En las redes del Amor

Capitulo 18: ¿Decir la verdad?

Sentí algo extraño, como si algo importante estuviera a punto de pasar. Estaba tan intrigado por esa sensación extraña que me estaba embargando que sin querer derrame el café que estaba por tomarme. Genial, pensé, no volvería a la cafetería por otro, aunque con lo que estaba sintiendo era lo de menos.

Varios minutos después escuché un fuerte sonido proveniente del cuarto de la fiera, ¡algo le estaba pasando! Sin pensarlo dos veces fui corriendo a ver lo que sucedía.

Les ordené a los chicos que fueran corriendo a buscar a los médicos ineptos de los médicos. ¡Se supone que debieron darse cuenta mucho antes que yo! Entre en un santiamén en la habitación para encontrarme que una enferma que parecía estar frente al mayor dilema de toda su vida, me preocupe al instante.

—¿Qué pasa? ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué está ahí parada sin hacer nada? —empecé abarrotarla de preguntas, pero justo cuando parecía que iba a emitir respuesta alguna escuché la voz más dulce decir mi nombre.

Me giré enseguida, mientras la torpe de la enfermera corría con un alma perseguida por mil demonios, de seguro era novata.

—¡En-ri-quee! —volvió a pronunciar en un débil susurro, mientras como un auténtico bobo me perdía en su mirada, y los médicos por fin hicieron su entrada triunfal.

Escuché que me susurraron algo, pero solo podía estar perdido en aquella mirada profunda que temí nunca jamás volver a contemplar. Sus ojos se abrían cada vez más, mirándome fijamente hasta que movió lentamente sus labios y me sonrió, fue entonces cuando lo supe: mi alma había retornado a mi cuerpo, ella me había regresado a la vida.

 

 

 

Dos días habían pasado y por fin la fiera estaba de vuelta a la mansión, los médicos no han podido encontrar una explicación para su mejoría, a mí solo me importaba que estaba bien, a mi lado. Todavía no le había preguntado nada contra el atentado, no había querido provocar que tuviera un retroceso, pero ya estaba fuera de peligro.

—¡Bienvenida de nuevo a su mansión y esta vez de forma definitiva! — aseveré mientras la llevaba cargada a su habitación

—Ya estoy casi completamente sana —dijo totalmente sonrojada, lo que provocó que emitiera una fuerte risotada

—¿Te estás burlando de mí? —preguntó fingiendo estar molesta

—Por supuesto que no, jamás cometería tal acción —dije en un tono teatral mientras la depositaba en su cama, acercándome estrepitosamente a sus labios, cuando estuvimos a punto de caernos.

Debería de dejarla descansar o en el peor de los casos preguntarle si había visto al malnacido que la había herido, pero en vez de ello, ahí estaba, parado, observando sus labios, sediento como un errante al ver un pozo de agua en pleno desierto. 

¡Rayos, no comprendía lo que me estaba sucediendo, bueno si! Pero debía controlarme, planear una cena y que esta vez saliera todo bien. Regalarme mil ramos de flores, bailar con ella hasta al amanecer y solo entonces preguntarle sobre la plática que teníamos pendiente. Sí, eso era exacto lo que debía hacer y fue justo lo que no hice, porque de pronto como si mis labios tuvieran vida propia, me encontré pronunciando:

—Ya sé que debería esperar un poco más, pero no puedo, ¿tú también me amas? —pronuncie esto último con el corazón en la garganta y temor de escuchar una respuesta totalmente diferente a la que anhelaba.

—Y-o-oh, tú no me eres indiferente —dijo tan roja como un tomate, y aunque esa no era la respuesta que tanto ansiaba escuchar, el tono en que la había pronunciado, su mirada me había dado la respuesta que tanto había anhelado escuchar, ella también me amaba y como que mi nombre era Enrique Taveras la haría confesarme su amor tal como yo lo había hecho.

Me dispuse marcharme para dejarla descansar, pero justo cuando me encontraba en la puerta, sentí como me tocaba al hombro, al girarme la vi mirándome dubitativamente, hasta que en un arrebato capturó ferozmente mis labios en los suyos, provocando que una muy fuerte descarga de adrenalina se manifestara por todo mi cuerpo. No me importaba que no fuera tan directa con sus palabras si a cambio iba a devorarme a besos como lo estaba haciendo.

 

 

¡Estaba viva, VIVA! No sabía cómo sentirme al respecto, estaba sumamente agradecida con el creador por esta nueva oportunidad, pero el arrepentimiento que embargaba mi ser era tanto que amenazaba con lograr lo que esa bala no había logrado: ponerle fin a mi vida.

Todavía no podía creerlo, pero no me quedaba duda alguna, ¡Enrique estaba enamorado de mí y yo me había aliado con uno de sus enemigos para destruirlo, porque arruinar su honor de mafioso era destruirlo! ¿Cómo le diría la verdad ahora? No tenía valor, tenía mucho miedo.

Porque al igual que él, estaba enamorada, por eso mi sed desmedida de venganza, porque el mandón ya había capturado mi corazón. Pero me negaba aceptarlo después de lo que pasó con Héctor, pero en el momento exacto en que me dijo la verdad, las ligaduras y tormentos que había en mi corazón desaparecieron.

¡Lo amaba, lo amaba tanto que la sola idea de perderlo removía todas mis entrañas! Sentía culpa, vergüenza, por eso no me había atrevido a decirle de frente que lo amaba, porque no tenía derecho, porque había orquestado su mal. En cuanto lo supiera todo, de seguro se alejaría de mí y esta vez definitivamente.

 

 

Después del tremendo beso que la fiera me había dado, me había dirigido al despacho de mi padre, tenía que disculparme con él. Ahora que la fiera estaba fuera de peligro, reconocía que las palabras que le había dicho no habían sido las más certeras, de hecho, había cometido muchas equivocaciones.

Toque sutilmente y espere su indicación de que entrara. Entre como alguien que espera una sentencia de muerte, en efecto la merecía. Era irónico, mientras yo no encontraba las palabras exactas que decirle, él estaba muy concentrado en su laptop, ignorando casi por completo mi presencia.




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