En las redes del Amor

Capítulo 30: La verdadera cara de la mafia

El momento que tanto había temido había llegado, estaba tan nerviosa que podía escuchar los latidos frenéticos de mi corazón como si fuera el movimiento de un tren en marcha. 

Tenía todos los consejos de mi suegra, repitiendo incesantemente en mi cabeza como si fuera un disco que estuviera escuchando. Estaba asustada, muy asustada, pero era mi última oportunidad y mostraría lo contrario. Por eso estaba vestida de una forma totalmente inusual. Tenía unos jeans ajustados que resaltaban la piel de mi trasero y una blusa con un discreto escote en la espalda. Mis botas eran de infarto y el maquillaje que llevaba puesto era sutil pero muy elegante. Encima de la blusa tenía una mini chaqueta, mi vestimenta completa era de color negro. Y en mi mirada había un furor por recuperar lo perdido.

 

 

Toque la puerta insistentemente hasta que Lorena fue a abrirla, por poco me carcajeo al ver su mirada de estupefacción. Sin esperar que pronunciara palabra alguna, entre a la mansión como lo que era:  su dueña.

Entre con pasos decididos y con un ligero dolor provocado por las botas médicas especiales que llevaba puestas, ellas disimularían mi cojera, pero aún me costaba acostumbrarme a ellas.

La primera que reparó en mi presencia cuando entre fue Ann, la piel de su rostro se había tornado tan pálida que fácilmente podía competir y ganar frente a la palidez que posee un fantasma. Joel estaba con la boca literalmente abierta, al igual que otros de los chicos que estaban en la sala.

Enrique ingresó 30 segundos después, su reacción era tal cual como la había esperado. Estaba tan impresionado que el teléfono se le había escapado de las manos, sabía que tenía escasos segundos para vislumbrar su felicidad por verme antes de que su enojo se volviera hacer presente. Era una de las tantas cosas que había aprendido con mi suegra, las reacciones en los primeros segundos venían del alma, eran las verdaderas, por eso sabía que Enrique aún me amaba y me aferraría con uñas y dientes a ello.

—¿Qué rayos haces aquí? —demandó provocando que la sosa de Ann emitiera una sonrisa de satisfacción y que Joel juntos a los otros chicos huyeron como si temieran una catástrofe.

Sentí ganas de borrarle esa sonrisa boba a Ann de una sola bofetada, pero las palabras de mi suegra aún resonaban en mi mente: “deberás pensar con la cabeza y no dejarte ganar por las emociones, si lo haces perderás a Enrique, solo podrás darte ese lujo cuando no esté tan herido y te perdone”

—¡Amor yo también te extrañe! —le dije al tiempo que corría a sus brazos y le robaba un beso, uno que no pudo negarme y que disfrute al máximo. Mientras lo había besado había podido percibir toda la rabia que sentía Ann. Prepárate, porque esta vez saldrás definitivamente de nuestras vidas, pensé al tiempo que Enrique retiraba mis manos de sus cuellos y por más que lo intentaba no podía apartar sus ojos de mí. Intente disimularlo, pero le dedique una mirada que a leguas decía: “Vas a caer y lo harás muy pronto”

—¿Qué carajos haces aquí y deja de portarse así? —bramó furioso

—¿Así cómo? —le pregunté con una mirada inocente

—¡ASÍ COMO SI FUÉRAMOS UNOS SIMPLES ENAMORADOS! —contestó conteniendo la furia

—¡Pero si es lo que somos, somos una pareja de recién casados que pese a todas las adversidades se ama y esa es una verdad que ni tú ni yo ni nadie, dije haciendo hincapié en esta última palabra, podrá cambiar!

—¡Ay si, ahora resulta que estás perdidamente enamorada de él, pero bien que te aliaste con Axel para hundirlo! ¿O es que acaso no lo recuerdas? —dijo con su veneno habitual Ann

—¡Lo recuerdo muy bien, así como que el matrimonio es cosa de dos, en pocas palabras aquí quedas sobrando! —le dije muy segura

—¡BASTA! —dijo en Enrique 

—¡Pero ella….! —intento decir Ann

—¡Déjanos SOLOS! — siseo furioso, a lo que solo pude dedicarle una mirada de triunfo a mi contrincante, en esta ocasión venía por todo.

—¡¡AHORA SI NO REPETIRÉ!! ¿Qué HACES AQUÍ? —dijo en un tono que no mentiré, provocó escalofríos en mi piel.

—¡Vine por ti, a recuperar lo nuestro y no importa lo que digas o hagas, no me harás cambiar de opinión!

—¿Sabes que puedo echarte a patadas?

—Pero no la harás, ¿y sabes por qué?: porque me amas al igual que yo estoy perdidamente enamorada de ti

—¿Crees que es de así de fácil? ¿Qué con solo tronar los dedos volveremos como antes? 

—No, pero ahora será más fácil, ahora seré tu socia.

—¿Mi qué? —dijo esta vez sin poder contener la risa, como si le hubiera contado un chiste

—¡No le veo la gracia! 

—¡Pues yo sí: ¡es imposible que alguien totalmente fresa como tú pueda ser mafiosa, créeme todavía no has visto la verdadera cara de la mafia!

—Pero si he visto la verdadera cara del amor y esa es la más poderosa de todas. —le había dicho con toda honestidad y de esta forma había iniciado mi nueva travesía como su socia, le demostraría “que alguien tan rosa como yo podía hacerlo”

 

 


 

Días después estaba demostrando de qué estaba hecha la nueva Lucy, no había regresado a mis labores de mucama, sino de señora, había contratado más personal de la casa y pedido a Lorena que me ayudara con la administración de la casa. Al contrario de lo que había pensado en los ojos de los demás, no veía decepción sino admiración. Había expulsado a Ann de la nueva habitación que Enrique le había cedido, esta había pataleado y gritado, pero Enrique le había dicho claramente que no tenía tiempo para andar de niñera o abogado, lo cual me había alegrado enormemente no solo porque era una victoria contra Ann, sino porque también demostraba su apoyo hacia mí.

 

 

Había logrado obtener el respeto y admiración de todos los de la mansión, excepto ante Enrique, pero eso finalizaría hoy, le demostraría “lo que una persona rosa como yo era capaz de hacer”

Vigile con sumo cuidado cuando Ann se dirigió a su habitación para buscar unos documentos que Enrique le había solicitado. Espere el tiempo justo para que lo tuviera en sus manos, antes de entrar a su habitación y arrebatárselo. 




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