Los meses transcurrieron con una calma sorprendente después de la tormenta que había sido la boda de Archivald y Raquel. La luna de miel en el Caribe había sido todo un sueño: playas de arena blanca, aguas cristalinas y un tiempo para reconectar. Fue un momento de felicidad pura, donde Archivald y Raquel descubrieron la belleza de compartir su vida juntos, lejos del bullicio de las responsabilidades reales y las expectativas sociales.
Al regresar a Liberland, la reina Emanuela hizo un anuncio formal en una ceremonia íntima: Archivald y Raquel serían elevados al título de **Duques de Windsor**, un honor que llenó de orgullo a la joven pareja. Raquel, al escuchar el título, sintió que su corazón se hinchaba de felicidad. Ser parte de la nobleza británica, aunque de manera indirecta, representaba un mundo completamente nuevo y emocionante para ella. Había dejado atrás sus días como actriz en busca de fama, y ahora estaba en un lugar donde su papel tenía un significado más profundo.
Sin embargo, mientras su vida parecía florecer, un oscuro nublado se cernía sobre el horizonte. Su hermana, una figura que Raquel había decidido dejar de lado en su búsqueda de estabilidad, intentó ponerse en contacto con ella varias veces. Había algo en la voz de su hermana que la hacía preocuparse, un tono de vulnerabilidad que resonaba profundamente. Pero la vida de Raquel estaba ocupada y abrumada por la nueva realidad; cada vez que su hermana llamaba, Raquel decidía colgar, pensando que no era el momento adecuado. Su enfoque estaba en Archivald y en adaptarse a sus nuevas responsabilidades, y el drama familiar parecía un peso que prefería ignorar.
Con el tiempo, Archivald se vio obligado a representar a la reina en diferentes países aliados y antiguas colonias. Durante estos viajes, Raquel decidió acompañarlo, intrigada por la oportunidad de ver de cerca lo que significaba ser un miembro de la familia real. Cada evento, cada reunión y cada discurso que Archivald daba le daban a Raquel un nuevo sentido de propósito. Se sintió parte de algo más grande, algo significativo.
Con el tiempo, la reina, reconociendo el deseo de Raquel de involucrarse más en la vida pública, le otorgó varios patronatos relacionados con el cine y la industria del entretenimiento. Aunque la prensa ya la había etiquetado como "la actriz convertida en duquesa", Raquel sentía que había encontrado un camino más allá de los focos y las alfombras rojas, un camino que podía contribuir al bienestar de su comunidad.
A medida que el aire fresco de diciembre comenzó a soplar sobre Liberland, los rumores sobre un posible embarazo comenzaron a circular. Solo habían pasado seis meses desde la boda, pero la prensa parecía estar siempre al acecho, buscando cualquier indicio que pudiera confirmar sus sospechas. Archivald no entendía cómo la noticia había llegado tan rápido a oídos de los periodistas, pero su esposa no parecía tan preocupada. Ella disfrutaba de la atención que su nueva vida le traía, y en su interior, una chispa de alegría florecía ante la idea de convertirse en madre.
Sin embargo, la reina Emanuela no compartía la misma emoción. En cuanto se enteró de los rumores, convocó a Raquel a su oficina, lista para poner las cosas en claro.
—Raquel —comenzó la reina con su tono serio, que siempre hacía que los demás se sintieran un poco incómodos—, se ha filtrado rumores de posible embarazo, ¿sabes de donde ha salido?
Raquel se sintió acorralada. La mirada penetrante de la reina la hacía sentir como si estuviera siendo juzgada por cada decisión que había tomado desde su llegada a la familia real.
—No he hecho nada para fomentar esos rumores, su majestad —respondió Raquel, aunque sabía que su tono defensivo no era lo que necesitaba en ese momento.
— He escuchado que tenías pensado conceder la entrevista exclusiva a una revista. Hoy en la tarde sale un comunicado de prensa confirmando el embarazo
Raquel sintió una oleada de frustración. —Solo quería compartir mi felicidad. No creo que haya algo de malo en eso.
—Pero hay maneras apropiadas de hacerlo. No olvides que ahora eres parte de la familia real. Todo lo que hagas tiene repercusiones.
El tono de la reina se suavizó un poco. —Te aprecio, Raquel. Pero tienes que entender que nuestra familia ya ha pasado por suficiente drama y escándalo. Quiero protegerte, y proteger a tu futuro hijo o hija.
Raquel sintió que la presión aumentaba, no solo de su abuela, sino también de sí misma. ¿Debería haber hecho las cosas de manera diferente? ¿Podría haber manejado mejor la situación?
—Lo siento su majestad —dijo, sintiendo que su orgullo se desvanecía—. No quería causar problemas. Prometo que no hablaré con la prensa sobre esto. Quiero hacer lo correcto para nuestra familia.
La reina asintió, pero Raquel sabía que había una línea delgada que estaba caminando. La presión de ser parte de la familia real estaba empezando a hacer mella en ella, y aunque deseaba ser una buena esposa y una futura madre, temía que el mundo del espectáculo que había dejado atrás pudiera volver a atraparla.
**Navidades en la corte**
Las navidades se acercaban rápidamente, y mientras los preparativos estaban en marcha para la celebración en el palacio, la tensión en el aire era palpable. Raquel estaba ansiosa por las festividades, pero el peso de la conversación con la reina seguía presente en su mente. Aún tenía que lidiar con la presión de los rumores de embarazo, así como con la idea de que su hermana había intentado contactarla sin éxito.