En las redes del Amor

Capítulo 26 Vencido

 

—¡Y-o-oh! —intenté decir, pero fui parada en seco cuando de repente cuando una enorme sonrisa se apoderó de todo su rostro antes de capturar mis labios. ¿Qué rayos estaba sucediendo?, me pregunté mientras mi corazón comenzaba con colapsar

—¿Creíste que no me daría cuenta de que compraste el libro titulado” 20 maneras para enloquecer a un hombre en la cama? —dijo con una sonrisa más amplia que la anterior mientras una mirada totalmente lujuriosa se apoderaba de su rostro.

—Y-o.oh — empecé a murmurar con el rostro totalmente sonrojado, mientras los latidos de mi corazón volvían a la normalidad. Una parte de mí estaba muy feliz, otra muy inquieta porque hasta que no le dijera toda la verdad a Enrique sería consumida por la ansiedad y la angustia

—¡Vamos Señora Taveras, estoy listo!

—¿Listo? —repetí en automático

—¡¡Puedes comenzar a poner todo el artesanal de los conocimientos adquiridos!! —dijo provocando que todo el color abandona por completo mis mejillas

—Bue-n-o dejaré que inicies tú con la lección, quiero que seas mi maestro — dije en un tono coqueto, decidiendo olvidarme de las preocupaciones en ese momento, era mi luna de miel, no permitiría que nada ni nadie lo arruinara.

—¡Es el pedido más hermoso que me han hecho en toda la vida, con gusto lo cumpliré! — me dijo en un tono plenamente seductor, provocando que una fuerte corriente de excitación me recorriera por completo. Un ligero jadeo escapó de mis labios cuando empezó a besar mi cuello, a succionar como si fuera un vampiro.

—¡Soy adicto a tu piel! —murmuró embriagado deseo, deseaba contestarle, pero las emociones que me embargaban eran demasiadas, por ello solo pude aferrarme a su espalda mientras sentía como mis piernas se volvían de gelatina. Enrique siguió besando mi cuerpo, pasó del cuello, al nacimiento de mi espalda, mi rostro, mis párpados, el nacimiento de mis pechos, todo fue besado por él.

Sentía como mi pobre corazón, latía como el de un caballo en pleno galope, todo empeoró cuando en una sola maniobra me encontré sin mi vestido de novia, solo estaba en ropa interior frente al hombre que amaba quien me observaba con la mirada más lujuriosa que había visto en toda mi vida.

Con sumo cuidado, como si fuera una especie de flor delicada, me llevó a la cama, sin romper contacto visual en ningún momento. Apagó las luces y se lo agradecí infinitamente, sabía que debía tener total confianza, pero todavía me sentía muy tímida a su lado.

Luego de apagar las luces, ¡empezó a desvestirse con una mirada que a leguas decía” Sé que te gusto y voy a aprovecharme de ello! Sentí la garganta seca cuando lo vi tal como había llegado al mundo, pese a que las luces estaban apagadas, podía divisar a la perfección su cuerpo por el resplandor de la luna. No tuve la oportunidad de admirarlo por completo, cuando ya estaba junto a mí.

Podría jurar que mi corazón se detuvo por unos segundos cuando se quedó mirándome fijamente, con una mirada llena de amor, llena de promesas, llena de esperanza. De esta forma lo confirmé: Enrique me amaba tal como yo lo amaba a él, él me amaba pese a ser una coja y no cumplir con el estereotipo de belleza que se espera de una mujer para ser “bella”. Fue así perdida, inmensamente perdida en su mirada, cómo conocí en sus brazos otra dimensión desconocida del amor, cómo me convertí en su mujer.

 

 

 

 

Al día siguiente estaba sumamente feliz, tenía una enorme sonrisa que adornaba todo mi rostro, el cual se tiñó de un fuerte color carmesí al recordar todo lo que había sucedido la noche anterior. Instintivamente, me giré para buscar el cuerpo de Enrique, pero no encontré nada, un miedo absurdo se colocó en mi corazón hasta que sentí sus pasos

. Pude sentir el momento exacto en que entró a la habitación, los poros de mi piel me gritaron, fue justo en ese instante cuando toda la vergüenza regreso con ímpetu, haciendo que mis mejillas ardieran, al punto de cerrar los ojos, por mi abuelita santa que no podía ver a Enrique a la cara en ese momento.

—¡Veo que mi bella durmiente ya se despertó! —dijo con la voz más alegre que había escuchado en toda mi vida —Aquí le traigo el desayuno —añadió con voz cantarina mientras mis ojos continuaban cerrados

—¿Desayuno? —pregunté, queriendo saber qué hora era, sabía que había dormido un poco más de lo usual

—Bueno en realidad ya es almuerzo, es la una de la tarde —dijo en un tono juguetón que a leguas decía que adivina mi estupefacción por haberme levantado tan tarde

—Esta-b-i-en, antes me ducharé, puedes esperarme fuera 

—¿Esperarte fuera? Mmmm, tengo una idea mejor, ¿por qué no nos duchamos juntos? —dijo tan fresco como una lechuga

—No, y-o-oh

—¿Qué pasa, porque tienes los ojos cerrados? —dijo tratando de contener la risa, el muy nieto de su abuela se estaba burlando de mí, pero no le daría el gusto de abrir mis ojos

—¡Nooo! —exclamé un poco molesta

—¿Pero por qué te enojas, solo te hice una inocente pregunta? —dijo antes de explotar en carcajadas, y eso fue lo único que necesité: abrí los ojos de repente para golpear su pecho, pero fue más rápido que yo y de pronto mi cuerpo se encontró inmovilizado por el suyo, fue justo entonces cuando lo comprendí, había caído en su trampa. Su mirada lujuriosa y su risa juguetona me decían con claridad sus planes, pero no me enoje ni puse resistencia alguna, al contrario, la vergüenza desapareció cuando me perdí una vez más en aquella mirada tan profunda, en la mirada del ser que amaba.

 

De esta forma pasaron los siete días más hermosos de toda mi existencia, me sentía estar en una era distinta a toda la humanidad y no quería regresar, temía que la burbuja donde estaba se reventara por cualquier cosa, incluyendo la verdad que le ocultaba al hombre de mi vida.

—¿Por qué tienes esa carita llena de preocupación? —pregunto entre esa mezcla fatal de seducción y ternura que me desarmaba por completo




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