En las redes del Amor

Capítulo 7: 2 La otra cara de la moneda

 

No podía dar crédito alguno lo que estaba sucediendo, Lucy había disparado. Afortunadamente, esta bala sólo había rozado la mano de Joe, haciéndole sangrar al instante.

Mientras mi padre y yo nos observamos sorprendidos, los ojos de Lucy eran llenos de culpa, de una culpa tan intensa, que inmediatamente arrojó el arma al suelo para acercarse a Joe y preguntarle si estaba bien, entre muchas otras incoherencias que en su nerviosismo pronunciaba:

—¡No puede ser posible!, ¡solo quería que pasara cerca de tu brazo, no que te hiriera! ¡No debí de fallar! ¡Te juro que no quería herirte! ¡¿Por mi abuelita santa no vas a morirte verdad?! ¡Por favor no te mueras, no quiero convertirme en una asesina, solo quiero encontrar a mi hermana!

—¡Estoy bien, solo ha sido un leve rozamiento! —dijo Joe en un tono totalmente comprensivo mientras mi padre y yo aún no sabíamos qué actitud tomar, ¡era totalmente increíble, ella había entrado a nuestro despacho y nos había apuntado con un arma!

—¿Se puede saber que ´pretendías demente? ¿Acaso estás loca? ¡Pudiste matarlo! —dijo totalmente enfurecido mi padre cuando fue capaz de recuperar el habla mientras yo continuaba en mi mutismo.

—¡No, no estoy loca, y sé que lo que hice no estuvo bien, pero todo es culpa de ustedes! ¿Sabe lo desesperante que es no saber dónde está un ser querido? —dijo con un dolor y una amargura intensa, su pregunta me había vuelto a trasladar a la época en la que había buscado desesperado el paradero de Lorena, la entendía a la perfección. Debería sentirme molesto, pero entendía demasiado bien sus palabras y el sentimiento profundo que se escondía detrás de ellas.

—Nada…

—¡Basta, padre, afortunadamente no pasó a mayores, yo me encargaré!, le dije a mi padre no como su hijo sino como su jefe y él comprendió a la perfección mis palabras. ¡Sólo había sido un susto!

—¿Seguro hijo? —me preguntó en tono burlón, provocándome una leve confusión por su carácter tan enigmático.

—Claro que si, después de todo, ella solo ha demostrado ser capaz de ser una Taveras —dije tranquilamente, para ver como ambos salían y me dejaban con la fiera. Así que mientras Joe sería atendido yo debería encarar a la fierecilla.

—¿Pretendías matarnos? —le pregunté una vez que estuvimos solos

—¡Todo es tu culpa, me mentiste! — dijo de forma abrupta

—¿Mentirte es ofrecerte mi ayuda? —le repliqué

—Todavía tienes la cara dura de mentirme, escuche perfectamente cuando ese Joe te pregunto si me dirías el paradero de mi hermana. ¿Te gusta verdad?, sentir que tienes el control sobre las vidas de los demás? Sentir que tienes el control y que todo se tiene que hacer como dices.

Cada palabra que salía de sus labios era como una especie de puñalada que iba directo a la inmensidad de mi corazón, si es que tenía.

—Sé bien dónde está tu hermana, pero iremos por ella pasado mañana —le dije abruptamente sin saber lo que decía, producto de la enorme culpa que empezaba aplastarme tras sus palabras y mirada acusadora

—¿Hablas en serio? —me preguntó con sus ojitos llenos de una mezcla extraña de esperanza e incredulidad

—Si

—¿Y cómo sé que es verdad? —preguntó en tono totalmente altivo provocando que mi paciencia y mi compasión se fuera al traste en un solo segundo

—¡Sabes que, vete al demonio!, no importa lo que pienses, tú eres la que está en mis dominios, en mi poder, no tengo por qué tratar de convencerte, eres tan insignificante que podría aplastarte en un segundo, así que puedes irte ahora mismo —le dije presa de toda la furia que sentía en mi interior para después marcharme inmediatamente.  

Ella provocaba emociones en mí que por mucho tiempo creí muertas y ahora que descubría todo lo contrario, no sabía cómo enfrentarme a ellas. ¡Estaba furioso por sentirme como un niño indefenso ante ella, está furioso por decirles cosas sin ni siquiera pensarlas como lo que le había dicho de su hermana! ¡Estaba molesto porque, aunque ella era mi rehén, era ella quien me tenía en sus manos!

 

 

Al día siguiente estaba en el cuarto de Joe, necesitaba realizar una de las cosas que se supone que un mafioso nunca hacía: pedir disculpas.

 —Joe, y-o-o-h — inicié a decir, pero él me frenó en seco

— Después de la bala de tu fiera, por favor no vengas a provocarme un coma diabético —dijo antes de realizar un movimiento que me decía claramente que no tenía nada que perdonarme porque ya lo había hecho. Era irónico mientras salía de su habitación, no podía dejar de analizar que la peor prisión era donde uno mismo se colocaba. Todos me tenían y pensaban que era un ogro, solo Joe sabía que todo no era más que una simple fachada.

 

Luego me dirigí directo a mi habitación siendo seguido por Lucy, al parecer después de lo de ayer, ya entendía quién era quién tenía el mando. 

—Yo solo vine para preguntar si sigue en pie lo de mañana —me pregunta en un tono totalmente seguro, pero su lenguaje corporal me dice todo lo contrario, está nerviosa y tiene toda la razón para estarlo. 

—Pensé que ya no estarías aquí —le dije para molestarla, logrando mi objetivo cuando un fortísimo color carmesí tiño sus mejillas.

—Y-o-oh he decidido aceptar tu ayuda

—Bien, me parece sabia tu decisión y respondiendo a tu pregunta, si iremos, pero antes debemos prepararnos

—¿Prepararnos? —me preguntó con sus ojos abiertos como platos

—Por supuesto, se supone que somos pareja, así que debemos saber todo el uno del otro

—No es necesario, ya sé lo suficiente: eres mafioso, asquerosamente rico, no tienes el acento, pero de seguro debes ser descendiente de italianos o rusos. —Tras sus palabras no pude evitar que una fuerte carcajada escapara de mis labios

—¿Descendiente de Italianos o rusos?, ¿Por qué?, ya veo que ves muchas películas

—¡Pero los mafiosos siempre son rusos o  italianos! —exclamó como si fuera imposible que hubiera fallado en su respuesta




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