En las redes del Amor

Capítulo 4: Inicios

Media hora después nos encontrábamos en el interior de la casa de ese ser decrépito que tenía a mi prisionera.  La casa estaba totalmente desolada, excepto por uno de sus perros guardianes que se encontraba en la puerta

—¿Dónde están los demás? ¿Y tu jefe? — demandé con fervor en mi voz

—Yooh —inició a decir mientras intentaba sacar su arma, pero uno de mis hombres lo desarmó al instante

—¿Dónde está tu jefe y los demás hombres? —demandé por nueva vez, pero en esta ocasión con un tono de voz que helaría la piel a cualquiera.

—Mi jefe ordenó que todos se fueran para que no presenciararan su debut con la fierecilla —contestó totalmente temeroso, provocando que algo más potente volviera agitarse en mi interior.  ¿Y si había llegado demasiado…tarde?, más le valía ese ser inmundo no haberla lastimado.

 

Mientras los demás capturaron al pelele que seguro se había hecho en sus pantalones, dos de mis hombres y yo subimos las escaleras para rescatar a mi prisionera.

Un fuerte grito nos alertó en la habitación exacta donde estaban, y sin pensármelo dos veces abrí la puerta de una sola patada, para encontrarme con una escena totalmente desgarradora:

Ella estaba ahí, esposada en esa enorme cama. Con la mirada completamente perdida, con el labio partido y las mejillas totalmente enrojecidas.  Ese engendro había tenido la audacia de golpearla, ¡maldito, lo pagaría bien caro!

Supe el momento exacto en el que ella reparó en mi presencia, algo en su mirada había cambiado, como si una pequeña luz se hubiera encendido, y eso, bastó para poner fin a todas las dudas que me estaban aquejando, la salvaría, ya luego vería porque lo estaba haciendo y que haría con ella.

—¿Qué está sucediendo aquí? ¿Qué haces en mi casa y con tus chiguaguas? —dijo esto último en referencia a mis hombres y con los ojos bien abiertos.

—Cambio de planes, la chica se queda conmigo —dije encogiendome de hombros, como si no hubiera dicho nada de importancia mientras veía como un fortísimo sonrojo en señal de enojo era expandido por todo su rostro.

—¡No sé a qué te refieres, tu padre y yo hicimos un trato, ¡esa pequeña es mía!

—Parece que tienes problemas de audición, ¿acaso tienes problemas para captar lo que te he dicho? Tal vez unas cuantas balas pueden ayudarte —dije realizando varios disparos que pasaron muy cerca de su cuerpo

—Somos mafiosos, pero tenemos palabra, ¡tu padre me la dio, ella es mía!

—¡YA ACABASTE CON MI PACIENCIA! —vociferé como un león que había estado enjaulado y que de repente se encontraba en libertad, en efecto así me sentía, aunque no sabía o…no quería saberlo.

—¿Sabes lo que esto significa? —me dijo en un tono significativo

—Sí, creo que el que no lo entiende eres tú

—Todos los demás lo sabrán —amenazó como un niño pequeño

—Yo no estaría tan seguro, después de todo…tus hijos y tu mujer no merecen que una amenaza de muerte cuelgue sobre sus cabezas —solté con todo veneno para ver cómo era presa de la mayor estupefacción y no era para menos, todos o casi todos desconocían la existencia de su familia

—¿C-ó-mo lo sabes? —preguntó con titubeo perceptible en su voz

—El cómo no importa, puedo pegarte dos plomazos, después de todo están prácticamente solo, sin embargo, no quiero ensuciarme las manos. Digamos soy benevolente y no quiero dejar a tus hijos huérfanos ni a tu esposa viuda.  Tus hombres buscarían venganza, pero tú ya estarías muerto y tu familia desamparada. De hecho, quiero que veas algo —le dije iniciando una videollamada, para que viera a dos de mis aliados, estaban justo fuera de la casa donde estaba su familia. El efecto fue inmediato

—¿Qu-é le vas h-acer? —susurro con auténtico terror

—¡Eso depende de ti! ¿Sabes lo que significa ser viuda de un mafioso, has pensado cómo les iría a tus hijos? —vi como el auténtico horror se iba apoderando de su rostro.  En otras circunstancias hubiera sentido algo de remordimiento, pero en las circunstancias en las que me encontraba era una satisfacción ciega la que adornaba todo mi rostro.  ¡Había salvado a mi fiera y me había asegurado de que ese estúpido no buscara represalias!

—¡Creo que nos hemos entendido! —le dije con una sonrisa amplia para ver cómo tragaba en seco y me observaba con el odio relampagueando en sus ojos antes de decir:   

—Pues suerte, es una yegua indomable, en media hora solo he podido darle un beso, es mejor que haga de tu vida un infierno

—No vuelvas a referirte a ella de ninguna forma, ¿OÍSTE? — le dije para después proceder a liberarla y cargarla sobre mis hombros. En el momento exacto en que la cargue perdió el conocimiento, era más que evidente que el cansancio en su cuerpo era extenuante. 

Estaba a punto de marcharme cuando con voz rota escucha que ese…elemento me decía:

—¡Por favor, no..n-o le hagas daño en mi familia ni le digas a nadie de su existencia!; nunca ni un millón de años espere ver lo que estaba sucediendo: ver a uno de los nuestros rogando; pero lo comprendía a la perfección, yo también había rogado por ellos, solo que no había sido escuchado. La mujer que amaba y mi hijo habían terminado sin vida, arrastrándose en consecuencia a una dimensión tan profunda de oscuridad, una que nunca pensé conocer, no imaginaba que existía.

—¡Te doy mi palabra! — le dije honestamente antes de proseguir mi camino. Vi que todos me observaban con las cejas levantadas en gesto interrogativo, los ignoré, primero no estaba de humor para contestar sus preguntas y segundo no tenía ninguna respuesta para ellas.

 

 

Casi una hora después llegamos a casa en silencio, me encargué de higienizar su rostro, y de dejarla en el rostro continuo al mío.  Estuve tentado de dejarla en mi habitación, pero quería amanecer con vida, así que solo la arrope y velé su sueño en un sillón hasta que yo también caí en brazos de Morfeo. ¡Maldita sea, me sentía como un niño y lo peor de todo es que de seguro dejarme guiar por mis impulsos como lo había hecho de seguro traería consecuencias funestas!




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