En las redes del Amor

Capítulo 14: Dudas del Corazón

Me sentía…no, en realidad no tenía palabras que pudieran describir el estado en el que me encontraba, estaba debatiéndome entre la estupefacción, el orgullo y una inmensa alegría boba que hace años no sentía y que solo había sentido con…ella.  

La noche anterior no solo había sido especial sino también repleta de sorpresas. El haberme despertado en plena madrugada y vislumbrar la escena nítida de Lucy golpeando salvajemente a Ann había sido de ensueño.  Sin saberlo Ann había dejado bien en claro que la pequeña era capaz de defenderse y cuidarse por sí misma, esto último había inflado mi pecho de orgullo, sirviéndome a la vez de excusa para no pensar en las incómodas preguntas que amenazaban con azotar mi mente.


 

Ann

Maldita, ¡mil veces maldita! ¡Esa zorra me las pagaría todas con creces! No solo parecía haber captado la atención de Enrique, sino que además había tenido la osadía de golpearme. Todavía podía sentir la furia bullir dentro de mí y la estupefacción que sentí cuando me golpeo. Pensé que era una blanca palomita, pero esa maldita coja me había golpeado salvajemente.

¡Si, la primera mujer que me golpeo es una coja y enana! Pero rayos me las pagarían todo, incluyendo a esa rata de biblioteca de Lorena y ese imbécil de Joe. Por su causa terminé confesando todo, lo que provocó que por primera vez mi padrino me golpeara, ¡eso había sido lo peor!, sabía muy bien que si no fuera por Enrique me hubiera echado hace mucho tiempo.

Con esa idea en la cabeza me dirigí al despacho, solo que en el camino me encontré con la sosa de Lorena, los deseos arduos de ponerle fin a su vida se apoderaron con ímpetu de mí. 

—A-n-n—dijo como la rata asustadiza que es

 

—Sí, la misma, que bueno que te veo, dime, ¿por qué no obedeciste mis órdenes? ¿Eh? 

—Y-o-h, hice lo que me dijiste, y-o-oh

—¡Cállate, te ordene que hicieras algo y no lo hiciste! ¡Pero ni te preocupes, te daré una oportunidad para que te redimas!


 

  

Caminaba por el jardín mientras mi mente continuaba en su caos interno cuando la vi, tan bella y tierna como siempre, en rostro figuraba una enorme sonrisa y esto basto para una similar figurara también el mío. De repente me quedé contemplándola como un lobo acecha a su presa, estaba fascinado viendo

como cada rayo de sol acariciaba su piel, como sus lindos ojos marrones se perdían observando las flores.  Todo era perfecto antes que viera como mi padre se interponía en su camino, no sabía cómo explicarlo, pero sentí un sonido de alerta y sin darme cuenta estaba junto donde estaban ellos.

—¿Sucede algo? — pregunté, observando directamente a mi padre, quien tenían su mirada puesta en Lucy, y esta a su vez tenía una postura tensa, como si el temor paralizara su cuerpo

—Nada, solo le estaba preguntando la naturaleza de sus sentimientos por ti —dijo mirándome en esta ocasión de forma analítica

—¿Y qué contestó? —pregunte en un tono casual cuando la realidad era completamente distinta

—No ha dicho nada, pero se puso muy nerviosa y eso solo puede significar una cosa… —dijo mientras Lucy se tornaba tan pálida como un fantasma

—Quiere decir que la joven no pudo resistirse a los encantos de un Taveras, tenía mis dudas, pero después de lo anoche no me queda ninguna, les doy mi bendición —dijo esto y se marchó, dejándonos solos, dejando mi corazón en un completo caos, ahora ya no había vuelta de hoja.

—Y-ooh —intento decir, pero calló de inmediato —sé lo que sientes por mí, lo veo en tus ojos, seré honesto, sería hipócrita decir que te amo, pero si eres especial para mí, aprovechemos este mes juntos y luego nos despediremos con un grato recuerdo —las palabras brotaron de mis labios como una petición desde lo más profundo de mi corazón. Anhelaba con desespero recibir ese poco de aire fresco que ella representaba en mi vida, quería una especie de tiempo fuera en ese infierno que llamaba vida.

No, no era amor, en definitiva, no podía poder volver a perderme en ese sentimiento tan obtuso y falso, no podía volver a navegar en ese mar de ilusiones tan infundadas.  Cimentadas en esa esperanza boba que te hace creer como el más puro de los dementes que todo irá bien aun cuando el mismo infierno se esté abriendo sobre tus pies.

 

No solo no podía estar enamorado, sino que no debía, no traicionaría su memoria de esa forma, no podía, no podía dejar que mi corazón volviera a latir de dicha plena mientras…mientras ellos eran enterrados en el olvido, mientras con cada segundo que pasaba el mundo ingrato se olvida de su existencia. 

Me perdí en su mirada perdida y nerviosa, si tan solo ella supiera la batalla tan inmensa que estaba lidiando dentro de mi ser, un ser lleno de oscuridad, una oscuridad eterna, que una vez creyó ver la luz, pero que luego descubrió la crueldad de la realidad: era un prisionero, y mi prisión no tenía salida, había entrado en ella con mi nacimiento y nunca escaparía de ella. Pero eso no me impediría fingir ser un iluso y de vez en cuando soñar.

— Y-ooh —intento decir, pero yo coloqué mis manos sobre sus labios, y le sonreí, con una sonrisa que no admitía réplica ni negativa.

—Quiero invitarte a un lugar muy especial, así que vamos

—¿Quee? —contestó con sus cejas fruncidas 

—Tú solo déjate llevar, ya verás lo que quiero mostrarte.



 

Lucy

Por primera vez  había comprobado que el corazón podía salir del cuerpo humano sin ser necesario una operación. Era justo lo que me acaba de suceder, primero con el señor Fernando y ahora con Enrique.

Este último no dejaba de observarme como si de verdad fuera…importante, bueno, eso era lo que había pensado antes de que me dijera sin tapujos de que no estaba enamorado de mí.

Sentí algo ardiente atravesar mi corazón, debería sentirme mejor porque solo saldría herido su orgullo cuando descubriera que solo era una venganza, pero lo cierto era que no había sido de esa forma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.