una crisis. Los preparativos habían sido impecables, pero las tensiones subyacentes que se habían acumulado durante el último año estaban a punto de explotar.
El sol brillaba intensamente sobre el palacio de Liberland, donde las multitudes se habían congregado para ver a Raquel caminar hacia el altar. La novia, radiante en su vestido blanco, adornado con joyas discretas pero deslumbrantes, sonreía a las cámaras. A su alrededor, la atmósfera era una mezcla de nervios y emoción, mientras los dignatarios internacionales, amigos y miembros de la alta sociedad ocupaban sus lugares en la majestuosa catedral del palacio. Pero a pesar de la apariencia exterior de perfección, dentro de la familia real, la tensión era palpable.
**Romina, destrozada por la traición**
Romina, la esposa del príncipe Filiph, aún estaba destrozada por el mensaje que había recibido momentos antes de la ceremonia. La imagen de Raquel y Filiph en el yate seguía quemando su mente. Las lágrimas que no había podido controlar durante los minutos previos al inicio de la boda no habían pasado desapercibidas, pero Filiph, incapaz de imaginar la causa, simplemente le había pasado un pañuelo, pensando que se trataba de nervios o emoción. Nadie más conocía la verdad, ni siquiera Filiph.
Romina sentía que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. La rabia y la traición la invadían, pero no podía permitir que esa imagen fuera pública, al menos no ahora. La boda tenía que continuar, pero sabía que nada sería igual a partir de ese momento. Las normas, los protocolos y el deber la obligaban a mantener una fachada tranquila, pero en su interior estaba devastada. Apretó los labios mientras observaba cómo Raquel se acercaba al altar con su sonrisa triunfal.
Cuando Raquel entró en la catedral, la mirada de la reina Emanuela, Filiph y otros miembros de la familia estaba fija en ella, pero sus pensamientos eran muy diferentes. Mientras la multitud de invitados admiraba la belleza y elegancia de la futura princesa, la reina Emanuela veía algo más. Sabía que Raquel representaba una amenaza, no solo para la imagen de la monarquía, sino para la paz interna de su familia. En los últimos meses, los rumores, las entrevistas, las constantes apariciones en los medios y las intrigas no habían hecho más que intensificar la desconfianza de la reina hacia Raquel.
Por su parte, Archivald estaba emocionado pero nervioso. Amaba a Raquel, o al menos eso era lo que siempre se había dicho a sí mismo. Pero también sentía la presión de la familia, el deber, y sobre todo, las expectativas de lo que significaba ser un príncipe en Liberland. Mientras Raquel avanzaba hacia él, él no podía evitar preguntarse si estaba tomando la decisión correcta. No era la primera vez que esas dudas lo asaltaban, pero ese día, la mirada de su hermano Filiph, quien lo observaba desde la primera fila, era un recordatorio incómodo de la creciente distancia entre ellos.
El obispo comenzó la ceremonia con una voz solemne, y el eco de sus palabras resonaba por toda la catedral. Raquel y Archivald se tomaron de las manos frente al altar. La tensión en el aire se palpaba a pesar del esplendor del momento.
A mitad de la ceremonia la reina y sus asesores reciben la misa imagen que Romina, solo que le comunican que va a ser vendida a los medios.
Cuando uno de los asesores de la reina le susurró al oído sobre la situación, la expresión de Emanuela cambió de inmediato. Su rostro se tensó, y su mirada se volvió fría. La reina, que había pasado toda su vida defendiendo la integridad de la monarquía y protegiendo a su familia de los escándalos, sabía que esto era algo que no podía controlar pero sí podía retrasarlo lo más que pudiera. En ese momento, tuvo claro que la situación había llegado a un punto de no retorno.
Archivald, aún sin saber lo que estaba ocurriendo a su alrededor, continuó con la ceremonia, pero su intuición le decía que algo estaba mal.
La boda terminó, pero el caos no tardó en desatarse. Filiph, quien finalmente vio las imágenes que Romina había recibido, estaba furioso. Se levantó de su asiento abruptamente, dejando a su esposa y a la pequeña Haine atrás, no podía darle la cara a Romina, la había fallado y ella lo sabía. Mientras Raquel y Archivald eran escoltados hacia el banquete nupcial.
Solo rezaba que no llegase a su hermano o todo volaría por los aires.
La reina le manda llamar junto con su hijo mediano.
—Supongo que las buenas nuevas han llegado a vosotros—dice con una tranquilidad que no posee—. He tenido que desembolsar un dineral por detener lo que sea que fuese a explotar, pero es momentáneo…—Mira a Filiph—Ve pensando en lo que le vas a decir a Romina porque cuando esto salga a la luz, van a haber tres bombas que explotar para ti Filiph, la prensa, tu hermano y tu mejer—.
—Romina ya lo sabe, de echo creo que ha sido la primera en recibir la imagen—responde Filiph cabizbajo—. Hablaré con ella en privado cuando mis suegros se lleven a la niña que hoy duerme con ellos para que pudiéramos quedarnos más tarde en la boda.