En los brazos del príncipe

27.

"Si en sus ojos me veo, en ellos me pierdo."

Adem        

Adem.
Durante la cena todo está en silencio hasta que un llanto hace eco en todo el comedor.
Analis, la chica de la cocina entra con Thomas en brazos, quien llora de forma desconsolada.
—Su majestad, el joven príncipe no ha parado de llorar.

Bufó.
—Es un niño, todos los niños lloran.
—Está pidiendo por su madre. —me informa.
Le hago señas para que lo siente junto a mí.
—¿Ya le llevaron la cena? —le pregunto.
—Ha devuelto la cena sin comer nada.

Bufó para ponerme de pie.
—Denle de comer al niño y luego vengo por él.

Salgo del comedor para subir las escaleras e ir en busca de Carlie.

Saco de mi bolsillo la llave de la habitación y cuando entro todo es un desastre, ella está sentada junto a la ventana y desde los almohadones, mesas y la colcha de la cama, todo se encuentra en el piso dado vuelta.

—Que madura, hacer un berrinche. —digo cuando en la habitación.
Ella solo me mira con enojo, para luego seguir mirando por la ventana.

—¿Es que acaso me ignoras? —me siento junto a ella.

Ella me mira molesta.
Sonrió inconscientemente.
—Supongo que debo aprender a pensar como padre y no como rey.

Ella solo me ignora.
Apoyo mi mano en su muslo.
—Bien, lo siento, tal vez esta vez fui yo el que me excedí un poco al mandarte a encerrar, pero no es para que comiences una huelga de hambre.

Ella me mira.
—¿Qué harás? —pregunta.

Me acuesto junto a ella apoyando mi cabeza en su muslo.
—¿Qué crees que deberíamos hacer?  Les daré la libertad que necesiten, pero no hay forma en la que yo dejé que bajas a dormir bajo el mismo techo que otro hombre que no sea yo.

La veo fruncir el ceño.
—No me digas ¿Ahora resulta que convivire con tu prometida? —dice para reír.

—¿Estás celosa? —digo jugando con un mechón de su cabello.

Ella me quita el mechón de su cabello de mis dedos.
—Ya quisieras que esté celosa de ti rey Adem.

—¿Dónde está el niño? —pregunta ella.

—Esta cenando, pide por ti, por eso he caído en razón de que ese niño te necesita más de lo que me gustaría.

—¿Puedo verlo?

—Debes de ganartelo. —murmuró.

—¿Ganarmelo? Por favor Adem, ni siquiera sabes cómo controlar su llanto, piensas que no lo he escuchado llorar.

—Estás bajo mi poder, ya no eres tú quien toma las decisiones, ahora soy yo.

Ella solo me mira unos segundos para suspirar y asentir.
—Bien, dime.

—Lo que te voy a pedir es sencillo, no quiero que vuelvas a ver a ese tal Uriel.

Ella frunce el ceño.
—Sí claro. —habla con sarcasmo para luego reír. —¿Sabes que no tienes esos límites en mi vida no es así? Tu y yo solo tenemos un hijo y esa es la gran razón por la que estoy dispuesta a cumplir con lo que quieras, siempre y cuando no sea interferir en mi vida.

—¿Prefieres ver a ese hombre que a tu hijo?

La veo pararse enojada.
—¿Qué pregunta estúpida es esa? Claro que no, pero se consciente que me pides más allá de lo que deberías hacerlo, mira tú estás comprometido, tienes un acuerdo con otra mujer y yo en ningún momento he pensado en decir algo como que no quiero que estés con ella, o que mi hijo no la vea, porque soy consciente que ella es parte de tú vida, así como Uriel es parte de la mía.

—¿Estás comparando a mi prometida con tu "amigo"?

—Es que no lo entiendes, esto no se trata de tú prometida, o siquiera de Uriel, sino que hay un límite, no puedes decidir en mi vida más allá de lo que comprenda a nuestro hijo, nosotros no tenemos nada más que a él y quiero dejar en claro desde un inicio eso, yo no estoy aquí para pedirte ni reclamarte nada, mucho menos para exigir algo, por más que tenga ideas confusas en mi mente sé que nosotros tenemos algo más allá de lo que podemos explicar, porque no tenemos un matrimonio, ni un compromiso, pero tenemos un hijo que unió nuestras vidas para siempre.

—Y por ese hijo es que no quiero a Uriel contigo. —vuelvo a insistir y ella bufa, para luego sacarse sus tacones y tirarlos al suelo.

—Siento que esto solo es un berrinche, como los que suele tener Bubu, Adem, no tienes 2 años, no puedes tener todo lo que pides. —dice ella con un tono gracioso, parece mi madre retándome.

—Soy rey, claro que puedo tener lo que quiera. —contestó orgulloso de mí mismo.

—¿No te duele la espalda? De soportar un ego tan grande, pareces un niño caprichoso y mimado. —se burla.

De pronto nos reconozco una vez más, pero no siendo los que fuimos estos días, sino aquellos de hace dos años, cuando solo éramos ella y yo. Cuando nada más que nosotros nos importaba, sin terceros, sin responsabilidades de reyes, aunque sí alguna que otra de príncipe. Cuando éramos naturalmente nosotros.

Sonrió ante esa imágen, porque creo que después de todo en el fondo seguimos siendo nosotros jugando a que nada nos importa.

—¿Si me lo dejaras ver? Thomas no suele dormir con desconocidos.




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