Carlie.
Nada me parece real, estar regresando a ese lugar donde pasé la gran parte de mi vida. Regresar a donde ellos me dejaron, regresar a ellos aún cuando ni siquiera estoy segura de que así lo quieran.
"No olvides que siempre tendrás un lugar a dónde regresar … te doy tú espacio porque sé que es algo que necesitas, así lo siento yo, pero tú y yo tenemos un compromiso más fuerte que la distancia, no lo olvides." Fueron las palabras que me dijo Adem antes de que yo tomara un avión con rumbo a Canadá.
Adem saldría a las pocas horas hacia Dinamarca, pase horas pensando si realmente sería algo bueno hacerlo, pero este es el único momento porque después de esto mi mente tiene que estar al cien por ciento en Dinamarca, y hace tanto tiempo que no se nada de ellos que tengo miedo a perder tiempo que puede ser necesario.
Bajo del avión acompañada de un hombre de la seguridad de Adem que prácticamente me pisa los talones, hago los chequos y salgo del aeropuerto, aún con la idea de que esto es una especie de sueño.
—Princesa … el vehículo ya está llegando. —me avisa sacándome de mis pensamientos.
Ya no corrijo el "princesa" porque por más que le recalco el no soy princesa parece que en cuanto terminó de decirlo ellos simplemente olvidaron lo que digo.
Mis padres viven apartados del mundo, tienen una casa en las afueras, prácticamente donde se olvida de la existencia del mundo, desde que se retiraron de sus trabajos quisieron alejarse del tráfico y de todo lo que les podría a llegar a causar estrés, y se fueron a vivir a las afueras, lo más cercano a la civilización es un pueblo a hora y media que tiene un pequeño centro de salud y hay unas cuantas tiendas de abastecimiento, pero nada con mucho lujo, solo lo indispensable.
No puedo decir que después de todo le esté dando la razón a las últimas palabras que ellos dijeron antes de que me viera obligada a cruzar la puerta de su casa, no siento que esté regresando arrastrándome como una perfecta inútil, tampoco puedo decir que resolví mi vida gracias a que ellos me dieron la espalda, soy muy consciente que en caso de no conocer a Adem, si estaría viva como ahora mismo, pero mi día a día no pasaría por cosas triviales sino en el sacar los cálculos del día a día de cuánto gastar para pagar todo y sobrevivir en el intento.
Si, tendría que darle la razón cuando ellos me dijeron que mi profesión podría hacerme libre, pero no estoy regresando para eso, mucho menos para decirles nada sobre mi casamiento, simplemente para terminar con esta necesidad que crece en mi interior.
Mis manos me tiemblan de la ansiedad que me está generando todo esto, pero sea como sea necesito cerrar este capítulo en mi vida, necesito enfrentarme a ellos, ya sea que termine bien o mal, es lo que necesito.
Finalmente nos detenemos frente a su casa, y a simple vista nada ha cambiado, sigue siendo el mismo lugar de donde me fui.
Dejo mi maleta en el auto porque nada me asegura que siquiera me dejen cruzar la puerta y entrar a su casa.
—Aguarda aquí por favor. —le pido a Josh, el hombre de seguridad.
—Si, princesa.
Bajo del auto y suspiró antes de comenzar a caminar con dirección hacia la entrada.
En esos segundos millones de cosas cruzan por mi cabeza, como si fuera una rueda de la fortuna y todos ellos recuerdos ruedan sin fin por mi cabeza.
Mi padre es quien abre la puerta, al principio solo me observa y no dice nada así que soy yo quién habla.
—Buenos días. —saludo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —dice abriendo más la puerta.
En su voz se nota la molestia que le causó.
Un nudo se forma en mi garganta, pero no me permito llorar, yo me juré a mi misma que sus palabras ya no tendrían efecto sobre mí.
—No vengo a pelear, mucho menos a pedirles algo, solo quería saber cómo se encontraban. —hablo de forma serena.
—¿A ver cómo estamos? ¿Acaso somos perros para venir a visitarnos y saber cómo nos encontramos?
Suspiro.
—¿Me dejas pasar? Prometo que solo serán unos minutos y luego me marcho.
Mi padre se hace a un lado y finalmente entró a la casa, mi padre pasa por mi lado, así que soy yo quien cierra la puerta justo cuando Josh, se sitúa junto a la puerta, a la espera de alguna orden.
—¿Mi madre está?
Él no alcanza a responder cuando siento sus pasos por el pasillo, y pasa lo que nunca esperé, ella me abraza ni bien me ve.
—¿Carlie? ¿De verdad eres tú?
Intento no llorar pero algunas lágrimas se escapan aún cuando intento reprimirlas.
—Sí mamá, soy yo.
—Richard, es nuestra niña. —le dice a mi padre, él cual solo mantiene la mirada dura.
—Ya la he visto, ahora, di que es lo que quieres así te marchas de una vez. —se sienta en el sillón.
—No le hables así, es nuestra hija y está de vuelta después de que le he pedido tanto a Dios que no las traiga de regreso.
Me siento junto a mí madre.
—Tengo mucho tiempo sin saber de ustedes, y cada mañana cuando despierto amanezco preguntándome cómo estarán, y ya de pronto no puedo sacarme esa pregunta de la cabeza así que he tomado el primer vuelo y aquí estoy.
—Carlie, nosotros estamos muy bien ¿Pero que ha sido de ti? ¿Por qué no has regresado antes? Sabes, nosotros nos equivocamos mucho al tratarte como lo hicimos, nos dimos cuenta en cuanto comenzaron a pasar los días y no sabíamos nada de ti, pasamos muchas noches sin dormir pensando en dónde dormirás o siquiera si tendrías un plato de comida.