En los brazos del príncipe

19

"Místico."

Carlie        

Carlie.

Creo que puedo decir que estoy teniendo la luna de miel más diferente o la más original, mientras otros viajan por países, disfrutan de sus playas, recorren mucho o simplemente pasan tiempo juntos organizando el que será su hogar, yo estoy sola en una embajada mientras mi esposo asiste a reuniones políticas, llevamos tres días aqui y creo que juntando el tiempo que lo veo despierta son unas cuatro horas, porque pasa asistiendo a reuniones con el presidente, con demás políticos con cargos de confianza.

Mientras que yo estoy en una oficina con una computadora, redactando documentos para distraerme, con un guardaespaldas que solo está sentado en una silla junto a la puerta.

Miro la hora, el reloj marca las ocho de la noche.

Bufó.

Creo que después de todo ser interrumpida constantemente no estaba tan mal, ahora estoy en un país que desconozco aún más y sin Adem … realmente me siento bastante sola.

—¿Me acompaña a cenar? -le pregunto al hombre que aguarda junto a la puerta.

Él me observa unos segundos para negar.

—Lo siento princesa, no tengo permitido acercarme a usted salvo un caso de ultra necesidad.

—Solo te estaba pidiendo que te sentaras a cenar conmigo para no cenar mirando hacia la pared, no te estaba pidiendo que nos tomáramos de la mano o algo por el estilo. 

Adem había dicho que hoy si me acompañaría a cenar, pero siempre parece surgir algo y yo me quedo esperando hasta tarde cuando regresa.

Estar al pendiente de donde va y con quien está no está ni cerca a ser una de mis prioridades, pero lo extraño así que le escribo.

“Te extraño ¿tardas mucho?” me quedo observando el chat, esperando a que las palomitas se marquen con celeste.

“Estoy camino a una cena … mandó a que te traiga alguien conmigo si eso es lo que quieres.”

bufo.

“Sabes bien que yo no quiero cenas políticas, pero habías dicho que hoy cenarás conmigo pero otra vez no será así.”

“Carlie estas cenas también son tus obligación, pero entiendo que no quieres estar relacionada a estos actos políticos, por eso yo soy quien me encargo de todo, tú puedes liberarte de esto, yo no.”

No le respondo más, solo apago el celular.

—Vamos al departamento, ya no tengo nada que hacer aquí. —le digo al hombre de seguridad.

Cuando llegué al departamento me encontré sola nuevamente.

—Tal vez esto solo será una rutina y deba acostumbrarme a ella. —murmuro para mí misma.

Debo aprender a entender que sus responsabilidades están más allá de lo que yo signifique para él, porque no se trata solo de mí sino de millones de personas.

Me siento egoísta al querer retenerlo aunque sea unas horas solo para mí, pero él se ha vuelto mi cable a tierra, aquella persona que me saca un poco de la realidad.

Me cambio y me pongo mi pijama para estar más cómoda.

Pienso en hacerme chocolate caliente, el chocolate siempre anima.

Me recojo el pelo en una coleta alta y comienzo a buscar el chocolate, luego pongo leche a hervir.

No tiene mucha ciencia hacer chocolate caliente, pero como casi todo en la cocina hay que prestarle atención, porque cuando menos se lo piensa todo termina arruinado.

No se bien que estoy haciendo narrandoles el proceso del chocolate caliente, solo estoy intentando distraer mi mente, así que como les seguía contando, agregó el chocolate junto a la leche y comienzo a revolverlo para que se disuelva con la leche y se haga uno.

Mi piel se eriza en cuanto siento sus manos sobre la mía, deja un beso en la parte posterior de mi cuello, ante la sensación cierro los ojos dejándome llevar por todo lo que me genera él solo con un beso.

—Lo siento por lo de la cena.—murmura. —Ya estoy aquí para cumplir mi promesa.

Apagó el fuego de la cocina antes de darme vuelta y besarlo.

Doy un pequeño salto para subirme a horcajadas de él y entrelazar mis piernas detrás de él, sobre su torso.

—¿Me extrañaste? —me pregunta sonriendo.

—Solo un poco. —miento para luego reír con él.

Nos volvemos a besar y él comienza a caminar conmigo aún sobre él.

Se sienta en el sillón y continuamos besándonos, yo desabrocho los primeros tres botones de su camisa, comienzo a repartir besos por su cuello.

Mientras que él pasa sus manos por debajo de la blusa de mi pijama, sus dedos fríos sobre mi piel tibia, me ponen las emociones a mil.

Le termino de desabrochar todos los botones y procedo a quitarle la camisa, Adem me quitó mi camisa y comienza a hacer un recorrido de besos desde unos milímetros debajo de mi mandíbula, hasta el inicio de mis senos, los cuales aún seguían cubiertos por el sostén negro de encajes.

—Solo recuerda que siempre volveré a ti, sin importar que. —dice entre besos.

Nos separamos un segundo.

—¿Lo prometes?— digo viendo directamente a los ojos.

—Es una promesa que jamás romperé. 




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