En los Bolsillos del Príncipe

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"No hay puerta, ni cerradura, ni cerrojo que puedas poner en la libertad de mi mente."

Virginia Wolf

Archivald no pudo evitar notar la mirada de desaprobación de su hermano Edward y la expresión inescrutable de su padre, Lord Hans, cada vez que Raquel se acercaba. No era solo un rechazo sutil, sino una tensión palpable en cada encuentro. Las sonrisas educadas y los gestos cordiales no ocultaban la hostilidad velada que ambos parecían sentir hacia su pareja. Una y otra vez, Archivald les preguntó el motivo de su actitud, pero sus respuestas evasivas y los comentarios indirectos solo le generaban más sospechas.

Raquel también había notado la frialdad de los dos hombres, pero siempre insistía en que no era algo de lo que él debiera preocuparse. Sin embargo, Archivald no podía deshacerse de la sensación de que le estaban ocultando algo. Convencido de que la única forma de demostrarles la seriedad de su relación era dar un paso definitivo, tomó una decisión que cambiaría el rumbo de su vida.

Convocó a su familia a una reunión privada en el salón de invierno del palacio. Cuando todos estuvieron presentes, se levantó y anunció con voz firme:

—Voy a pedirle matrimonio a Raquel. Quiero que sepan que estoy decidido a casarme con ella, es la mujer que quiero a mi lado como compañera y madre de mis hijos.

La noticia cayó como una bomba, nadie esperaba semejante noticia, al menos la mayoría de los presentes. Su hermano Filiph frunció el ceño, su padre negó con la cabeza, y murmullos recorrieron la sala. Filiph fue el primero en reaccionar, poniéndose de pie con gesto enérgico:

—Archiball, esto es una locura. Apenas la conoces, no puedes comprometerte tan pronto. Necesitas más tiempo para… —sus palabras se desvanecieron cuando se encontró con la mirada determinada y llena de furia de su hermano menor, que tenía unas claras palabras que solo los hermanos sabían “ di lo que sabes o mejor no comentes.”

Lord Hans, que hasta el momento se había mantenido en silencio, dio un paso al frente y dijo:

—No estoy de acuerdo. Esto no es lo que esperaba para ti. Raquel… ella no encaja aquí, ni contigo.

Archiball respiró hondo, manteniéndose firme. Se había preparado para el rechazo de su padre y su hermano porque era consciente que algo le ocultaban, al igual que sabían que debía ser bastante importante como para que se opusieran y tampoco se lo dijeran, pero lo que más le preocupaba era la opinión de la matriarca de la familia, la Reina Emanuela, su abuela y la persona con más autoridad en la familia real.

La anciana reina, con sus ojos claros y astutos, observó a su nieto en silencio durante varios segundos que parecieron una eternidad, era consciente de la información que le ocultaban y muchas más que el resto de la familia desconocía sobre la mujer que su nieto quería como esposa y también era consciente de que negarse solo agravaría las cosas y abría una brecha que no está dispuesta a dejar que se abra así que, finalmente y con pesar asintió lentamente.

—Si es tu voluntad, Archiball, yo no me opondré. Pero, hay una condición.

El príncipe se inclinó hacia adelante, escuchando atentamente con el corazón latiendo con fuerza, porque esperaba que ella también se negase.

—¿Qué condición, abuela?

—Quiero que establezcan un acuerdo de separación de bienes, no tendrás acceso al joyero real ni herencia directa de la corona desde el momento que te cases. Tus hijos estarán en la línea de sucesión pero no participarán en actos oficiales más allá de los que reúna a la familia real al completo. Mis asesores y equipo legal redactarán el contrato prenupcial al completo. No habrá matrimonio sin vuestras firmas plasmadas sobre él. — y tras una breve pausa añade — sabes que al igual que tengo la potestad de aceptar éste compromiso también te lo puedo revocar, y no se va a hacer oficial ni real hasta que no firméis el contrato. — sentenció con un tono que no admitía réplica

Archiball sintió que su corazón se detenía por un instante. Sabía que su abuela era una mujer pragmática y siempre buscaba proteger los intereses de la familia. Sin embargo, no pudo evitar pensar en la injusticia de la situación.

—Pero, abuela… Romina, la esposa de Filiph, no tuvo que firmar ningún acuerdo similar cuando se casaron —protestó, mirando a su hermano mayor, quien evitó su mirada con gesto serio.

—Esto es diferente —respondió la reina Emanuela, sin inmutarse—. Raquel no tiene las mismas conexiones ni la misma historia. Es mi condición. Si no lo aceptas, no habrá boda.

El silencio se apoderó de la sala porque todos se dieron cuenta que a la reina nada se la escapaba y sabía mucho más de lo que ellos pensaban. En ese momento los que estaban en contra por la información que poseían fueron conscientes que había mucho más, por lo que no entendían la aceptación por parte de Emanuela. Archiball sintió la presión de todas las miradas sobre él. Sabía que lo que le pedían no era justo, pero también comprendía que era la única manera de seguir adelante con su relación sin perder su derecho al trono y su estatus como miembro de la familia real. Respiró hondo y, con voz tensa, respondió:

—De acuerdo. Acepto la condición.

Al salir de la reunión, Archiball sentía un torbellino de emociones. Era consciente de que acababa de hacer una gran concesión, pero no permitiría que nada se interpusiera entre él y Raquel. Sacó su teléfono y la llamó.

—Raquel, cariño —le dijo con tono tranquilo—, ¿qué te parece si el próximo mes nos escapamos unos días a Noruega? Quiero que vayamos juntos. Es un lugar especial para mí, y creo que te encantará. Quiero que veas la aurora boreal.

Raquel sonrió del otro lado de la línea, sin poder disimular su entusiasmo.

—Suena perfecto, Archiball. Estaré lista para ese viaje.

Así, el 30 de noviembre, bajo un cielo cubierto de luces danzantes y con la majestuosidad de la aurora boreal como testigo, Archiball tomó la mano de Raquel mientras ambos observaban el espectáculo natural en silencio. Se volvió hacia ella, con el anillo de compromiso en la mano, y con una emoción que casi le cortaba la respiración, se arrodilló en la nieve y le hizo la pregunta que llevaba semanas queriendo formular:




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