Carlie.
El rey espera mi reverencia pero me niego a hacerlo, si algo me ha enseñado la vida es que la reverencia no es una obligación sino un premio, un gesto sincero, no porque él ocupe un trono significa que yo deba estar sometida a él, yo tengo la misma libertad que él tiene.
Me giro hacia Adem y este solo asiente para sonreirme orgulloso ante lo que cualquiera llamaría osadía.
—Yo he nacido en un país donde la soberanía es parte de la historia pero no es nuestro presente, la soberanía radica en el pueblo lo cual nos da la libertad de elegir a nuestro gobierno, espero y entienda que yo no me doblegaré ante su palabra porque nací con libertad de pensamiento y de decisión como para que a la primera la ceda ante cualquier persona, muchas personas lucharon por esta libertad que hoy gozo. —le sonrió falsamente. —Supongo que si quiere hablar en buenos términos conmigo sin prejuzgarme sabe dónde estaré. —me doy la vuelta dejando a toda la corte totalmente shockeada, pero yo no me voy a dejar de nadie, yo no vengo a que me insulten o me traten mal.
El príncipe mayor hace una pequeña reverencia cuando pasó y yo solo le sonrió.
Camino a paso firme sin mostrar ninguna debilidad tal como me lo dijo Adem, por más que mis piernas están a un solo paso de fallar.
«En que me vine a meter.»
Me siento afuera a esperar a que el principito salga.
Una chica me observa algo dudosa antes de acercarse.
—Lindo espectáculo has dado. —dice sentándose junto a mí. —Soy Leila, tu cuñada, hermana de Adem y de Dorian.
—Carlie Gray. —me presento estirando mi mano hacia ella.
—Si tranquila conozco tú nombre, fui la persona que le insistió a mi hermano para que te buscará. —me sonríe. —Eres muy desafiante, eso me agrada en la corte de mi padre tienen un gran talento para aplastar a las mujeres, a mi no me permiten entrar porque anule mi compromiso mientras que mi hermano que hace un par de semanas le pidió el divorcio a su esposa si le dejan pasearse por la corte. —se ríe. —¿Muy machista no crees?
—Verdaderamente sí.
—¿Te imaginabas tener que asistir alguna vez a la corte de Dinamarca? —me pregunta para luego hacerle señas a un hombre que se apresura a pasarle una botella de agua.
—Realmente no, hace un par de días estaba pensando en que haría cuando mi visa terminara y luego ahora estoy aquí sin saber muy bien que hacer pero con la única responsabilidad de no enloquecer.
—Ciertamente yo siempre creí que mi hermano se casaría con una desconocida, al menos tú eres inteligente y con espíritu rebelde como el de él, Adem siempre ha actuado muy sobre la línea de lo que mi padre dicta es como que le encuentra siempre la forma de no hacer exactamente lo que él diga pero si cumplir a su manera con ello.
Adem aparece delante de nosotros y nosotras damos como terminado el tema de conversación.
—Leyla ¿Intentarás hablar con el rey? —le pregunta a la chica.
—Iba a hacerlo pero creo que ya tuvo su dosis de disgusto por hoy, ¿Cómo sigue de salud? Le pregunté a su médico y me negaron la información a pedido del rey. —habla con ironía.
—Está agotado pero de igual forma eso ya es cosa diaria. —Adem se ve un poco dudoso ante que decir antes de girarse en mi dirección. —Mi padre ignorara tu actuación de rebeldía, me costó un poco pero logré hacerle entender que no se puede enjaular a una paloma que ha crecido en libertad, pero a cambio de no reprenderte quiere que tú aprendas a comportarte como dama de la corte.
No pude aguantarme y comencé a reír.
—¿Dama de la corte? ¿Yo? — que ni se moleste porque no pienso regresar aquí a escuchar que me insulten.
—Tranquila no lo hará más, no puede hacerlo en algún momento tendrás un título consorte así que no puede despreciarte de ninguna manera. —suspira para luego mirar a su hermana. —Princesa Leyla a pedido del rey tú debes de instruirla en cuanto a cómo comportarse en la corte y el te otorgará su perdón.
—¿Yo? ¿Domar a la fiera? — Leyla se ve algo sorprendida mientras que yo no sé si ofenderme o no porque me ha dicho fiera. —Me encanta, de paso ella me enseña a no dejarme dominar por un hombre.
Nos despedimos de la princesa y nos vamos.
—Sabes creo que has hecho temblar al rey. —habla Adem rompiendo el pequeño silencio. —No recuerdo ninguna mujer que se haya plantando de forma que el rey se quede sin palabras por la sorpresa.
—Solo fue una respuesta normal a su agresión, yo no cedo ante ningún hombre solo a mis deseos e impulsos en ese momento. —le recuerdo. —Yo no he sido criada como una princesa en una jaula de cristal y mucho menos de oro, me quieren educar como a una princesa, pero yo tengo algo en claro dónde naces no que tan más o tan menos princesa seas, no se necesita de un título para eso, si quieres ser princesa o reina todo empieza proponiendotelo, sin esperar a nadie más que a ti misma. Uno nace con un destino que es un lienzo en blanco está en cada uno darle un color o colores que quiera porque nadie más que uno mismo debería dictar lo que quiere para su vida, los límites y los imposibles son los que uno mismo se fijan, nuestro límite están donde comienzan los del otro pero nuestros imposibles son nuestras propias limitaciones cuando uno cree que no puedo hacer tal cosa. —suspira. —yo pude enfrentarme a ese hombre porque en mi mente él no tenía corona, solo era un hombre queriendo ejercer presión sobre mí, creyendo que él estaba de alguna forma inalcanzable pero no es así, todo está en lo que uno cree y yo creo más en mi misma que lo que creo en él.
Adem besa el dorso de mi mano.
—Pues dibujemos juntos en el lienzo entonces y que lo demás nos sorprenda.