Mis ojos continuaron observando toda la escena con horror, mientras una parte de mí, la más profunda, deseaba que todo esto se tratara de una pesadilla, la más cruel y horrible de todas. Pero no se trataba de un sueño o de un exabrupto de mi mente, ellos seguían ahí, en la misma posición, todo era dolorosamente real.
Stayci estaba con las manos esposadas a la cama, su rostro estaba repleto de huellas de lágrimas, como si hubiera clamado insistentemente por misericordia, sus piernas igual estaban atadas. En el suelo su ropa está desgarrada, hechas trizas y a su lado, estaba Enrqiue, fresco como una lechuga, como si no hubiera…sido responsable de nada.
Unos fuertes y potentes gritos fueron escuchados, luego que habían comprendido que su procedencia había parecido tan cercana, porque había salido desde el mismo interior de mis entrañas. Producto del mismo, tanto mi hermanita como Enrique habían abierto sus ojos, y si antes por alguna tonta razón había guardado un atisbo de esperanza, ahora al ver todo el dolor y la miseria que había en los ojos de Stayci no me quedaba duda alguna. Ahí, presa de la realidad inminente, solo pude hacer lo único que estaba al alcance de mis manos: llorar.
Lágrimas de la más profunda frustración inundaron todo mi rostro mientras con la llave que estaba en la mesita de noche libera a Stayci de las esposas. Enrique observaba todo como si estuviera en una especie de trance, como si en definitiva no pudiera dar crédito a lo que estaba pasando, ¡maldito, de seguro, no esperaba que lo atrapara en su fechoría!
Lo miré con todo el odio que había en mi ser en ese momento por él, con el mismo odio que lo había observado al inicio de todo. Quería golpearlo, reducirlo a la nada, cortarlo en trocitos, pero sencillamente no podía, en ese momento necesitaba hacerme cargo de mi hermana, ¡mi pequeña hermanita!
La cargué como pude a la habitación, mientras observaba todos los moretones de su cuerpo, ya sabía toda la verdad, pero temía preguntársela y escuchar aquello que ya está demoliendo mi alma por completo.
Como pude empecé a higienizar su lastimado cuerpo mientras miles de ideas asesinas poblaban mi mente, fue justo en ese instante cuando lo vi entrar con uno de los médicos que me había atendido en mi tiempo de convalecencia. Deseaba rechazar esa ayuda, pero Stayci la necesitaba. Así fue cuando en un silencio mortal estuve a punto de abandonar la habitación para que el doctor realizara su trabajo, pero Stayci apretó muy fuerte mis manos, tal como cuando éramos niñas y eso fue todo lo que necesité para desarmarme por completo.
Las agujas del reloj siguieron su curso, y con ellas la angustia que crecía dentro de mi pecho. Dentro de poco, algunos de los chicos empezaron a llegar, entre ellos, Joe, Axel, Lorena y por supuesto Ann. El padre de Enrique también había hecho su entrada, todos parecían preguntar con la mirada que había sucedido, pero la tensión que había en el ambiente era suficiente para indicarles que lo había sucedido era grave y que sus preguntas no eran necesarias.
Minutos más tarde
“La paciente presenta desgarre vaginal, además de unos cuantos huesos internos…”, esa había sido la frase que había escapado de los labios del doctor, la misma que había puesto mi mundo de cabeza. Ya no quedaba rastro de duda alguna, ya no había nada que objetar. Esa frase se repitió incesantemente, descuartizó por completo mi corazón. No pude comprender lo que sucedió a continuación, solo sabía que una ira ciega me había invadido.
Por eso me había colocado enfrente de Enrique para golpear su pecho con mis puños. Su padre se quedó lívido mientras yo desahogaba toda mi furia, al tiempo que le hacía una seña a los demás para que se fueran. Esperé escuchar alguna palabra de defensa a su favor o que intentara detener mi ataque.
No sabía el tiempo exacto durante el cual golpeé su pecho, solo sabía que mis puños estaban lastimados al punto de sangrar, así que, aunque quería continuar, tuve que parar. Cuando mi ataque cesó, mi visión se tornó nublosa, producto de las gruesas lágrimas que invadieron mi rostro.
—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué LO HICISTE? ¡ELLA ES MI HERMANA, MI HERMANITA! ¿VISTE COMO LA DEJASTE? ¡TE ODIO, TE ODIO, TE ODIO ENRIQUE, NUNCA PODRE PERDONARTE, ¡NO QUIERO VERTE NUNCA MÁS! Después de mis palabras por fin dirigí mi mirada en sus ojos, espere ver ira o burla, pero nunca la tristeza inmensa que había en ellos, lo peor de todo fue ver su mirada fue lo que más dolor me causó.
Horas más tarde
No había podido pegar un ojo en toda la noche, miles de hipótesis habían poblado mi mente. ¿Y si Enrique había consumido alguna sustancia ilícita y bajo sus efectos había actuado de la forma tan atroz que había hecho? Digo, nunca lo había visto consumir nada, pero sabía que había una parte de su mundo que nunca conocería. ¿Y si fuera así sería capaz de perdonarlo?
No, me dije a mi misma, ahora no debía de pensar en otra cosa que no fuera Stayci. Mis padres de seguro estarían removiendo en sus tumbas, al ver que yo misma había ocasionado la desgracia de mi hermana. Si me hubiera marchado en cuanto se había dado la oportunidad, pero no, y justo cuando todo iba a la perfección sucedía lo impensable.
Mis pensamientos fueron interrumpidos, cuando Stayci abrió sus ojitos al mismo tiempo emitía un quejido de dolor.
—¿Cómo estás? —le pregunté mientras sentía algo profundo quemándome la garganta
—¿Cómo quieres que este? —contestó molesta, provocando que miles de emociones se removieron dentro de mí. Sabía que no era el momento oportuno y que estaba de más, pero necesitaba estar segura al cien por ciento.
—¿Stayci quien te hizo todo esto? Puedes decírmelo sin miedo
—Y-o-oh, no sé —dijo en un susurro mientras cerraba sus ojos, tenía pavor
—¡Por favor Stayci necesito que me digas la verdad, es la única forma de protegerte!