En las redes del Amor

Capítulo 2: Su mirada

Una mirada desoladora se apoderó de todo mi cuerpo, mientras todo el grupo nos encargábamos de enterrar el cuerpo de Paolo.

 Todos habían estado en contra, pero les había dado una orden, eso unido a la tristeza inmensa que mi padre inútilmente había intentado ocultar, había terminado por convencerlos.  Lo peor no había sido ponerle fin a su vida, lo peor había sido verme tal cual era: un asesino, el mafioso que tanto me había negado ser.

Todos en el grupo habían elogiado lo que había hecho de terminar con la vida del “traidor”, yo, aunque sabía que no había tenido otra opción, no podía dejar de resentir el hecho, porque el mafioso había terminado de emerger.

 Mientras su cuerpo era sepultado no podía dejar de recordar todo lo que habíamos vivido juntos,  en nuestra infancia. 

Había sido el único amigo que había tenido, todo había cambiado cuando a la edad de 13 años mi padre había puesto especial atención en mi preparación, ya que sería su sucesor como líder del grupo.

La mafia no solo me había arrebatado mi libertad, también me había arrebatado al único hermano que había tenido, a..ellos y ahora, pese a todo el dolor que sin piedad quebraba cada uno de los huesos de mi pecho ni siquiera tenía la posibilidad de liberarme mediante un acto tan sencillo como derramar una lágrima.

“Un mafioso no puede llorar, no puede tener sentimientos, no puede importarle nada excepto su honor”. La mafia había transformado el corazón puro de Paolo en alguien capaz de atentar contra su propia sangre, y aunque aún seguía con vida, Paolo había obtenido la victoria.

 

Me alejé impetuosamente del lugar. Mi padre me dedicó una mirada significativa que no había sido capaz de identificar o simplemente no quería hacerlo.

Regresé a la soledad suprema de mi habitación, a navegar en el inaudito mar de mis recuerdos, en la red inmensa de todos los anhelos que nunca verían la luz de la realidad.

Cerré mis ojos y dejé que mi mente navegara en el pasado, un pasado que daría todo lo que tenía y lo que nunca tendría con tal de volver a tenerlo, con tal de regresar un día a él, con tal de no sentir este peso tan enorme que rompía y quebraba sin piedad mis hombros.

Cambiaría toda la fortuna que tenía, todo el respeto que me profesaban solo por verlos…un segundo. Pero era solo un deseo imposible, uno de tantos que nunca se harían realidad.

 

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando vi como mi padre entró impetuosamente a mi habitación. Pensé que por segundo se permitiría ser un ser normal y no solo un mafioso, que lloraríamos juntos la muerte de Poalo, pero me había equivocado una vez más, era otro motivo el que lo había llevado hasta mi presencia.

—El grupo Combo robo uno de nuestros cargamentos, tenemos pruebas claras que señalan su culpabilidad, debemos encargarnos cuanto antes. De seguro deben de pensar que estamos con la guardia baja por lo de Paolo, debemos demostrar quienes somos y de qué estamos hechos.

Escasos minutos después todo nuestro equipo estaba listo, ávido de mostrar su poder mientras algo más intenso que el miedo se apoderaba de mí, Paolo había sido la primera persona a la cual le había arrebatado la vida, pero había dañado muchas otras.

Había dejado a personas cojas, entre muchas otras cosas, eso sin contar que mi equipo no le tenía aversión a la muerte y que muchas veces no podía hacer nada porque ya era demasiado tarde.

 

Contuve lentamente el aliento, mientras todos nos disponíamos a subirnos en la camioneta grande, con espejos blindados, que era uno de nuestros métodos de transporte para nuestras “misiones”.  

La rabia y el estupor estaba presente en los ojos de todos, solo me quedaba liderar a mi equipo y rogar a todas las fuerzas celestiales que el bando contrario se rindiera sin …causar daños irreparables.

 

Después de una hora nos encontrábamos en el depósito donde tenían nuestras armas, era una bodega abandonada, alejada de todo y con una apariencia que nunca se podría imaginar todo lo que dentro de ella se conservaba.

Solo tenían 4 hombres custodiando dicha bodega, nuestra victoria era ridículamente evidente, al menos eso había pensado antes de ver las armas de alto calibre que tenían en sus manos, eso solo dificultaría nuestra misión, pero era inevitable…que la sangre corriera.

—Vivimos por nuestras armas, aún no puedo creer la osadía que tuvieron, pero estoy de buen humor, así que solo devuelvan lo que tomaron y les perdonaremos sus vidas -mis palabras sonaron más rudas de las que pretendía, escondiendo a la perfección mi temor agudo de tener que cargar con la muerte de alguien más en mi espalda. 

—No sabemos de qué hablan, y les aconsejamos que se vayan por donde vinieron —dijo uno de los vigilantes en un tono totalmente insolente, la súplica estuvo en la punta de mi lengua, pero no podía mostrar debilidad más de la que ya había mostrado.

—Bien, conste que así lo quisieron —dije antes de hacer una señal a mi equipo y de esta forma dar inicio una batalla más, una de tantas que formaba parte de mi vida.

Los golpes y el olor metálico del líquido rojo no se hicieron esperar, por el momento estábamos luchando cuerpo a cuerpo. La sorpresa nos invadió a todos cuando vimos que de repente salían más hombres de los que habíamos visto al principio.

Los jadeos, y los golpes siguieron inundando por todo el lugar, hasta que un disparo fue escuchado, y de repente mi padre estaba en el suelo herido. No podía describir todo lo que sentí en ese momento, solo podrá añadir que una rabia inaudita me invadió al igual que a todos los demás.

Así que solo fue cuestión de segundos para que dejáramos de luchar cuerpo a cuerpo y pasáramos a las balas, mi padre se había quedado inconsciente en aquel pálido y sucio piso. Quería ir corriendo a socorrerlo, pero no podía no, todavía.

Disparé sin pensar en lo que pasaría después, lo único que me importaba era socorrer cuanto antes a mi padre.




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