Un día había pasado desde que había reafirmado mi pacto con Axel, quien por algún motivo que aún desconocía había pospuesto nuestro plan. Una parte ingenua de mí se alegraba, aún buscaba alguna explicación que justificara toda maldad de Enrique. Pero mi mente se oponía rotundamente, sabía que debía de vengarme, si no siempre sería la ingenua incapaz de defenderse.
Me vestí con uno de los vestidos sexis que …me había ayudado a comprar. Enrique me había notado extraña y había decidido que saldríamos al final del atardecer. Todavía recordaba su cara de preocupación al preguntarme que se había hecho, que me habían molestado, con sus ojitos repletos de anhelo y temor.
Por un segundo había sido tan ingenuo de emocionarme y sentir culpa, pero en seguida mi memoria se había hecho presente. ¡Era un farsante de primera! Lo peor es que no tenía necesidad de hacerlo, fácilmente podía obligarme a lo que quería, pero no, no le interesaba. Solo deseaba jugar a ser dios conmigo, pero yo le enseñaría esta vez, sin importar el poder que tenía, solo era un humano, como yo.
Dejé mis pensamientos y salí a tomar un poco de aire en el jardín. No debería estarlo, pero lo cierto es que estaba nerviosa por la salida que tendría con Enrique. ¿Y si…quería que las cosas fueran más lejos entre nosotros?, después de todo era que cualquiera en su lugar hubiera hecho.
Aún no podía terminar de comprenderlo, sabía que era un farsante, pero no comprendía aún la dimensión de su falsedad. A veces parecía estar sufriendo, otras con miedo de tener sentimientos y en otras era tan frío como un robot. ¿Cuál de todas sus facetas era la real? ¿O todas formaban parte de su gran falsa?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por nueva vez cuando me encontré con su padre. Tenía una mirada serena, demasiado para mi gusto. Me observaba como si de repente estuviera comprendiendo algo que antes había ignorado. ¿Qué se supone que debía de sentir por él? Ciertamente, era igual que su hijo, pero al menos había abogado a mi favor.
—¡Pareces un hada que ha perdido sus alas con esa mirada! —dijo algo sonriente
—Tal vez lo soy —le contesté, queriendo decirle también que ya estaba al tanto de los planes de su hijo y que cobraría venganza por ello.
—¿Ah sí? ¿Podrías decirme el motivo?, después de todo ahora…somos parientes
—Nada en específico, solo que a veces posponemos demasiado la felicidad sin motivo alguno
—Tienes razón —contestó con una mirada nostálgica, como si hubiera dicho una gran verdad muy profunda
Axel
Mi plan estaba marchando mucho mejor de lo que esperaba, la bobita que tenía cautivado a Enrique estaba dispuesta a ayudarme. Debía de reconocer que tenía carácter, no era una belleza despampanante como …ella, pero tenía lo suyo.
Nunca pensé que la suerte me sonriera de tal forma, que por fin vería la oportunidad de destruir a ese imbécil que arruinó mi vida. Pero todo estaba a mi favor ahora, la fiera estaba ardida con él, que convencerla de que era un don juan y que merecía un escarmiento para que no jugara con más chicas. ¿Quién lo diría?
Todos mis intentos por destruirlo habían sido infructuosos, pero él mismo había llevado a la persona que sin saberlo me ayudaría a llevar a cabo mi venganza. Porque esa boba pensaba que lo que le haríamos a Enrique era mucho menor de lo que en realidad sería, claro que no le había dicho la verdad, sobre todo, ya que la muy tonta ya se había echado atrás.
Al parecer había escuchado cuando Enrique planeaba dejarla ir, como era de esperar había supuesto que no le importaba, ja, si supiera, pero yo sería quien la sacara de su error, al contrario.
Una sonrisa se coló en mi rostro, mientras el aire fresco revoloteaba mi pelo, y mis sentidos eran inundados por el sonido más dulce que había escuchado jamás, era el sonido de la venganza, de una venganza que había tardado en llegar, pero que por fin vería la luz.
Después de la medio plática que había sostenido con el padre de Enrique, me había dirigido a mi habitación, en unas horas saldríamos, y no sabía por qué, pero me sentía muy nerviosa, además de poseer un presentimiento como si algo muy malo fuera a suceder.
Seleccione el vestido con el que saldría y seguí navegando en el mar tortuoso de mis pensamientos. Los mismos fueron interrumpidos cuando alguien tocó la puerta, al abrirla, me encontré con Lorena, quien tenía una mirada triste y llena de arrepentimiento.
Algo en lo más profundo de mi ser me decía que de verdad estaba arrepentida, pero, por otra parte, ya había creído en ella y me había traicionado.
—¿Se puede saber qué haces aquí? —le pregunté en un tono para nada amigable
—V-ine a pedirte perdón, a explicarte
—En realidad no hay nada que explicar, ¡me mentiste!
—Y-o-oh, por favor déjame explicarte —rogó
—Yo soy la que te ruega, quiero que te marches ahora mismo
—P-or favor
—Por favor nada —dije en un tono de acero
—Yo solo quiero una oportunidad —volvió a rogar
—¡ERES UNA FARSANTE, QUIERO QUE TE VAYAS!
—Está bien, ya no insistiré, veo que nada serviría. Pero solo quiero que sepas que no soy ninguna farsante, te ofrecí mi amistad y fui honesta en ello. Si hice lo que hice fue porque Ann me obligo, y-ooh no soy como tú. También estoy aquí obligada aquí, y no porque me retienen contra mi voluntad, sino porque no tengo donde ir.
Me arrepiento de lo que hice, por eso le dije la verdad al jefe cuando me lo preguntó y ahora si me marcho. Me quedé estática ante sus palabras, sobre todo por la pasión y el dolor que había visto en su mirada. Un sentimiento profundo de culpa me había invadido, después de todo tenía razón, al final había dicho la verdad.
Un gran torbellino de emociones se estaba desatando dentro de mí. Nunca pensé que tendría que volver a pasar por lo que estaba pasando en la actualidad. Nunca imaginé que sentiría a mi corazón desgarrarse al rojo vivo por tener que dejar partir a otro ser amado.