no me queda nada solo… aléjate de mi.
—Lo siento. No pude… te fallé.
—Es mejor así, no es el destino, adiós.
Se fue sin decir nada más y tiró su teléfono a la basura.
—¿Amelia? No, por favor, responde te lo pido.
Ella ya se había ido, no regresaría, en ese momento solo deseaba pensar en sí misma.
—Roderick,—Lo llamó Cecilia—es hora de irnos.
Las pupilas de Roderick se hundieron en lágrimas mientras el enojo comenzó a apoderarse de su cuerpo. Con solo verla el odio y la rabia palpitó de forma tan vivaz por su sangre, la odiaba, quería que se alejara, no volverla a ver.
Al momento de reaccionar tenía a Cecilia desnuda, tirada en el suelo, su frágil cuerpo estaba temblando mientras su mirada estaba perdida en una parte de su oficina. Lo había hecho, descargó su ira en el sexo, de una forma tan brusca que la sangre estaba esparciéndose entre las piernas de Cecilia.
Cuando él reaccionó, fue demasiado tarde.
El doctor llegó pero Cecilia seguía ida, de su rostro no dejaba de salir lágrimas pero no daba señal de ningún tipo de reacción. Su mano estaba en su vientre, era su única calma, pensar que aún estaba ahí.
Solo Oliver y Mildred fueron a ver a Cecilia, no deseaban que se hiciera público la situación, hicieron todo para cubrir esa fatal situación.
—Lo lamento.
El doctor se sentía apenado pero no podía hacer más, debía notificar a los familiares.
Cecilia sostuvo su bata.
—No me importa si es la cosita más pequeña del mundo, permítame enterrarlo.
El doctor se tensó.
—No tenía mucho, lo siento pero no es posible.
Se fue dejando aún más devastada a Cecilia. No quería ver a nadie ni saber de nada, lo único que quería era ver a su bebé. Ya no era posible, se había ido con sus padres al cielo.
Ese día, una parte murió con Cecilia, fue el mismo momento en el perdió a su pequeño bebé. Era un niño, pocos meses pero si se pudo conocer el sexo, al menos tendría su fresco recuerdo en el corazón.
En ése tiempo pensó en buscar apoyo de su amada abuela Camila pero no fue posible, la noticia de que habia fallecido desmoronó más a Cecilia.
El tiempo transcurrió pero la distancia hacia su esposo solo aumentó, no quería verlo, fue por la insistencia de Mildred y Oliver que ambos fueron obligados a tener otro hijo. Cecilia no soportaría pasar por eso de nuevo, fue por enciminación de parte de Roderick que quedó embarazada después.
Su segundo embarazo fue como una bendición, cada momento que crecía su fuerte y bella nenita sentía que un aliento más grande llegaba a su vida. Era todo lo que deseaba en ella, no iba a permitir que otro aborto sea provocado, por eso se alejó de Roderick lo más que pudo. Él recibía las fotos del ultrasonido pero nada mas.