En los brazos del príncipe

18

Carlie.

En sus ojos me pierdo una vez más haciéndome olvidar hasta dónde me encuentro creando un solo espacio donde solo somos él y yo.

Adem me pasa una copa de vino, estamos sentados en la cama bebiendo en un gran silencio pero para nada incómodo.

—Dime algo principito ¿Qué recuerdas de esa noche? —digo sentándome sobre él

—Mmm tú bailando con algunas chicas, luego me acerque a ti para invitarte un trago luego de eso hay un gran vacío, ir corriendo por las calles, luego desperté y allí estabas.

—Interesante. —me rió. —Yo recordé nuestro matrimonio y que cuando llegamos al hotel nos besamos y eso es todo.

—¿Si hubieras estado consciente te hubieras casado conmigo? — él pregunta.

—No, jamás lo hubiera hecho eras un extraño y para completar con un título real eres muy lo contrario a lo que en algún momento podría haber llegado a pensar.

—Pero aún así me quieres, ¿No es así?

Sonrió acercandome mi cuerpo más cerca a él.

—No sé si puedo decir que es amor pero solo se que no me quiero alejar de ti porque me haces muy bien, me da algo de miedo llamarlo amor y luego descubrir que con la menor de las brisas desaparece. —Pasó mis manos por su rostro para luego dejarlas en su cuello. —Digamos que es algo místico, que llegó sin avisar y por ahora no quiere marcharse. —le sonrió.

Lo beso, Adem pasa sus manos por mis cinturas acercándome aún más a él, mientras que una de mis manos regresa a jugar con su cabello, dándole pequeños tirones.

Bufó cuando escucho que tocan la puerta.

—¿Por qué siempre tocan la puerta? —bufo poniéndome de pie para caminar hasta ella mientras Adem se ríe de mis gestos —¿Que? —es lo único que digo esperando respuesta.

—El rey los solicita de manera urgente abajo.

—¿Ahora mismo? —suspiro cuando la chica que vino a dar el recado suspiro. —Bien ya vamos, gracias.

Miro la hora y son las tres de la mañana.

—¿Es que acaso tú hermano no duerme? —Tomo mi bata. —Dice que nos solicita de manera urgente.

—¿A esta hora? No te pongas la bata mejor vístete porque con ropa de calle porque no sabemos si debemos de salir con prisa.

Asiento.

Minutos más tarde nos encontrábamos junto a Dorian en su despacho.

—¿Que sucedió? —pregunta Adem.

Yo solo miro la bebida en su escritorio y todo el cabello desordenado a juego con su camisa desarreglada.

—Necesito que vayan a Países Bajos, ellos rompieron con nuestro acuerdo de frontera y necesito que vayan a renegociarlo.

—¿Por qué no vas tú? Eres el rey. —le responde su hermano.

Dorian levanta la vista y podría jurar que su enojo podría atravesarnos cual dagas.

—¿Por qué no voy yo? Es sencillo, yo solo estaré tres meses aquí luego quieren gobernarán serán ustedes. —su cuerpo está muy pero muy tengo. —De nada sirve que yo salga a hacer acuerdos ahora cuando dentro de tres meses caerán, nadie querría volver a negociar dentro de tres meses.

—Deja de dar por hecho que abdicaras, el trono es tuyo por derecho. —digo suavemente.

—Llevo apenas unos días en este trono y ya estoy exhausta. —Dorian cae sobre su silla. —Para nada quiero esto y nada sale de mi para que esto funcione, siento que esto poco a poco está acabando conmigo, tengo varias noches sin dormir, y todo se ha vuelto un gran caos, mis órdenes se pierden en el viento como mi supuesto poder, ya no doy más.

Un par de lágrimas salen de sus ojos y es cuando realmente tomó conciencia del peso sobre sus hombros, él no solo toma la responsabilidad de él mismo sino de cada persona que pisa el territorio delimitado y llamado Dinamarca.

Adem se acerca a él y se pone en cuclillas quedando a su altura, yo también me acerco pero solo para cerrar el espacio de ellos dos, no me entrometo entre ellos.

—Iniciamos juntos y terminaremos juntos, si no puedes con la carga recargala sobre mis hombros que yo alcanzaré junto a ti. —murmura Adem mientras apoya su cabeza con la de su hermano.

Soy hija única así que jamás tuve un gesto así por parte de alguien, es decir nunca tuve a una persona que al escuchar mi derrumbe llegará en mi auxilio sino todo lo contrario, mis padres cuando les dije que había déjalo la carrera y que quería tomarme un tiempo para encontrar mi real motivación en el mundo me dijeron que si quería abrirme camino lo hiciera fuera de su casa y me dieron como plazo un mes para que encontrará un trabajo y me marcharse, tenía dieciocho años recién cumplidos y en el único lugar donde me dieron trabajo fue en un bar que era muy degradante a decir verdad, trabajé de mesera pero el dinero no me alcanzaba para nada, varios días estuve sin comer porque debía pagar la renta y no me alcanzaba el dinero, luego me fui haciendo amiga de algunas bailarinas, que me enseñaron a bailar, Maga fue la chica que me enseñó todo lo que hoy se, a ella le llegó la oportunidad de mudarse a Chicago y me invitó a irme a trabajar al mismo lugar que ella y así fue como si fuera un ave volví a abrir mis alas esperando el siguiente impulso del viento, nos separamos cuando ella se casó y yo seguí en Chicago, para ese entonces ya era mi hogar y aquí estoy ahora en Dinamarca.

Muchas veces solía preguntarme qué había sido de ellos, si me extrañarían o siquiera se acordarían de mí, de esa joven de 18 años que al no querer seguir con lo que ellos querían decidieron sacarla de sus vidas, como si fuera un perrito olvidado en la carretera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.