En los Bolsillos del Príncipe

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"No voy a autolimitarme solo porque la gente no acepte el hecho de que puedo hacer algo diferente"

Dolly Parton

El atardecer se desvanecía en un mar de luces de la ciudad cuando Raquel, Archivald y Valeria llegaron al hotel después de la larga jornada en palacio. La cena fue relajada, pero la tensión subyacente del día se sentía como una presencia intangible que flotaba en el aire. Archiball intentaba animar a las dos hermanas, sonriendo y hablando de temas triviales, pero sus ojos reflejaban el agotamiento emocional.

Valeria, por su parte, mantenía una sonrisa controlada mientras se servía una copa de vino. Había cumplido su papel como abogada y hermana, pero aún le preocupaba cómo Raquel manejaría la complejidad de su nuevo rol. A pesar de los arreglos en el acuerdo prenupcial, Valeria sabía que Raquel todavía tenía muchos desafíos por delante.

—Bueno, hermanita —dijo Valeria, dejando la copa sobre la mesa y levantándose de la silla—, debo ir a descansar. Mi vuelo sale temprano y necesito dormir un poco. —Se volvió hacia Archivald con una sonrisa cordial—. Ha sido un placer, Archivald. Espero verte pronto, en circunstancias menos… formales.

Archivald asintió, devolviéndole la sonrisa, aunque su mirada se mantuvo en Raquel. Apenas Valeria salió de la habitación, se inclinó hacia ella y le tomó la mano.

—¿Estás bien? —le preguntó suavemente.

Raquel se recostó en la silla, cerrando los ojos por un momento antes de mirarlo con una mezcla de determinación y cansancio.

—No estoy mal… Solo necesito tiempo para procesar todo. No pensé que un contrato prenupcial pudiera ser tan complicado.

Archivald apretó su mano con suavidad, como un silencioso voto de apoyo. Sabía que ella estaba haciendo grandes sacrificios por él, y eso solo fortalecía su determinación de protegerla, sin importar lo que su familia pensara.

—Vamos a superarlo —le aseguró—. Y si hay algo que te haga sentir incómoda, lo solucionaremos.

Raquel sonrió débilmente y asintió, sabiendo que tendrían que afrontar juntos mucho más que un simple contrato.

A la mañana siguiente, mientras Raquel desayunaba sola en la suite del hotel, su teléfono sonó con un tono que resonó en la habitación vacía. Era la secretaria de la Reina. Raquel respondió con calma, a pesar de la sensación de inquietud que se instaló en su pecho al escuchar la voz profesional del otro lado de la línea.

—Señora Raquel, un chofer pasará por usted en media hora. La Reina desea discutir algunos asuntos pendientes en palacio. Por favor, prepárese.

Antes de que Raquel pudiera preguntar más, la llamada terminó. Se levantó con rapidez, alisando su vestido y verificando su apariencia en el espejo. Sabía que no podía presentarse de cualquier forma ante la Reina Emanuela. Una vez lista, bajó al vestíbulo, donde un lujoso automóvil la esperaba. El trayecto fue breve, y apenas tuvo tiempo de organizar sus pensamientos antes de encontrarse de nuevo en el imponente Palacio Real de Liberland.

Un miembro del personal la condujo hasta el despacho privado de la Reina, donde un grupo numeroso ya la esperaba. Reconoció a algunos asesores de la Reina y al abogado que había redactado el contrato prenupcial. Pero lo que realmente la sorprendió fue ver a Archiball allí, sentado junto a su abuela. Parecía tan sorprendido como ella.

—Por favor, tome asiento, señora Raquel —dijo la Reina con voz tranquila, señalando una silla vacía frente a ella.

Raquel asintió y se acomodó, sintiendo cómo la tensión se acumulaba de nuevo en su estómago. Los ojos de la Reina se clavaron en ella, analíticos y calculadores.

—Hemos estado discutiendo cómo proceder con el anuncio oficial de vuestro compromiso —empezó la Reina, su tono formal y controlado—. Es importante para la familia y para el país que este anuncio se haga de manera adecuada y oportuna. Pensamos lanzar un comunicado oficial a través de nuestros medios nacionales.

Raquel asintió, tratando de no mostrar su incomodidad. Era consciente de que cualquier declaración que hiciera ahora podía ser malinterpretada.

—Entiendo, pero también me gustaría considerar la posibilidad de una entrevista con una cadena de renombre estadounidense. No solo tengo una carrera establecida allí, sino que mi público… —Raquel se detuvo, buscando las palabras correctas—. Ellos también merecen saber de primera mano esta noticia tan importante en mi vida

Un murmullo recorrió la sala mientras la Reina entrecerraba los ojos, como si ya hubiese previsto ese movimiento.

—No es costumbre de la familia real conceder entrevistas a cadenas extranjeras para anuncios de este tipo —replicó la Reina, manteniendo la compostura—. Este compromiso concierne a Liberland, y debemos priorizar a nuestras cadenas nacionales. Además, no se trata de una entrevista remunerada.

Raquel sintió cómo se le encendían las mejillas, pero mantuvo la calma. Como actriz, sabía perfectamente que cada aparición pública tenía un valor comercial.

—Con todo respeto, Su Majestad —dijo con voz tranquila—, para mí, cualquier aparición pública conlleva cierto costo. Además, creo que sería justo, considerando que no se me ha reconocido como miembro de la familia real en todos los aspectos del acuerdo prenupcial.

La Reina la observó en silencio por unos segundos que parecieron eternos. Luego, asintió levemente, reconociendo el punto.

—Lo entiendo —dijo finalmente—. Si insistes en ello, puedo hacerte un pago acorde a tu estatus actual. Pero debes comprender que, al formalizar tu unión con Archivald, tendrás ciertas obligaciones para con el país y la familia. No siempre se puede medir todo en términos económico

Raquel asintió, aceptando el compromiso a regañadientes. Sabía que no podía presionar más sin correr el riesgo de enfrentarse abiertamente con la Reina.

—Apreciaré ese gesto —dijo con un tono conciliador.




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