En las redes del Amor

Capítulo 8 : Inicios

Lucy

Abrí mis ojos con el sentimiento agudo de que algo terrible había sucedido, sentía que en cualquier momento me iba a reventar la cabeza.

Cerré los ojos como si con ello pudiera controlar el dolor, fue entonces cuando recordé. Cuando recordé todo lo que había pasado, todas las palabras que Stayci, aún no podía creer todo lo que había sucedido, me costaba mucho aceptar mi realidad.

Pero no me segaría, no podía, Stayci era muy terca, tendría que darle el tiempo para que se diera cuenta del tremendo error que estaba cometiendo, era muy joven, aún era una niña, pero lamentablemente me sentía atada de pies y manos.

Gruesas y enormes lágrimas descendieron por mis mejillas al darme cuenta de que todo lo que había hecho había sido en vano, había arriesgado mi vida de forma inútil creyendo que Stayci estaba en peligro, y aunque efectivamente así era, era por voluntad propia.

La amaba con locura, era mi única familia, pero no podía cometer una locura que acarreara con nuestras vidas.

¿Qué haría ahora? ¿Cómo podría vivir sabiendo que mi hermana corría un constante peligro? Los litros de desesperación corrían intensamente por mis venas, pero había un rastro de cordura en mí, sabía que no podía hacer nada más que esperar.

 

Me levanté, me asee y me preparé para salir de aquella mansión a la cual había ingresado engañada, pese a que sabía que había actuado segada por la preocupación, estaba avergonzada, los había acusado injustamente.

Caminé con los enormes litros de derrota adornando todo mi cuerpo, había renunciado a mi trabajo, había dejado mi casa, había arriesgado mi vida y todo para irme con las manos vacías, al menos sabía que estaba viva.

Sentí una fuerte opresión en el pecho al saber que donde quiera que estuvieran mis padres estarían profundamente avergonzados, no había podido cumplir mi promesa de cuidarla y protegerla, no lo había logrado y tendría que cargar con esa culpa hasta que lograra recuperarla.

 

Toqué sutilmente la puerta de la habitación de …, no estaba del todo preparada para lo que tenía que decirle, pero debía ofrecerle una disculpa.


 

No había logrado pegar un ojo en toda noche, no cuando aún podía ver y sentir el dolor de Lucy frente a mí, ¿Por qué me importaba tanto lo que le pasaba a esa chica?, seguro era porque me la recordaba tanto a ella, pensé con una tremenda sonrisa en mis labios, había pasado mucho tiempo, pero aún seguía recordándola como el primer día, ella había sido el soplo de aire fresco en mi vida, mi única oportunidad de ser un hombre normal, dueño de sí mismo. La noche anterior me había sentido morir cuando se desmayó justo antes de que un vehículo la atropellara, golpeándose fuertemente por el impacto. Mi corazón se había paralizado, y si, había temido lo peor: ¡perder de nuevo a un ser querido!

 

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la vi entrar impetuosamente a mi habitación, se veía algo cabizbaja, pero no tan mal como esperaba que estuviera. Sus ojos recorrieron toda mi habitación, estaba avergonzada, el fortísimo rubor que teñía sus mejillas me lo confirmaba, ¿pero por qué?

—Vine a disculparme —balbuceo repleta de nervios

—¿Y a qué debo el honor? —le pregunté levantando una ceja

—A todo, haberlo abofeteado, por  …todo

—Bueno…

—Me marcho —dijo abruptamente

—¿Quée? —no pude evitar exclamar en automático

—Sí, estaba aquí para recuperar a mi hermana

—¿Y ya te rendiste?

—No, pero tal como dijiste, esto no es una novela, ella regresará cuando entienda que es lo correcto, por ahora solo puedo esperar y rogar que entienda la realidad antes de que sea demasiado tarde. Bueno eso fue todo, gracias, me marcho —dijo antes de salir tan abruptamente como había entrado, dejándome inmenso en un profundo mar de dudas y sentimientos tan inmensos que no podía explicar.

No tenía palabras para describir o pintar con palabras lo que estaba sintiendo, pero sentía estar viviendo una especie de deja vu, de repente tenía a Lorena en frente de mí diciéndome que se marchaba otra vez.  La respiración empezó a faltarme y todas las fuerzas me abandonaron por completo. Intenté moverme, pero no podía hacerlo, solo pude quedarme estático sin poder analizar lo que me estaba sucediendo ni escapar de esas emociones. 

Lo peor es que ni siquiera podía retenerla con la excusa de que todos creían que era mi pareja, pues le había dicho que mi palabra era suficiente, y que en todo caso podría alegar que la había enviado a otro lugar por seguridad. ¡Maldita sea porque no pude mentirle también en ese aspecto! ¡Porque tuve que ofertarle la oportunidad de irse!


 

Minutos más tarde, mi padre, hacía acto de presencia, me observaba de forma extraña como si temiera decirme algo

—¿Pasa algo?, dilo ya sin temor

—Te noto distinto, ¿es por esa fiera verdad?

—No sé a qué te refieres

—Pero yo si soy tu padre, y desde que los…perdiste nunca habías vuelto a ser como ahora. Esa fiera me impacienta, pero si quieres que esté a tu lado

—No eres tú el que me ha dicho, que nunca me enamore

—Y lo sostengo, nadie ha hablado de amor, pero puedes retenerla hasta que lo desees, hasta podía darnos a mi nieto

—Como si fuera

—Hijo, ya sé que piensas distinto, y tal vez esa fiera me haga arrepentirme, pero no la dejes ir hasta que veas lo que sientes por ella.

Vi cómo se marchaba mientras mi mente era víctima del más grande caos que había padecido en toda mi vida, lo peor de todo es que no sabía qué hacer.

Salí de la habitación para verla salir de mi vida, tal como...ella lo había hecho, parecía estarlo viviendo nueva vez solo que, con más intensidad. Sin darme cuenta mis pies cobraron vida propia y de pronto estaba en su habitación, ahí frente a ella. ¡Era tan bella, no de la forma tradicional, sino de una forma más exquisita, una forma que nublaba mis sentidos y me hacía sentir y pensar cosas que pensaba jamás volvería a sentir, no…después de que los perdiera!




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