En las redes del Amor

Epilogo

Mi corazón seguía latiendo frenéticamente mientras escuchaba la risa de aquel sujeto, en mi mente miles de conjeturas ya se habían formulado, provocando que el miedo regresara a mí de repente, ¿y si era un enemigo de Enrique y ahora quería cobrar venganza a través de mí?

No pude evitar que una tierna lágrima descendiera por mis mejillas, si algo me pasaba ya no podría continuar con mi misión de proteger y ayudar a aquellos niños, aquellos que eran el legado de Enrique, y no del mafioso temido, sino de aquel que había deseado darles a esos seres inocentes la oportunidad que él nunca había conocido.

Los minutos siguieron pasando y un silencio infernal se cernió sobre todo el lugar, sabía qué mis cuestionantes no tendrían respuesta, por lo que guardé silencio y decidí enfrentar mi destino fuera cual fuera.

Media hora después llegamos a un lugar que parecía ser un muelle, si, efectivamente, era un muelle confirme cuando a punto de pistolas fue obligada a descender con mis maletas. ¿Me asesinará con mis pertenencias?, no pude evitar preguntarme, llegando a la conclusión de que lo que estaba sucediendo rayaba en lo extraño.

—¡Bien, mi deuda con ese zorro está saldada! —dijo con otra carcajada antes de subirse al auto y dejarme sola, en medio de ese puerto que parecía tan solitario como la mayor de las islas desiertas.

 

Mire a todo a mi alrededor en busca de una explicación que llegó justo cuando con el viento fresco alboroto mi pelo. Justo con el hermoso sonido del movimiento de las aguas, escuché el sonido de aquella canción, aquella que Enrique y yo habíamos escuchado en nuestra boda. ¡Todo mi ser se agito al instante!

Mi corazón se paralizó por completo, mientras sentía el calor de alguien a mi espalda, de alguien muy cercano.

 

Un mar de lágrimas inundó todo mi rostro cuando al girarme lo vi parado frente a mí, con aquella mirada y sonrisa cautivadora que se había colado en lo más profundo de mi ser.

Las palabras quedaron atoradas en mi garganta mientras una dicha sin igual invadía todo mi ser, no existían ni existirían jamás las palabras para describir lo que justo en ese momento estaba sintiendo.

 

Me perdí en la profundidad de su mirada, nunca había visto su mirada de esa forma, tal como lo estaba contemplando en ese momento: llena de paz, sin culpa, sin temor, sin deudas, sin ataduras. Me sonrió con la sonrisa fresca de un niño, y fue justo en ese momento cuando lo comprendí: ya no estaba enfrente del mismo hombre, estaba enfrente de uno completamente distinto, ya no era más una presa, ahora era más libre que la palabra misma.

 

No sabía cómo, ni porque, pero estaba inmensamente agradecida por ello, el hombre de mi vida estaba enfrente de mí, con vida, ¡la vida me había regalado otra oportunidad! ¡Corrí frenéticamente a sus brazos como si mi vida dependiera de ello, corrí feliz al inicio de una vida llena de felicidad y esta vez para siempre!


 

 

 

Semanas atrás

Me levanté con un fuerte dolor que dominaba todo ser, abrí mis ojos con auténtico pesar. Me encontraba en un lugar totalmente desconocido, y con vendajes en todo mi cuerpo. Intenté decir algo, pero de mis labios no salió palabra alguna, sentía un ardor en toda mi garganta. Me sentía tan débil que solo pude cerrar mis ojos.

Días después había recuperado algo de mi fuerza física, pero ahora no solo era un monstruo, sino que tenía la apariencia de uno. Tenía fuertes quemaduras por todo mi cuerpo, ya no quedaba nada del atractivo que tanto cautivaba a las féminas, estaba más que seguro de que Lucy ya no me amaría así.

 

Si se preguntan dónde he estado en estos días, les informo que, en casa de uno de los mejores amigos de mi padre, a quien además le había salvado la vida en una ocasión, este se tenía vigilada la mansión, como una forma de protección al hijo de su difunto amigo, pero su informante le había avisado demasiado…tarde de la catástrofe que había acontecido.

La culpa tan grande que llevaba en mi espalda nunca jamás podría ser eliminada. ¿Cómo podría agradecer el estar vivo si por mi causa todos mis hombres, incluyendo mi mejor amigo, estaban muertos? ¡Por mi culpa habían partido de este mundo de una forma en extremo dolorosa!

 

Sentí algo descender por mis mejillas, al tocarlo con la punta de mis dedos me había dado cuenta de que era una lágrima, la primera de muchas que bañaron mi rostro. Ya había asesinado antes, pero a excepción de Paolo, ningún de los que habían fallecido por mis manos había sido un ser querido.

 

Yo era su jefe, su líder, mi deber era protegerlos, pero, en cambio, les envié a una muerte tenebrosa. Había vuelto a fallar, tal como lo había hecho antes con Sandra, todavía podía sentir a la perfección todo, como si estuviera repitiendo la historia.

Podía ver esos mismos encapuchados entrar y llevarse a Sandra a punta de pistolas, mientras había rogado como un niño desesperado. Luego la había buscado por cielo, mar y tierra y no la había encontrado. Lo peor de todo era que los había encontrado cuando ya había sido demasiado tarde, Sandra se había ido con nuestro hijo en su vientre a la otra vida.

En conjunto con todo mi equipo había buscado a los responsables, sólo habían dado con dos, quienes solo habían sido marionetas, pero no la cabecilla, nunca supe quien fue en realidad el culpable, aunque esos pobres imbéciles habían pagado por ellos.

 

Ahora sabía que Ann también era responsable, por eso no sentía ni un poco remordimiento por la muerte tan atroz que había tenido: atada en una silla mientras su cuerpo era consumido por las mismas llamas que habían acabado con la vida de mis hombres, si, en una novela o película tendría compasión, pero esto era la vida real, la muerte era un regalo para un ser tan despreciable como ella. ¡Tenía ganas de revivirla mil veces, para asesinarla mil veces peor!

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando veo al viejo de Salomón entrar aquella habitación, que se ha convertido en mi guarida.




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