En los brazos del príncipe

16

"Dulce Amanecer"

"Dulce Amanecer"        

Carlie.

A la mañana me levanto temprano y llamó a una de las cocineras para que me ayude.

—Señora ¿Que necesita? —pregunta acomodándose su delantal.

—He tenido una idea, prepararemos comida para llevar a los hospitales y comedores de la zona. —digo para sonreírle.

—¿El rey le autorizó la salida? 

—¿Creer que saldría sin su autorización? Claro que no. —miento con mi mejor cara de niña inocente.

«¿Pedirle permiso a Dorian? No es una opción.»

—¿Por qué intenta ayudarnos tanto? —pregunta la señora extrañada.

—Pues últimamente vienen pasando por muchas cosas, su rey murió comenzó una rebelión y siento que estando aquí sin hacer nada pudiendo ayudar un poco no sólo los ayudará a ustedes sino también a mi para calmar un poco lo que siento al pensar todo lo que están sufriendo.

—Es como Aylén. —dice ella.

—¿Aylén? 

—Si, la protagonista de un cuento infantil que solemos contarles a nuestros hijos, ella era la protectora de un pueblo sometido, pasaba noches en vela cuidando de ellos incluso olvidaba comer por eso y jamás buscó que ellos le agradecieran, solo lo hacía para sentirse bien con ella misma.

—Me da miedo preguntar cómo acabó ella.

—Falleció, ella se entregó a los que capturaban a su pueblo a cambio de que los liberarán.

—Pues definitivamente yo no soy para nada parecida a Aylén. —le sonrió y continuó amasando mientras ella me ayuda. —Yo solo me quiero sentir útil.

Adem aparece en la cocina.

—¿Qué están haciendo? 

—Galletas. —le respondo para sonreírle. —No me digas que el principito dejará su corona de príncipe y ayudará a cocinar. —bromeó con él.

—No pensaba hacerlo. —dice riendo. —Pero ya que lo dijiste de esa forma, claro que lo haré.

Adem se pone un delantal y me una imagen tan hermosa.

Ya me lo imaginé de chef, creando delicias con sus manos.

«Dios que calor y estamos en invierno.»

Su camisa negra se ajusta perfectamente a su torso, arremanga las mangas de su camisa haciendo que sus brazos musculosos se puedan ver a la perfección.

Agatha, la mujer de la cocina me pasa unos moldes para las galletas y me concentro en eso para que mi mente deje de provocarme, querer saltar sobre mi principito.

Estamos horas horneando galletas, hasta que por fin tenemos una cantidad considerada.

Mientras me cambio de ropa a una más sencilla y descontracturada, observó a Adem.

Él irá conmigo pero muy diferente a como uno puede llegar a pensar que se vería un príncipe, más bien vestido como una persona totalmente desalineada.

—¿Qué tal me veo? —dice. 

Un pantalón con unos cuando pequeños agujeros, una camisa con un estampada de leopardo.

—Horrible. —le soy sincera. —Era no parecer Adem, no convertirte en una persona sin control en su vida, te sugiero que te cambies porque así llamas la atención.

—¿Alguna sugerencia?

—Parecer decente y no un ladrón pero sin traje ni nada de eso, como cualquier persona normal en la vida cotidiana. —le digo obvia pero él solo frunce el ceño. —Ah verdad el principito Adem jamás ha sido una persona normal.

Dos horas después ya nos encontramos en las calles repartiendo galletas y en mi caso curando una que otras heridas, es increíble cómo las calles se ven tan limpias después de la tormenta llamada rebelión.

Las personas me regalan sonrisas ante cada pequeña acción ya sea dar galletas, jugar con algunos niños o incluso curar sus heridas, Adem acompañado con un guardia aguardan a unos cuantos pasos de mí.

Es como si estuviesen en un dulce amanecer.

Me acerco a Adem.

—¿Si viste? Se ven bien, como si nada no haya sucedido.

—Las heridas son siempre internas. —me recuerda él. —Están pasando página para no vivir de esas tristezas, además ni siquiera imaginan quién eres, se nota que no ven nada diferente a como son ellos.

—No tengo nada que me haga diferente, él único con un título capaz de hacer la diferencia eres tú Adem, yo solo tengo un anillo con una promesa escrita, porque aún sigo cumpliendo la promesa de ser tu tormento, indomable y con sentido de libertad.

Le doy un pequeño beso antes de separarme de él.

Regresamos a la casa de refugio, yo con mis pensamientos tranquilos porque ya se que están bien, recuperándose y otros curando sus heridas.

Me tomé el tiempo de instruir a algunas personas sobre la limpieza de heridas profundas, son solo tres personas pero son tres personas que velarán por las demás.

Elena fue dejada por unos oficiales en su casa, donde aguardaban sus padres por ella.

Cuando entramos veo a un hombre en el estudio de Dorian.

—¿Quién es? —le preguntó a Adem al ver cómo presiona sus puños.

—Alguien de quién debes mantenerte muy alejada. —me advierte él. —Ve a la habitación, pediré que te lleven la comida en lo que me despido de la visita. —dice con un tono de voz que deja en evidencia su molestia.

—Adem … —bufó. 

Él solo me ignora y se dirige a donde se encuentra el desconocido.

Me quedo quieta en el lugar decidiendo entre hacer lo que él me dijo o ir en contra de ello siguiendo mi impulso.

Extrañamente terminó por hacer lo que él me dijo.

—Estas me las cobraré Adem Smith, te juro que el hacer lo que me digas tendrá un costo muy alto. —bufo.

Voy directo a darme un baño.
 

 




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