En los Bolsillos del Príncipe

8

"Me gustaría que las chicas no se consideraran adjetivos, sino sustantivos"

Elizabeth Cady Stanton

El sonido de las risas y la música envolvía la sala mientras Raquel Landon se movía entre sus compañeros de rodaje en la fiesta de fin de grabación. La atmósfera era festiva, llena de abrazos y palabras de aliento, pero ella sentía un peso en su corazón. Después de la discusión con Jhonatan, había regresado a su vida en Los Ángeles con una mezcla de alivio y culpa.

Durante la celebración, alguien la presentó a Anisa White, una actriz emergente con un carisma desbordante y conexiones con unafamiliai real poco conocida pero muy poderosa. Su risa era contagiosa y su energía, revitalizante. Raquel sintió una conexión inmediata y la conversación fluyó con naturalidad.

—Así que tú eres la famosa Raquel Landon —dijo Anisa, con una sonrisa encantadora—. He oído hablar mucho de ti.

—Todo bueno, espero —respondió Raquel, sintiendo una chispa de alegría en medio de su confusión emocional.

Las dos mujeres compartieron historias sobre sus carreras y la presión de la industria, y en ese momento, Raquel se sintió comprendida. La amistad que comenzaba a forjarse con Anisa parecía un refugio, una salida de la tormenta que se había desatado en su vida personal y un trampolín al siguiente nivel, pues ella estaba casada con un terrateniente con mucho capital.

Al volver a Los Ángeles, tras el fin de rodaje, su vida social se multiplicó por cien, su popularidad se había disparado.

Sin embargo, a medida que los días pasaban y Raquel se sumergía en reuniones, sesiones de fotos y eventos, su relación con Jhonatan se tornaba cada vez más distante. Las llamadas se hicieron menos frecuentes, y aunque ambos intentaban mantenerse en contacto, la conversación siempre terminaba en la misma discusión.

—No puedo creer que te quedaras hasta tan tarde en la fiesta de lanzamiento —le decía Jhonatan, su voz tensa por la frustración—. Sabías que quería hablar contigo.

—Lo siento, Jhon. Fue una noche importante para mí. Todo esto está sucediendo tan rápido… —se defendía Raquel, pero sabía que sus palabras sonaban vacías.

—Es como si tu carrera fuera más importante que nosotros. Te has olvidado de lo que realmente importa —respondía él, su tono lleno de decepción.

Era un ciclo interminable de malentendidos y resentimientos, y Raquel empezó a sentirse atrapada. Un día, mientras revisaba su agenda, su manager la llamó.

—¡Raquel! ¡Grandes noticias! Te han renovado para la siguiente entrega de la saga. Pero tenemos que ir a Toronto en dos semanas.

El corazón de Raquel se aceleró. La noticia era emocionante, pero al mismo tiempo, sentía un peso aplastante sobre su pecho. La idea de estar lejos de Jhonatan, de su hogar, comenzó a germinar en su mente como una solución.

En la cena familiar esa noche, mientras compartía la noticia con sus padres y hermanos, la conversación rápidamente tomó un giro inesperado.

—¡Es increíble, Raquel! —exclamó su madre, sonriendo—. Tu carrera está despegando, cariño. ¡Estamos tan orgullosos de ti!

—Sí, pero… —Raquel vaciló, sintiendo que su vida personal se desmoronaba—. Jhonatan y yo no estamos bien. Me siento atrapada.

—No puedes simplemente rendirte, Raquel. El matrimonio requiere trabajo —dijo su hermano, mirando fijamente—. Deberías hablar con él, no hacer decisiones impulsivas.

Pero en lo más profundo de su ser, Raquel sentía que el camino estaba claro, no quería seguir en esa relación, ya no daba más de sí, los contactos de su actual pareja no le podrían proporcionar más de lo que la habían proporcionado ya, debía seguir. Se encontraba en una encrucijada: su carrera estaba despegando, y su matrimonio estaba sufriendo las consecuencias de sus decisiones desacertadas. La presión de ser una actriz en ascenso y la expectativa de ser una buena esposa estaban en conflicto, y para ella era más importante su carrera como actriz que ser una esposa ideal.

Esa noche, mientras empacaba para su viaje a Toronto, Raquel tomó una decisión que la llenó de temor y determinación. Sabía que debía terminar su matrimonio, pero quería hacerlo en un momento que no interfiriera con sus compromisos profesionales. Prefería enfrentar la difícil conversación después de su llegada.

El vuelo a Toronto fue un torbellino de emociones. La ciudad la recibía con una brisa fresca y un aire de oportunidades. Raquel se sentía nerviosa y aliviada al mismo tiempo. En su mente, había justificado su decisión: era lo mejor para ambos.

Sin embargo, antes de que pudiera hablar con Jhonatan, el teléfono sonó. Era él.

—Raquel, ¿cómo estás? —preguntó Jhonatan, su voz a medio camino entre la preocupación y el alivio.

—Bien… acabo de llegar a Toronto —respondió ella, sintiendo una punzada de culpabilidad.

—¿Tienes tiempo para hablar? Me gustaría saber cómo van las cosas contigo —dijo él, y Raquel supo que ese era el momento.

—Jhon, hay algo de lo que necesitamos hablar… —comenzó, sintiendo que el aire se volvía denso.

La conversación que siguió fue dolorosa. Las palabras fluyeron, pero las emociones se enredaban en cada frase. Jhonatan escuchó en silencio, su respiración se hizo pesada a medida que ella se explicaba.

—No quiero que esto te haga daño. Pero siento que he descuidado lo que somos. Necesito enfocarme en mi carrera… y no creo que podamos seguir así.

El silencio se volvió ensordecedor. Cuando finalmente Jhonatan habló, su voz estaba llena de dolor.

—Así que esto es lo que elegiste. ¿Simplemente te vas a ir sin más?

Raquel sintió que el corazón se le rompía. Sabía que no había forma de salir ilesa de esta situación, pero en su mente, la decisión ya estaba tomada.

—Lo siento, Jhon. Sé que esto es difícil, pero es lo que creo que debemos hacer. Te voy a mandar los papeles de divorcio y el anillo de compromiso que le perteneció a tu abuela, no tengo nada que obtener de tus bienes ni de ti, por lo que hay poco que ponernos de acuerdo, espero sepas entenderme y que te vaya bien.




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