En los brazos del príncipe

26

Adem.
Cierro mis ojos dejándome llevar por mis recuerdos.
Recuerdo cuando despertaba junto a ella, con su pelo despeinado y esas ganas de iniciar una guerra de almohadones.

Esa chica me robaba sonrisas aún cuando no se me permitía sonreír.

Me siento estúpido al pensar que la odio y aún así esos recuerdos muchas veces me han ayudado a mantenerme en pie.

Gobernar no se me ha hecho para nada sencillo, los problemas nunca faltan, siempre soy juzgado por las decisiones que tomo, pero me he asegurado en dejar en claro que quien toma las decisiones soy yo.

Mis decisiones son producto de la lógica, no decido a través de los sentimientos, eso es lo que Carlie Grey me ha enseñado en la vida, a que cuando uno pone en juego el corazón queda totalmente expuesto.

La veo y solo pienso en que la quiero hacer sufrir, por su abandono, porque ella logró seguir sonriendo luego de dejarme a mi, mientras yo me llene de amargura.

Pero por otro lado, me hierve la sangre saber que otro hombre está viviendo en su departamento.

«Necesito alejarla de él, cuando antes.»

Jamás siquiera imaginé que ella se hubiera marchado embarazada, quisiera saber si realmente lo sabía, o simplemente lo descubrió después.
Quisiera saber tantas cosas, pero mi orgullo no me permite bajar mi corona para preguntarle.

Ellos volverán a mí, porque son míos y soy la máxima autoridad en Dinamarca. 
Nadie puede contradecirme.

Tocó la puerta del apartamento.

Abren la puerta, y no es la madre de mi hijo, es el hombre que duerme bajo el mismo techo que ellos.

—Carlie está durmiendo, pero Thomy ya está despierto.

Lo observó sin decir nada, está vistiendo un traje azul y en su mano tiene una bata blanca.

—¿A qué se dedica? — le pregunto entrando al departamento.

—Soy doctor.

—Mmm ya. —hablo dudoso. —Ayer ella dijo que es su jefe, no lo entiendo.

Uriel asiente.
—Carlie organiza mis citas y horarios, básicamente es mi secretaria.

—No entiendo cómo una bailarina de un club nocturno puede acabar como una secretaria de un doctor.

—Ella todo lo que se propone lo puede.

—Bubu. —escucho la voz de Carlie y es cuando notó que el niño estaba sentado en el sillón mirando dibujitos. —Buenos días. —dice al verme allí.

—Iremos al palacio aprurense. —digo para sentarme en el sillón.

Ella no dice nada, solo toma en brazos a Thomas y se va con él.

Uriel los sigue y a los pocos minutos sale de la casa con una pequeña mochila y su bata.

En el palacio ella solo me sigue, sin decir absolutamente nada, mientras que para la mirada curiosa de los demás no pasa por desapercibido, ella y el niño.

Dos horas después.
La observó desde mi escritorio como lee el código de instrucciones.
—¿¡Es una broma cierto!? —comienza a gritar histérica cuando lee el artículo que le marqué. —Es un bebé … no se debería de aplicar esto para él.

—Los príncipes de la corona, deben permanecer con la corona. —habla el ministro.

Mi desesperación ante esas palabras es evidente.
—¿Qué me están queriendo decir? ¿Que debo entregarlo?

Me acerco a ella y la sujeto pasando mi mano por si mentón.
—No es tuyo, es MI príncipe, y ha nacido para cumplir con lo que se ha dictado en su destino. —le aclaro.

Apartó su mano de mí.
—Yo no he sido una put* incubadora, yo soy la madre de ese niño, lo he tenido 9 meses en mi vientre, he velado por él desde antes que naciera, no pueden venir a decirme que ustedes tienen más derechos sobre él que yo.

Sonrió amargamente.

—Es triste que pienses que algo de lo que digas será tomado en cuenta, ya no eres más una princesa, ni una aspirante a reina, ni siquiera eres súbdita, tú aquí, no eres nada ni nadie.

—No puedes quitarmelo. —comienza a llorar.

—Eso es lo que sucede cuando un príncipe de la corona nace de una simple mujer sin título. —hablo con desprecio. —Ese es el precio que debes de pagar por no haber firmado cuando debías hacerlo Carlie Grey, vivirás sabiendo que tú hijo no te tendrá presente en su vida.

—Es solo un bebé. —dice llorando.

—¡¡SALGAN TODOS!! —Ordeno.

Y en segundos solo quedamos ella y yo.
—Debiste pensar en eso cuando decidiste convertir a mi hijo, el futuro rey de Dinamarca en un bastardo, él nació con un destino, no como el tuyo, de una bailarina que prácticamente tuvo que prostituirse para llegar a algo en la vida.

—Saca toda la rabia que llevas dentro, pero no me lo quites. —escucho sus sollozos. —Tú también creciste sin una madre y sabes lo que se siente, no te pido que lo hagas por mí, hazlo por él.

Me inco quedando a su altura que se encuentra arrodillada en el piso.

—Tu siempre has visto a esto como un juego que podías manipular porque yo te lo permitía, pero ahora no eres más que una simple mujer.

—¿Que culpa tiene él de todo esto? ¿Castigara a tu hijo porque yo no quise firmar esa acta?

No le respondo y eso solo despierta su rabia.

No llego a reaccionar antes de que me pegue una cachetada.

—¡¡Eres un idiota. Sentenciaras a quien no lo merece!! —gruñe.

—¡¡GUARDIAS!! Llevela a una habitación hasta que se le baje la locura.




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