En las redes del Amor

Capítulo 31: Cansada

 

La había visto transformarse ante mis ojos, o más bien dejar salir toda esa rebeldía que formaba parte de su ser. No ir tras ella cuando se había ido había sido lo más duro de toda mi vida, más duro que enterrar a mis seres queridos, a ellos sabía que no tendría oportunidad de verlos, pero a ella la había dejado ir producto de mi ira y dolor. Ahora comprendía que en verdad Axel se había aprovechado de la situación. Gracias a Joel había comprendido que su intención nunca había sido dañarme y que si en un principio había deseado vengarse es porque desde aquel momento había conquistado su corazón.

 

Como había deseado estrecharla entre mis brazos al verla tan radiante, tan sexy, tan mía, me había cautivado desde el principio, pero ahora con esa mirada y vestimenta que gritaba a pleno pulmón rebeldía me gustaba aún más. Lo malo era que no solo yo la observaba, mis chicos también lo hacían y aquel estúpido que me había llevado a la situación actual donde estaba.

 

 

La había evitado como a la peste desde aquel día en que había comprendido el riesgo y la maldad que comprendía el oscuro mundo de la mafia. Nunca olvidaría el rostro de auténtico horror que había puesto cuando habíamos tenido que asesinar a los guardias que habían amenazado con quitarle la vida. ¡Nunca había sentido tanto terror en toda mi vida!

 

No podía perderla, no a ella, era lo único que tenía, con una calma que para nada había sentido le había hecho un ligero gesto y en cuestión de segundos habían terminado baleados en el piso. La cara de estupefacción que había exhibido había sido la misma que Sandra la primera vez que me había visto torturar a alguien. Fingí indiferencia ante lo que estaba sintiendo y había apresurado al grupo para terminar con su misión.

¿Cómo se supone que debí haber actuado cuando veía la desaprobación en sus ojos? Además, si me hubiera obedecido nada hubiera acontecido, pero no, desde su regreso había puesto empeño en comportarse según ella como mi socia. 

 

La amaba, deseaba que estuviera a mi lado, pero a la vez quería darle un par de nalgadas que le dolieran por toda una eternidad. En realidad, eran muchas las cosas que quería hacer con ella, pero no podía, no hasta que diera con el paradero del cómplice de Axel.

 

Joel tenía razón, si ese malnacido se daba cuenta de que ya la había perdonado, sería capaz de atacarla, así que debía de fingir interés en Ann, quien había intentando drogarme para que estuviera con ella y por poco lo había logrado.

 

Mi plan de indiferencia iba a la perfección, pero todo se había al traste, cuando “mi esposita” se había acercado a Juan y este estúpido le había tocado el trasero. ¡Había tocado el trasero de mi esposa! Toda la cordura me había abandonado por completo, por eso estaba donde estaba, con ella debajo de mi asustada, rogándome que parara y yo aprovechando la situación para darle todos los besos que en mi supuesto enojo no podía darle.

 

Me fascinaba verla así de asustada y no me importa si me convertía en un desalmado y cruel, ¡había colmado mi paciencia al extremo!

Espere a que estuviera en la cima de la desesperación antes de soltarla y decirle en tono tajante:

 —¡NUNCA EN TU VIDA VUELVAS A COQUETEAR CON OTRO HOMBRE ME OÍSTE!

—¡Pero fue él, yo….!

—¡Tú fuiste quien lo incitó, lo vi claramente y agradece que estoy en mis cabales y no termine convirtiendo la fiesta en un río de sangre! —le dije con honestidad, lo normal es que hubiera armado un tiroteo y que Juan estuviera muerto, pero esto solo me ocasionaría un enemigo más, además de que sabía que mi fiera lo había provocado, aunque eso impediría que hubiera cierto intercambio más tarde entre nosotros!

 

 

 

Salí, dejándola encerrada mientras escuchaba como empezaba a destruir todo lo que había dentro de la habitación. ¿No se supone que esto debía enfurecerme? ¿Entonces porque una enorme sonrisa se había apoderado de mi rostro! Mi corazón me gritó a viva voz la respuesta: ¡Porque la amaba más que nada en el mundo! 

Al principio había pretendido engañarme diciendo que no la amaría más, pero no lo había logrado y mucho menos ahora que sabía parte de la verdad, había estado preparándose para volver a conquistar mi amor, aunque no dejaba de preguntarme con quién. ¿Cómo había sido tan estúpido de no mandarla seguir, peor aún como la había dejado ir? Mi mente me dio la respuesta de forma inmediata: había estado profundamente dolido.

 

 

 

Deje mis pensamientos a un lado y baje directo a la fiesta, donde todos continuaban como si nada hubiera pasado, esa una de las cosas que más odiaba de la mafia: la indiferencia total que existía en ella, bien hubiera podido asesinar a Lucy y nadie hubiera hecho nada.

Le hice un gesto a Juan para que me siguiera al despacho, lo cual hizo de forma inmediata, no sin antes hacer una señal a sus hombres, ¡ja!, no pude evitar pensar, estaba en mi territorio, además sus hombres no eran ni la tercera parte de los míos, pero no me dejaba dominar por mis emociones, bueno no siempre.

—¡Me adelantaré, sé que lo que hice no estuvo bien, pero tu hembra me provocó y como buen macho no pude aguantar!

—Yo seré más directo aún, nadie toca lo mío y vive para contarlo —dije sacando mi arma de bolsillo trasero y apuntarle en la cabeza antes de añadir: —sabes muy bien que en nuestro mundo mueres por ofensas menores a estas, no me importa si fuiste provocado o no, la vuelves a tocar y te mueres, no se me pasó desapercibido la forma en que  la miraste desde la primera vez que la viste, ¡ella es mía! ¿Comprendes?

—¿No iras hacer nada tonto? Mis hombres están afuera —dijo tragando grueso

—Los míos también, quienes por cierto duplican a los tuyos, además de que estoy en todo mi derecho, manoseaste a mi mujer

—¡N-o-lo volveré hacer! —dijo entre susurros, si, sin importar cuán fuertes sean, todos temblaban ante la posibilidad de la muerte.




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