Pude palpar las miradas sorpresivas de todos en mi espalda, sobre todo la de esa…llamada Ann. Nunca me había considerado como una mala persona, pero debía confesar que estaba disfrutando al máximo todo mi plan de venganza, Enrique y ella pagarían las humillaciones que me habían causado.
—¿Puedo saber a qué viene tanto cambio? —me preguntó Enrique con una mirada enigmática, maldito, no pude evitar maldecirlo, no, cuando había estado a punto de creer que..., no, ni siquiera valía la pena pensarlo, ahora se habían invertido los papeles, ahora sería yo quien jugaría con él y lo dejaría en ridículo. Sería su esclava, pero él se arrepentiría.
—Solo estoy pensando que, ya que me toca porque no disfrutarlo, además estoy segura de que el largo tiempo que permanezca acá puede ser interesante.
— ¿El largo tiempo? —repitió consternado y con un aire de alegría en su mirada
—Si —le conteste con un tono de voz fingido de dulzura
—¿Por qué todo esto me parece tan extraño? —me demando
—Por qué lo es, la forma en que entre a tu vida, como nos conocimos y sobre todo como me salvaste, además no sé cómo explicarlo, pero la forma en la que me miras es totalmente diferente — no podía terminar de creer las palabras que habían brotado de mis labios. Por un segundo, solo por un segundo, al ver la mirada llena de nostalgia que me había dedicado me había arrepentido, pero recordé todas las palabras que había profesado de mí y en mi interior renació la ira con la potencia inicial, él solo era un farsante, un delincuente que se cree ser una divinidad, yo me encargaría de recordarle su humanidad, me aprovecharía del recuerdo o del parecido que tenía con su ex, ¡me las pagaría todas y con creces!
Mis pensamientos abandonaron mi cabeza, cuando sentí sus fortísimas manos en mis caderas, un jaleo involuntario escapó de mis labios mientras una corriente eléctrica inundaba todo mi cuerpo. Automáticamente, elevé mi rostro para quejarme, pero al encontrarme con su mirada, una mirada tan profunda, tan nostálgica, tan llena de sentimientos encontrados, no pude hacer más que perderme en su mirada y autocuestionarme de si estaba tomando la decisión correcta. Mi corazón y mi mente me decían que no, pero mi sed de venganza y mi orgullo no admitían el más mínimo grado de retroceso. ¡Esa Ann me había recordado mi pasado y todo era culpa de él!
A lo largo de mi vida había tenido innumerables fiestas, celebraciones de distintas clases, y nunca las había disfrutado, ni siquiera en mis primeros cumpleaños, donde mi mamá aún estaba a mi lado, ni siquiera en ese entonces había podido disfrutar porque sencillamente no podía “estar tan feliz como una niñita, debía comportarme como el Taveras que era”. Pero toda la tristeza y la lejanía que había sentido en aquellas fiestas estaba siendo opacada por la alegría inmensa que estaba sintiendo al tenerla en mis brazos, observándome con sus ojos inmensos de color café. ¿Cómo era posible que un solo momento pudiera minimizar al extremo todos los demás? ¿Cómo no me había reclamado nada? ¡Rayos, nunca pensé que todo se solucionaría con rosas, le enviaría un ramo distinto todos los días!
Mi mente amenazaba con realizarme preguntas incómodas que no podía responder, pero no le di oportunidad alguna, no me importaba si me estaba comportando como un auténtico idiota, me permitiría volver a sentir, volver a vivir…
Horas después estaba en la soledad de mi habitación, pero en esta ocasión no estaba combatiendo con los demonios que a menudo combatían con mi pobre ser, no estaba recordando el pasado ni anhelando vivir en él. Tampoco había ninguna lágrima traicionera rodando mis mejillas, en cambio, una enorme y tonta sonrisa adornaba todo mi rostro. Aún no podía creer todo lo que había sucedido, cerré mis ojos con vehemencia, fruto del temor, pues tenía miedo de abrirlos y descubrir que todo había sido un hermoso sueño, producto de mis anhelos y por ende contrario a la realidad.
Lucia
Estaba acostada, un fuego intenso se había apoderado de mi corazón, mi plan ya había dado inicio y había obtenido los resultados que había esperado, ¿entonces por qué me sentía como una basura? No, me regañé a mí misma, no era ninguna basura ni tampoco malvada, solo estaba haciendo un poco de justicia, justicia por todo el daño recibido.
No pude evitar que una gruesa y enorme lágrima rodara por mis mejillas al recordar que no era la primera vez que un hombre jugaba con mi vida, esta ocasión era distinta sólo porque no iba a permitirlo.
Estaba a punto de dejar mis pensamientos a un lado y descansar cuando escuché que alguien tocaba la puerta, pensé que era Lorena, así que le abrí, solo que al abrirla no era ella quien estaba, sino Ann, quien me observaba con un auténtico odio relampagueando en sus ojos.
Me preparé para divertirme con sus reclamos.
—¿Se puede saber qué fue lo que sucedió en la fiesta? ¿A qué rayos estás jugando con eso de ser la mujer de Enrique? —En otras circunstancias hubiera sentido lástima por ella, hasta me hubiera sentido identificada, pero en ese momento no podía más que disfrutar su cara de fastidio y sorprendente derrota.
—¡¿No vas a responderme?! —insistió
—¡No tengo tiempo para perderlo contigo, además estoy muy cansada, así que si me haces el favor…! —le dije con voz irónica con la clara intención de lastimarla
—¡Óyeme bien, no permitiré que me quites a mi hombre! —dijo como una gata en celo mientras me jaloneaba del brazo derecho
—¿Tu hombre?, al parecer además de problemas de memoria tienes problemas de audición, ¿acaso no oíste, no viste lo que pasó? ¡Yo soy la pareja de Enrique!
—¡Mira!
—¡MIRA NADA! —la interrumpí mientras con la fuerza de mi enojo la expulsaba de la habitación
—¡Maldita me pagarás esto! —bramo como una loba
—Tú, en cambio, ya lo estás pagando —le conteste.