—¡Por favor despierta, no te vayas, por favor fiera abre los ojos! —rogué con el alma rota, mientras desesperado lanzaba tiros al aire, deseando que el responsable fuera muerto. No me importaba convertirme en asesino una vez más. Seguí rogando que despertara, pero ella no lo hizo, fue en solo cuestión de segundos que un gran tumulto de personas nos rodeó, mientras el sonido de una ambulancia empezaba a escucharse.
Axel
¡Maldita, mil veces maldita sea, no lo podía creer! Mi plan se acababa de ir al traste. Es que no lo podía creer, estaba que ardía, no cabía del enojo en mí. Aún no podía asimilarlo, todo estaba marchando según lo planeado.
¡Era Enrique quien debería estar muerto, no ella! Si tan solo se hubiera quedado en el restaurante, pero no, tenía como toda tonta enamorada correr hacía abrazarlo, justo en el momento en que me disponía asesinarlo. Era un asesino sin escrúpulos, pero no era ella a quien quería asesinar sino a él.
Lo peor de todo es que ahora todos estarían alertas y debería volver esperar para intentar lograr mi cometido.
Tres días, tres largos días han pasado, desde que la fiera había cerrado sus ojos y no los había vuelto abrir. Había gritado, pateado, amenazado, pero nada había funcionado, ella seguía así, y por el momento no había esperanza de que regresara.
La bala había tocado una parte importante de uno de sus pulmones, había caído en coma de forma inmediata. Lo que más rabia me daba es que el malnacido que la había herido aún andaba suelto vivo, mientras mi fierecilla se iba apagando con cada segundo que pasaba.
Había amenazado de muerte a Ann, pero sabía que ella era inocente, su maldad no llegaba a tanto, pero estaba más que desesperado, no podía vivir con la incertidumbre de que…en cualquier momento pasara lo peor.
A veces llegaba, pensaba que eso era lo peor, vivir con el miedo de que en cualquier momento uno de los médicos me dijera que ya..se había ido, pero luego mi corazón se inundaba de esperanza y era gracias a ella que podía soportar la espera. ¡Ella se pondría bien, volvería a hacerme enojar y a sonreír a la vez!
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando uno de los médicos se presentó delante de mí, su semblante era de preocupación, no mentiré, el miedo dominó sin pudor mis entrañas.
—¿Viene a decirme que ella va a despertarse verdad? —demandé tomándole fuertemente del cuello de su bata
—¡Por favor mantenga la compostura! —dijo en un tono totalmente compasivo que me disgusto por completo, no quería su comprensión, quería que despertara a mi Lucy
—Por favor, estamos haciendo todo lo posible pero lamentablemente….
—¿Lamentablemente qué?, ¡CONTESTE! —le demandé en un tono que de seguro se había escuchado hasta en la luna
—La paciente no muestra señales de mejoría, es….
—¡Yo le diré lo que será lamentable: si ella no llega a despertarse será muy, pero muy lamentable para usted y todos los suyos, así que le recomiendo que cumpla con su trabajo!, ¿Me entiende? —Le dije cegado por el más profundo dolor, y con la amenaza de la desesperanza que comenzaba a poblar todo mi ser, ella no podía abandonarme, no podría soportarlo otra vez.
Solté al doctor, quien me observaba con una mirada mezclada entre la compasión y el miedo. Este último sentimiento porque él al igual que todos sus colegas, sabían a qué me dedicaba y por ende temía mis palabras.
Abandone el hospital dejando a Joe y a dos hombres más frente a la puerta de su habitación mientras me dirigía a la casa. Necesitaba saber todas las informaciones que los chicos habían logrado recolectar, el culpable debía de aparecer ya, no cometería el mismo error que hace años.
Sin darme cuenta ya había llegado a la mansión, en escasos segundos todos los hombres estaban frente a mí, temerosos, como cuando los había perdido a ellos. Su lenguaje corporal me decía a grito que no estaban preparados, que no tenían ninguna información del maldito que había herido a mi fiera.
—Bien, ¿quién será el primero en darme la información obtenida? —demandé en un tono que hubiera asustado a cualquiera, no obteniendo respuesta alguna
—¡NO QUIERO VOLVER A REPETIRLO, ASÍ QUE COMIENCEN HABLAR YA!
—No pudimos obtener ninguna pista que nos condujera al culpable, jefe —contestó uno de los chicos, visiblemente avergonzado
—Al parecer todo fue fríamente calculado, las cámaras no muestran nada —añadió esta vez Ann en un tono que denotaba perfectamente que no estaba para nada cómoda con la situación.
—¿Entonces quieren decirme que ninguno de ustedes no sabe nada? ¿Es eso? —Pregunté en un tono que demandaba una respuesta inmediata
—Sí, señor —contestó el primero que había respondido
—¡Así que ninguno sabe nada! ¡SE SUPONE QUE SOY SU MALDITO JEFE, QUE SU DEBER ES CUIDARME Y HIEREN A MI MUJER Y NINGUNO DE USTEDES SABE NADA! ¡A LO MEJOR NO SABEN NADA, PORQUE UNO DE USTEDES ES EL RESPONSABLE! —dije mirándolos fijamente mientras pequeñas gotas de sudor se hacían visibles en sus frentes.
—¡Yo me encargaré personalmente de hacer su trabajo y cuando encuentre al responsable, no solo él se arrepentirá, sino también ustedes, pero antes les probaré que encontrar a un maldito sujeto no es imposible! Después de mis palabras vi como todos observaban al suelo mientras me dirigía al cuarto de boxeo, necesitaba desquitar toda mi furia y poner en orden mis pensamientos.
Dejé que toda mi furia saliera en cada golpe mientras el caos en mi mente se hacía cada vez más presente. ¿Por qué? ¿Por qué a ella? Era obvio que quien quiera que fuera el responsable, yo era su objetivo. ¿Pero quién seria y por qué? Cierto que tenía uno que otro enemigo, pero ninguno para que llegara a ese extremo tan deplorable de atacarme por la espalda. No, mis enemigos tenían honor y atacaban de frente, el único que no lo había hecho, yacía 7 metros bajo tierra.
Seguí golpeando el saco de boxeo, hasta hacer sangrar mis manos, por irónico que pareciera el dolor físico, era una especie de anestesia para todo lo que estaba sintiendo. Con cada golpe, los recuerdos de nuestro último momento juntos se hacían patente ante mi mente. Debería regresar a la clínica y estar al lado de ella, pero necesita estar lejos, no soportaba verla conectada a esos aparatos, sin que mostrara señal de vida.