En lo profundo del bosque

Huída

Las pisadas resonaban en mis oídos, las hojas y ramas secas crujían bajo mi peso, los grandes árboles apenas y dejaban pasar la luz de la luna, el frío era bastante fuerte, mi aliento lo demostraba al volverse una especie de neblina en cada exhalación que daba, además de sentirlo en mi cuerpo apenas cubierto con ropa ajustada.

—¡Atrápenlo, se fue por allá!— las voces se escuchaban cada vez más cerca, se me estaban agotando las energías y las ideas para poder seguir escapando, había corrido tal vez ya media noche o más, pero ellos seguían sin decistir en dejarme huir.

Empecé a correr más fuerte con las últimas energías, adentrándome más al obscuro bosque, viendo en todas las direcciones donde era posible que me pudieran intentar atrapar, —¡Pero que grave error!—, Ver a todos lados y no al frente, correr de la muerte para caer en ella, huir para morir más rápido.

Un barranco salido de quién sabe dónde, marcaba el final del camino, el límite de mi huida, un espacio que a cualquiera en su sano juicio haría dudar en si saltar o no, pero ni tiempo tuve de verlo y mucho menos de pensarlo. Viendo hacia atrás mis pies se habían enredado, sin saber cómo, mi rostro había impactado el suelo, haber pasado eso hubiese Sido mejor de lo que pasó, mi cuerpo quieto no se quedó, rodó colina abajo, chocando con piedras, arbustos y troncos, la suerte al parecer ya no quería jugar de mi lado, ahora estaba de parte de ellos.

Seguí rodando sin poder parar, sin poder evitarlo, el impulso que llevaba al caer había hecho que rodara bastante rápido, en otro momento tal vez hasta me hubiese reído de mi propia torpeza, pero estaba con mi vida en riesgo. Logré sujetarme de un pequeño arbusto, el tirón que había pegado a mi brazo por el brusco movimiento para detenerme hizo que crujiera y doliera, seguramente dislocado, estaba colgando, si me soltaba caería directamente al río que me arrastraría mientras me ahoga lentamente y si lograba subir de nuevo a tierra firme, tendría que correr nuevamente y esta vez con un brazo roto.

El agotamiento ya estaba haciendo efecto, me estaba rindiendo, el llanto empezó a asomar en mis ojos y de mi boca salían quejidos lastimeros, no quería morir, pero tampoco quería ser capturado. Las voces se volvieron a escuchar hablar entre ellas, empezaron cómo simples murmullos inentendibles, pero conforme se acercaban lo que decía iba tornándose cada vez más claro.

—sigan a ese perro, ese bastardo no podrá huir de nosotros—eso me aterró demasiado,  si habían traído un perro seguramente significaba que habría una tortura para mí, había Sido testigo de ese mismo tipo de cosas mientras viví con ellos, aquellas pobres personas, jamás olvidaré esos gritos desesperados que pedían ayuda, si algo había aprendido de estas personas es que si traían algún perro con ellos, este mismo junto con otros más te desgarrarían hasta dejarte irreconocible, ensangrentado, inconsciente e incluso hasta el borde de la muerte, y si estos no te mataban, te llevaban a un cuarto donde de ahí era cien por ciento seguro que vivo no saldrías.

Viendo por última vez el cielo estrellado con la luna creciente iluminando la negra noche, respiré profundo tratando de encontrar valor de dónde no lo tenía, giré mi rostro cuando escuché al perro ladrar y a los demás corriendo hasta acá, me habían visto, uno de ellos, el líder del grupo sonrió con arrogancia, en todos sus "objetivos" nunca fallaba y yo no sería la excepción, se acercó a grandes zancadas, seguido por seis personas más y el cuadrúpedo.

—¡Pero mira nada más a quien encontramos!, Es mi querido amigo Josher que trataba de huir de mí. patético ¿No lo crees? Yo nunca fallo cariño, deberías saber eso mejor que nadie—hizo señas a dos de los que lo acompañaban, unos hombres fornidos de musculatura para que me subieran, pero antes de que avanzaran hice lo que siempre sucedería de cualquier modo, iba a morir.

—espero que sepas ponerle un buen argumento a él, de cómo fue que fallaste está vez—sonreí con arrogancia.

—¿Que estás...—abrió los ojos a más no poder cuando comprendió a lo que me refería.

—¡Atrápenlo!— muy tarde, simplemente me solté.

Empecé a caer a toda velocidad mientras escuchaba los gritos de mi persecusor hacia sus acompañantes,— "por eso dicen que el tamaño afecta al cerebro"— siendo un maldito ser que hace magia no pensó en hacer un hechizo de telekinesis,—"y el patético se supone que soy yo"—.

El golpe de algo caer al agua fría retumbó en el lugar, el echo de no saber nadar complicó más las cosas, empezé hundirme demasiados rápido y aunque supiese nadar, mi brazo dolía de lo peor, luchaba y luchaba un batalla perdida contra algo que ni siquiera era un oponente, algo que simplemente era agua que corría, las pocas fuerzas que me quedaban rápidamente se desaparecieron, o sería mi cerebro que me desconectaba para ya no sufrir, la segunda sonaba más reconfortante, mi vista empezó a desenfocarse poco a poco, no sabía si era por la falta de fuerzas o por el agua, pero eso ya no importaba, lentamente la inconsciencia me fue llamando a aquel lugar oscuro, simplemente ya no pude resistirme a su llamado y me dejé llevar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.