En las redes del Amor

Capítulo 32: Premonicion

 

Semanas más tarde 

 

Abrí los ojos lentamente y me encontré en un lugar totalmente desconocido, estaba conectada aparatos que indicaban mis signos vitales, por lo que llegué a la conclusión de que estaba en un hospital.

Sentía que todo me daba vueltas, y tardé un poco en recordarlo todo. Las imágenes se aglomeraron en mi mente de forma abrupta, provocando que un fuerte grito escapara de mis labios, ¿Dónde estaba Enrique? 

—¡ENRIQUE, ENRIQUE! —clame con alta voz, hasta quedarme ronca. Tiempo después llegó una enfermera, pero en vez de decirme donde estaba Enrique solo se dedicó a decirme que me calmara, pero no le hice caso, seguí clamando por el hombre que amaba, pero ella en vez de responderme solo me sedo.

 

 

 

Horas después me había levantado en el mismo lugar, pero en esta ocasión mi suegra estaba a mi lado, con una mirada tranquilizadora.

—¿D-o-nde está Enrique? —le pregunté con la poca energía que tenía.

—Shhhhh, tienes que guardar todas tus fuerzas para que te recuperes, no ganas nada poniéndote en ese estado.

—¡DIME DÓNDE ESTÁ ENRIQUE! —le grité a pleno pulmón, empezando a desesperarme totalmente, seguí demandando una respuesta, una que a la vez temía y que llegó con las lágrimas que empezaron a brotar de los ojos de mi suegra. Un profundo y grotesco no había escapado de mis labios, estaba segura que él…lo había escuchado donde sea que se encontrara.

Fuertes sollozos inundaron toda la habitación, el dolor que había en mi físico no era nada con el que había en mi alma. Aunque aún podía respirar, ya no tenía vida, no después de saber que lo había perdido para siempre.

 

 

Al día siguiente la policía se había presentado para hacerme preguntas, pero había sido incapaz de emitir palabra alguna, me había sumergido en un mutismo total, del cual dudaba con seriedad que pudiera salir.

 

 

 

Días después

Mi recuperación física había sido todo un éxito, mi suegra se había encargado de todo, también se había encargado de desvincularme de lo sucedido en la mansión, ante los ojos de todos estaba muerta y de cierta forma era verdad.

 

Cerré mis ojos fuertemente mientras los latidos iban cada vez en aumento, sentía como si alguien me hubiera sacado al rojo vivo el corazón, en realidad era mucho peor lo que sentía. Ojalá todo se tratara de una horrible pesadilla, pero sabía que era la más cruda realidad.

Abrí mis ojos humedecidos por mi llanto incesante para contemplar lo que tenía enfrente, nunca ni en mis peores pesadillas, pensé ver a mi amor como estaba: en una lápida fría, y solo la indicación de su nombre para saber que era él. Acaricie lentamente la inscripción de su tumba y deposite las rosas que tenía en mis manos. Nunca lo olvidaría ni dejaría de pensar en él, nunca olvidaría a ese mafioso arrogante, a ese lobo con alma de cordero que había capturado mi corazón. No podría tampoco olvidar que no había logrado salvarlo de su vida, mire al cielo agradeciendo a Dios por nuestros últimos momentos juntos, al menos me había perdonado y amado como nunca.

 

No pude evitar pensar que él había presentido lo sucedido, por eso se había esmerado en nuestra última noche, de alguna forma lo había presentido.

—¡TE AMO, Y SIEMPRE TE AMARE! —le dije como si pudiera escucharme y rememorando toda nuestra historia. En mi mente empezaron a reproducirse en cámara lenta cada uno de nuestros momentos juntos, como si fueran escenas de alguna novela.

 

Horas después también había depositado flores en las tumbas de Axel, Lorena y los demás chicos, no pude dejar de pensar que estaba bajo una maldición, era la única que había sobrevivido, la única que llevaría esta gran pena.

 

 

 

Días después estaba tratando de pensar en que haría con mi vida, además de sufrir. Estaba más que segura de que seguiría trabajando con los niños de la fundación, no solo por amor a ellos, sino como tributo a Enrique, pero necesitaba alejarme, todo me recordaba a él, y mi dolor aún era muy grande, necesitaba respirar otro aire y dejar de escuchar todos los noticiarios sobre lo que había sucedido.

 

  De alguna forma todo había explotado, y la verdad sobre la verdadera profesión de los Taveras había salido a relucir, estaba segura de que Ann estaba detrás de ello, lo que hacía que le deseara algo mucho peor que la muerte, lo que seguro sucedería cuando mi suegra la encontrara y por mi abuelita santa que yo misma me encargaría de mandarle a saludar al demonio.

 

 

Al día siguiente me estaba despidiendo de mi suegra, ella no lo sabía, pero no tenía planes de continuar en su casa, cuando regresara del viaje, me alejaría del mundo de la mafia para siempre, no podría seguir a su lado, me recordaría demasiado a Enrique.

Ya tenía dos lugares para solicitar trabajo de medio tiempo, para poder también dedicarle tiempo a la fundación. Me encargaría de que su nombre nunca fuera olvidado, tal como nunca lo olvidaría mi corazón.

Tome mis maletas y abrace muy fuerte a mi suegra dedicándole una longeva mirada de agradecimiento, gracias a ella no me había rendido y había tenido la oportunidad de pasar con Enrique sus últimos días.

La deje y tome mis maletas para caminar un poco por la ciudad, era totalmente irónico ahora que era libre, que mi vida no corría peligro porque no era más la esposa de un importante mafioso, era cuando sentía los fuertes grilletes de la esclavitud apresando todo mi cuerpo.

Ahora sería esclava de la soledad, de la tristeza y de una gigantesca nostalgia que nunca desaparecería. Necesitaba ir a la mansión y comprobar que todo había acabado, necesitaba al menos intentar cerrar ese ciclo y solo quedarme con el recuerdo de mi Enrique. Del amor de mi vida, un amor que se me había escapado de las manos, y que se había enterrado en lo más profundo del corazón.




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