En las redes del Amor

Capítulo 24 ¡Ultima carta!

El pánico comenzó a paralizar todo mi cuerpo mientras Ann explotaba en crueles carcajadas. No pude evitarlo, una ira sin igual se apoderó de mí y me preparé para golpearla una ocasión más. Pero justo cuando estaba a punto de cometer mi cometido vi como la puerta fue abierta y como Enrique entraba por ella. Su reacción fue inmediata, la estupefacción cubrió todos sus pómulos mientras se quedaba estático de la impresión, luego sus ojos fueron llenos de la más profunda felicidad. Los segundos continuaron pasando y yo continué en vilo y siendo invisible para él. Una sensación indescriptible se instaló en mi pecho y todo empeoró cuando vi como Enrique y ella se unían en un cálido y torrencial beso, un beso de dos almas que tenían toda una eternidad sin verse.

 

Lo que estaba contemplando había sido la escena más dolorosa de toda mi vida, Por eso un gran y potente grito había escapado en automático de mis labios, de esta forma me encontré en mi situación actual: con Enrique frente a mí quien había llegado desde su cuarto en un santiamén. ¡No podía creer la pesadilla tan horrible que había tenido!

—¿Qué pasa? —me pregunto asustado

—Nada —le conteste apenada, para luego arrebatarle un tremendo beso, hace dos días que habían hecho las paces, todavía no terminada de agradecer al Creador la gran misericordia que había mostrado conmigo

—Ya sé que mis besos son irresistibles para vivir, pero no necesitas gritar para obtenerlos, con que te pongas un letrero que diga: ¡SOY DE ENRIQUE!, es suficiente —dijo en un tono juguetón 

—¡Ohhh sí, sigue soñando! —le conteste

—¡No, no tengo necesidad de hacerlo, mi realidad es tal como la quiero!

 


 

¿Se podía pasar del más bajo infierno a la más excelsa gloria? La respuesta es afirmativa. Era justo lo que me estaba sucediendo. Después de temer perderla, ella misma había llegado a mis brazos y rogado por una segunda oportunidad. Decir que había visto los Cielos abrirse ante mí, era decir muy poco. Al principio no la había querido perdonar, sobre todo porque solo había creído en mí después de escuchar toda la verdad de los labios de su hermana. En el fondo de mí quería decir que no me había dolido, pero no era cierto, me había dolido en lo más profundo de mi ser.

Sobre todo, porque aun después de contarle lo que me había sucedido, no me había creído. Por un segundo, solo por un segundo había deseado alejarla de mí. Pero ella me había rogado, en sus ojitos había visto el mismo dolor que había en mi alma y eso había terminado por desarmarme. Ya sabía lo que era perder al ser amado, no volvería a perderlo, solo por mi maldito orgullo. Eso sí, le había dejado bien en claro que una duda más y nunca la perdonaría de nuevo y aunque me costara la vida, estaba dispuesto a cumplir mi palabra.

Mi padre y los demás estaban sorprendidos, además de disgustados, aunque lo dijeran, la verdad no me importaba, era el jefe, así que ellos debían simplemente limitarse a obedecerme.

En cuanto a mi cuñadita entré a su habitación media hora después de perdonar a mi fiera. Necesitaba verla para enfrentarme a ella, necesitaba saber si todo había sido plan solo de ella, o había contado con el apoyo de alguien más, no sabía por qué, pero sentía que tenía un enemigo muy cerca de mí y no tenía ni la más remota idea de quién era.

Al entrar la preocupación poblaba todas sus facciones. Su miedo se podía oler en todo el ambiente y ciertamente tenía toda la razón de estar asustada, por su culpa había estado a punto de perder a la mujer de mi vida.

—¿Vienes a matarme? —me pregunto en un susurro, presa del terror

—No, eso demasiado bueno para lo que tengo planeado para ti

—¡No pu-e-des hacerme nada, mi hermana no te lo permitirá! —dijo en un patético intento de convencerme

—¡JA, JA! ¿EN SERIO?, ¿DIME EN REALIDAD ESTÁS SEGURA? —dije en un tono tan cruel que la hizo comprender lo absurdo de sus palabras

—¡No me harás nada, sabes por qué! ¡Por qué si intentas hacerme algo, les diré a todos que fuiste violado como una mujercita! ¡Estoy segura de que no quieres que todos se enteren de que eres una mujercita, que en el fondo su muy temido jefe es….! 

No permití que terminara sus palabras, una ira ciega y descomunal me invadió, provocando que el poco control que han conservaba me abandonara por completo. La muy estúpida no solo se había atrevido a difamarme, sino que también osaba intentar chantajearme y justo con lo que más me cubría de vergüenza. Mis manos alzaron su pequeño cuerpo, para después empezar a ahorcarla.

En ese momento no era un ser racional ni ella un humano. En ese momento solo el mafioso que no permitirá ninguna agresión a su nombre y ella una plaga con la cual necesita terminar.

Sus ojos empezaron a abrirse violentamente, sus pies empezaron a patalear, su pequeño rostro empezó a ponerse morado, pero no me detuve, esa maldita pagaría bien caro su osadía. Los segundos continuaron pasando y el silencio aterrador inundaba todo el lugar, mientras la bestia que había dentro de mí, bailaba al ver cumplir su venganza.

 Estuve a punto de mandarla al infierno donde pertenecía, pero una llamada en mi teléfono me hizo volver a la realidad. Ella merecía morir, pero yo no merecía cargar con su muerte en mi conciencia.

Así de qué forma improvista dejé caer su cuerpo al suelo mientras veía como hacía intentos desesperados por respirar. Las marcas en su cuello alertaban sobre su estado, su rostro aún no había recuperado su color, pero en mí no había ni un gramo de arrepentimiento. Al contrario, nunca había disfrutado ver tanto el miedo en los ojos de alguien. 

—¡Escúchame BIEN, SOLO TE TUVE PACIENCIA Porque LUCY, LA MUJER QUE AMO TE AMABA, PERO AHORA QUE TODO ES DISTINTO, ACABAR CONTIGO ES TAN FÁCIL COMO MATAR A UN MOSQUITO, NO, DISCULPA, ASESINAR A UN MOSQUITO ES MÁS FÁCIL! — le dije en un tono gélido que haría temblar a cualquiera mientras ella débilmente colocaba sus manos en su lastimado cuello y me observaba como si ante ella estuviera el mismo demonio.




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