En los Bolsillos del Príncipe

23

La atmósfera en el banquete se había vuelto tensa, aunque la música y las risas seguían fluyendo en el aire. La reina Emanuela y Filiph regresaron al salón, cada uno ocupando su lugar en la mesa real, sus rostros serios y marcados por el peso de lo que acababan de discutir. Los novios, Raquel y Archivald, ajenos a la tormenta que se avecinaba, continuaban disfrutando de su celebración.

Romina, sentada a la izquierda de su esposo, no podía apartar la vista de Raquel. Cada risa y cada mirada que compartían los novios la hacían hervir por dentro. ¿Cómo podía ser que Raquel se sintiera tan feliz mientras ella se sentía tan devastada? Era un sentimiento abrumador de injusticia que crecía en su interior, haciéndola querer romper la sonrisa de Raquel con un solo golpe. Aquel día que debería ser de celebración para todos estaba manchado por la traición.

Con cada bocado de su cena, Romina sentía el veneno de la rabia recorriendo su cuerpo. Ahora entendía por qué Filiph había intentado mantenerla alejada de Raquel y de su hija. Había sido una estrategia defensiva, un intento de proteger a su familia del pasado. Pero ahora, la sonrisa de Raquel le parecía como un insulto, un recordatorio constante de la felicidad que ella misma había perdido.

—Filiph —dijo Romina en voz baja, pero con una firmeza que no pasó desapercibida—, no puedo seguir en esta ceremonia. Ya he hecho el ridículo suficiente. Es obvio que tú y yo tenemos mucho de qué hablar.

Filiph la miró sorprendido. Nunca había visto a su esposa tan herida y resentida. Él sabía que la situación era delicada, pero no había anticipado que su reacción sería tan visceral.

—¿A dónde vas? —preguntó, tratando de mantener la calma, pero la preocupación se asomaba en su rostro.

—A casa —respondió Romina, levantándose de la mesa, ignorando las miradas curiosas que se posaban sobre ella—. Mis padres se llevaron a la niña. Así que voy a casa, y tú deberías venir conmigo.

Filiph sintió un nudo en el estómago. No quería que su esposa se alejara de él, pero sabía que la situación no podía ignorarse. La tensión entre ellos era insoportable, y lo que había pasado con Raquel había creado una grieta que necesitaba ser reparada. Finalmente se levantó y la siguió.

****

Una vez en casa, Filiph y Romina se dirigieron al despacho. Filiph cerró la puerta detrás de ellos, creando un espacio a salvo de miradas indiscretas. El ambiente estaba cargado, y ambos sabían que tendrían que enfrentarse a la verdad.

—¿Por qué nunca me dijiste que había algo entre tú y Raquel? —preguntó Romina, la herida aún fresca en su voz.

Filiph respiró hondo, sintiendo la presión en su pecho. Era un recuerdo que había tratado de enterrar, un capítulo que pensaba que había cerrado.

—Fue hace mucho tiempo, antes de que nosotros comenzáramos a salir. Ambos estábamos en un lugar diferente en nuestras vidas —intentó explicarse—. Fue un error y no significó nada al final.

—¿Un error? —interrumpió Romina, con un tono de incredulidad—. ¿Acaso eso hace que duela menos? Te vi sonreír y disfrutar con ella como si no hubiera pasado nada. ¿Acaso no consideraste cómo me sentiría al ver eso?

Filiph sintió que las defensas se caían a medida que las palabras de su esposa calaban en él.

—Lo siento, Romina. No quise que te enteraras así, y mucho menos hoy. Quería protegerte, proteger nuestra familia —respondió, intentando justificar sus acciones.

Romina lo miró fijamente, su mirada cargada de dolor y decepción.

—Protegerme… —repitió, como si le costara procesar lo que acababa de oír—. Esto no es protección. Esto es una traición. Te has ocultado de mí. Y eso es lo que me duele.

Filiph sintió la punzada de la culpa, pero a medida que la conversación avanzaba, también comenzó a sentir que necesitaban encontrar una solución juntos. Habían construido algo valioso, y no quería que esto lo destruyera.

—Tienes razón —dijo finalmente, buscando sinceridad en sus palabras—. Nunca más me esconderé de ti. Vamos a superar esto, como equipo. Lo hacemos por nuestra hija, por el amor que nos tenemos.

Romina asintió, pero su mirada aún era cautelosa.

—Debemos ser honestos el uno con el otro. Si hay algo que debamos contar, que sea ahora. No podemos permitir que este secreto nos consuma.

—Tienes razón —respondió Filiph, su voz más firme—. Si Archi se entera de esto por otra persona, las cosas se pondrán aún más difíciles. Necesitamos contárselo a él antes de que sea demasiado tarde.

**Un nuevo comienzo**

Ambos se sentaron, tratando de calmar las emociones desbordantes. Filiph sabía que tendría que hablar con Archivald, un gesto que lo aterrorizaba, pero sabía que era lo correcto. Romina lo miró con ternura, comprendiendo que su amor seguía ahí, a pesar de la sombra de la traición.

—Lo haremos, juntos —dijo ella, tomando la mano de Filiph—. Esto no significa que sea fácil, pero sé que tenemos la fuerza para enfrentar lo que venga.

Filiph sintió un ligero alivio. Era un nuevo comienzo, una oportunidad para sanar y reconstruir la confianza que habían perdido. La imagen de Raquel y su sonrisa triunfante seguía presente en su mente, pero ahora estaba decididamente motivado para proteger su familia, sin importar lo que tuviera que enfrentar.




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