La adrenalina recorría todas mis entrañas mientras aguardábamos la llegada del hombre de confianza de uno de los principales hombres de la mafia, “Edgar”. Este era como una especie de regidor que velaba para que todos los mafiosos del país cumplieran nuestras reglas, la cual se resumía en una sola: cumplir la palabra dada en nuestros tratos.
Su presencia solo significaba dos cosas: la primera que estábamos en problemas y la segunda que alguien, probablemente el mismo imbécil con quien Paolo se había marchado, nos tenía en la mira y quería vengarse por los desplantes que directamente le habíamos profesado.
Me imagino que muchos pensaran que ser mafioso era no cumplir ninguna regla, pero no era así, el orden era necesario aun en nuestro mundo. Una sola palabra de Edgar en nuestra contra y todos seríamos historia.
Lo que habíamos hecho de arrebatarle a Lucy después de que mi padre se la “obsequiara” para cerrar un trato era faltar al pacto que habíamos formado, eso solo lo podíamos justificar diciendo que se trató de un error y de que la “fierecilla” en realidad era mi pareja.
Estaba entre la espada y la pared, sin embargo, no podía echarme para atrás, solo sería una mentira que tendríamos que mantener por unos meses hasta que todo se olvidara, el detalle era convencer “a la invitada de confianza” que todo era por su bien.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando Edgar y su mini ejército de 10 hombres hicieron acto de presencia. Su mirada era oscura y algo siniestra, tenía tatuajes por todo su cuerpo y por su apariencia debía de rondar unos 55 años. No voy a ocultarlo, el miedo paralizó mi espina dorsal y estoy seguro de que los demás estaban igual o peor. Una sola llamada suya y todos los nuestros vendrían con gusto a llenarnos de plomazos.
—Vaya queridos amigos, hasta que por fin se me hace conocer su casa, debo reconocer que es acogedora —dijo en un tono fingido de cordialidad
—¿A qué debemos el honor de tu visita? —dijo mi padre en un tono que denotaba calma, pero que sabía perfectamente que era todo lo contrario
— Bab, no somos muchachos, saben perfectamente a lo que vine
—Es cierto, no obstante, todo es un malentendido —dije con una seguridad que para nada sentía, un paso en falso y todo lo que apreciaba moriría.
—¿Ah, sí? —preguntó levantando una de sus cejas mientras encendía un habano
—Sí, ella es mi mujer, ese imbécil la vio y la codicio, intento crear todo este jaleo, pero ella es mía
—Suena interesante, aunque a mis oídos llegaron otra información —aseveró mientras me observaba detenidamente y sus hombres no tenían reparo en lucir sus armas.
—Es obvio que es una confusión, después de todo Caleb no se hubiera quedado de brazos cruzados de tener la razón —dije en un tono tan convincente que no dejaba lugar a dudas
—Sabes eso es justamente lo que quiero preguntarte: ¿él intentó robarte a tu mujer y tú no le hiciste nada? Eso es…sospechoso e incomprensible.
—No le hice nada porque todo se trató de un error. Se llevó a mi pareja por error, además de que no hizo... nada lamentable
—JA, JA. ¿En serio eres un mafioso? ¿Me estás diciendo que un sujeto se llevó a tu hembra, pero como todo se trató de un error, no le harás nada?
—El que seamos mafiosos no implica que siempre debemos comportarnos como animales. Todo fue un lamentable error con un socio de años. Ella es mi mujer y yo decido qué repercusiones aplicar en cuanto a lo sucedido. —dije con una furia contenida. Nunca en toda mi vida había deseado asesinar a alguien como ahora, ¡ese maldito con su arrogancia había colmado mi paciencia! Pero no podía hacer nada más que fingir.
Quiero verla —exclamó después de analizar mis palabras, provocando que el aire se tensara de repente. Todos habíamos planeado que decir o hacer, pero la fiera aún lo ignoraba todo
—¿Sucede algo? —insistió
—No —le contesté rápidamente, en breve voy por ella. Camine con pasos apresurados mientras ya podía imaginarme cómo se pondría. Mi padre me dedicó una mirada significativa mientras Joe parecía estar preparado
—¿Pasa algo? —preguntó en cuanto me vio, ¿ese señor volvió por mí? —insistió alarmada
—No, nada de eso, por favor cálmate
—¿CÓMO RAYOS PIDES QUE ME CALME?
—¡Pues si no lo haces no sabrás lo que está sucediendo!
—¡Estoy calmadísima! —dijo en un tono irónico y que no admitía reproches. La miré tendidamente sin saber cómo decirle lo que estaba sucediendo hasta que sonó una alarma en mi cabeza, haciéndome recordar lo que estaba sucediendo
—En nuestro mundo hay reglas y una de ellas impide que te raptáramos del hombre con el que estabas, sería una traición a nuestra palabra a menos que fueras mi…pareja
—¡EL QUEEEEE! —el potente grito que pronunció retumbó por toda la habitación y amenazó con dejarme solo, ¡como un ser tan pequeño podía tener semejantes pulmones!
—Pues tendrás que fingir ser mi pareja
—¡No lo haré, todo es culpa del ogro de tu padre! ¿Cómo se atrevió a tratarme como si fuera una simple mercancía? —dijo con los ojos cubiertos de un dolor tan agudo y profundo como nunca había visto antes
Me sentía fatal por lo que estaba a punto de hacer, pero no tenía otra opción, la vida de mi padre y la de todo el grupo pendían de un hilo. Sin pensar dos veces la llevé cargada sobre mis hombros mientras ella maldecía a mis nietos y a toda la generación que saldría de mis lomos
—Ella es mi dulce Lucy, cómo ve toda una flor —dije una vez llegamos a la sala y la deposité sobre sus pies
—¿Así que tú eres quien ha causado tal revuelo? —le preguntó una vez la tuvo enfrente
—Lo único que ha causado revuelo es su salvajismo y criminalidad —respondió tan sagaz y con su lengua filosa
—Pareces molesta, ¿acaso es porque tu hombre no asesinó a Caleb? —todos contuvimos el aliento ante esa pregunta, ¡rayos llevarla cargada y apresuradamente no había sido un buen plan! —¡No le deseo la muerte a nadie, pero no negaré que me gustaría que ese infeliz recibiera un poco de todo el mal que ha causado!