Estaba pagando con creces el tremendo error que había cometido al ocultarle la verdad a Enrique, las humillaciones, las burlas, su desprecio, nada se comparaba con esa mirada de decepción y de rabia con la cual me observaba. Había violentado y quebrantado su confianza y ahora estaba pagando vertiginosamente las consecuencias. Lo peor de todo es que era cierto, en cierta forma también era culpable por el asesinato de su padre. ¿Pero cómo iba a saber la verdad? ¿Cómo sabría que el odio de Axel era mucho más complejo de lo que realmente aparentaba?
Había pasado de estar en el paraíso al más grande abismo. El peor momento de toda mi vida había sido cuando al descubrirse toda la verdad Enrique me había pegado, tras el golpe había vislumbrado un dolor e estupefacción mayor que el mío y en ese instante lo había comprendido: había fallado en mi deseo de ayudarlo, ahora lo había lanzado a una oscuridad más profunda de la que ya estaba viviendo. Le había quitado a su padre, había roto su corazón y lo había lanzado a los brazos de esa bruja que gustosa estaba usurpando mi lugar.
Los tres días que había pasado en el cuarto de tortura me había parecido el doble de una eternidad elevada cúbicamente, la espera se me había hecho eterna y luego cuando Enrique me había ido a ver había comprendido que mi eternidad de castigo apenas había iniciado. Ahora no era su fiera, no era su amor, ahora era la traidora que él y todos podían humillar, era una mucama que debía de servir y dejarme humillar por la nueva señora de la casa. En la mirada de todos veía la misma acusación, la única que estaba a mi lado, pero que no podía hacer nada para ayudarme era Lorena.
Sentía como si un hierro ardiente quemara al rojo vivo mi corazón cuando veía al hombre que amaba con Ann, cuando presenciaba todas sus miradas, besos, gestos…todo lo que antes hacía conmigo. Ese era un castigo peor que la muerte, porque, aunque respiraba, mi corazón, sangraba todo el tiempo. Había pensado que me mantendría cautiva, que me pegaría o de hecho pondría fin a mi vida, pero nunca ni por un segundo imaginé lo que estaba viviendo.
Mi dignidad estaba de luto, mi amor propio estaba de vacaciones y los celos me consumían segundo a segundo. Ann me estaba cobrando con creces las golpizas que le había propinado, de una manera más aguerrida, más dolorosa.
Deje mis pensamientos a un lado para concentrarme en mi labor de lavarle la ropa a la nueva señora, me sentía totalmente indignada, pero debía soportar, había herido a Enrique y debía soportar las consecuencias, debía demostrarle que estaba arrepentida y que mi amor por él era real.
Ann
Con el corazón en la garganta hice lo que Axel me indicaba y lo seguí de puntitas a mi habitación, la nueva que Enrique me había concedido dentro de la mansión. Si tienen curiosidad por saber cómo Axel pudo entrar en la mansión, les diré que utilizó el mismo método que aquella vez cuando el supuesto médico revisó a Stayci.
Tenía puesta una máscara, que era idéntica al rostro de Axel, así que cualquiera que lo viera pensaría que quien tenía enfrente era Axel. Podía identificarlo por su mirada, una mirada que en este momento parecía querer traspasarme.
Intenté por nueva vez decirle algo, pero una fue justo en ese momento cuando una fuerte bofetada resonó por mi mejilla derecha mientras un torrente de lágrimas ya comenzaba a emerger de mi rostro.
—Y-o-oh, n-o es lo que parece, puedo explicarte
—¿Qué ES LO QUE VAS A EXPLICARME? —dijo antes de abofetearme por nueva vez, rayos sus bofetadas ardían
—¡HABLA! —siseo furioso, provocando que algo se quebrara dentro de mí, todo este tiempo había fingido estar enamorada de Enrique para ayudarlo con su plan de venganza. Es cierto que al principio me había interesado, pero después de tanto desprecio, había perdido por completo el interés, después de todo tenía amor propio. Pero había cometido el gran error de enamorarme de Axel y este solo me había utilizado para su plan de venganza, una venganza por el amor de una mujer que nunca le había correspondido.
—¡LA VERDAD ESTOY CANSADA! ¡Tengo años haciendo todo lo que me dices porqué Te AMO, he soportado toda clase de humillaciones y desprecio, he soportado que esa estúpida me golpee y que todos me observen como si fuera una golfa, pero ya estoy Cansada! Por eso drogué a Enrique para hacerle creer que estuvimos juntos, así la boba de su esposa nos vería y por fin lo dejaría. Por fin tú y yo estaremos juntos, por fin seriamos felices y tendríamos la vida que siempre hemos soñado. ¡Ya quiero vivir mi vida, necesito tener una vida normal! ¡Y si también me drogue sin querer y no sé si…Enrique y yo estuvimos juntos, y si no puedes con ello aquí lo dejamos todo, estoy extenuada, ya no doy para más! — dije ante de romper en llanto, estaba rota, ya no soportaba más, ya no dejaría que Axel me manejara como una marioneta, ya no más, me dije a mi misma mientras salía de mi habitación dando un fuerte portazo.
Mientras me dirigía a la cocina, me encontré con Lucy, en su mirada pude vislumbrar una tristeza igual de profunda que la mía, estábamos casi en idénticas condiciones, excepto de que ella si había tenido el privilegio de disfrutar su amor y no a escondidas como lo había hecho yo, a hurtillas, escondidas.
Varias semanas han pasado y todavía sigo en mi condena, en este castigo que es demasiado pesado para ser cumplido. Demasiado grande para cargarla en mi espalda, mis manos están curtidas de limpiar sin cesar, mis ojos se han agotado de tanto enrojecerse, mis lágrimas se han agotado, mi ser ya no soporta más tanto desprecio ni ver como el hombre que amaba me era infiel con otra.
Por eso estaba donde estaba, de camino al despacho de Enrique, le pediría una última oportunidad y si no quería dármela, me iría de su vida para siempre, ya había pagado con creces mi error.