En los brazos del príncipe

29

Adem.
Recorrí un par de hospitales, preguntando tanto por Carlie como por Uriel.

Finalmente llegó al hospital Catriel.

El agua ya está a unas pocas cuadras.
Le escribo al jefe de emergencias avisándole que deben de resguardar este hospital, porque por la cantidad de vehículos que hay afuera, hay muchas personas dentro.

Entró al hospital, usó un gran abrigo por la lluvia así que nadie nota quien soy, aunque teniendo en cuenta el caos que hay, no se fijan tanto en mí.

No hablo con nadie, solo camino por los largos pasillos mirando por las ventanas y abriendo un par de puertas, intentando encontrarla.

En todos los pasillos hay personas sentadas en el suelo, buscando un refugio en el hospital.

Es cuando la veo.

Una vez vuelvo a ver a la reina que necesita Dinamarca, la que deja todas las comodidades con tal de estar en primera persona en el caos, exponiéndose solo para tener la certeza de lo que sucede.

Su pelo está recogido en un moño, está con su túnica de doctora, arrodillada hablando con las personas que se encuentran sentadas en el suelo.

En ella vive una reina aunque ahora ni siquiera tenga derecho a ese título, ella está más allá de una simple corona.

Ella jamás juro ni prometió proteger a los míos, pero sin decirlo lo ha dejado tan claro que no hay personas que pueda decir que ella no es la protectora de ellos.

Parece poético el hecho de que su corazón se encienda cuando ve que necesitan de ella, olvida todo y solo se presta al servicio del que la necesite.

Me paro junto a ella sin decir palabra alguna, ella está tan concentrada completando una planilla de registro que ni nota mi presencia.

Carraspeo, y Carlie mira mis botas.
—Señor, espere un segundo que terminó con esto y estoy con usted.

Él hombre al que ella se encuentra entrevistando levanta la vista y su rostro palidece totalmente.

—Su majestad. —dice para bajar su rostro en señal de respeto.

Carlie observa al hombre y levanta la mirada para encontrarse conmigo, tarda unos segundos en segundos en reaccionar.

—¿Qué haces tú aquí? —dice para ponerse de pie rápidamente. —¿Bubu está bien? ¿Tú estás bien?

Se aferra a mis brazos para inspeccionarme.

—Estoy bien, y él también.

—¿Por qué estás aquí? ¿No deberías estar en un lugar seguro? —dice para tomar mi brazo y comenzar a caminar prácticamente arrestrandome.

Entramos en una sala vacía, llena de medicamentos.

—Si, en el mismo lugar que tú, pero veo que hay cosas que nunca cambias y tú aún sigues corriendo directamente al peligro.

Ella suspira.
—¿Tienes algún problema con eso? Adem, hay cosas que son inevitables y yo he aprendido que esto jamás se ha tratado de mi, sino de lo que uno puede hacer por los demás, cuando empecé a estudiar para ser doctora me jure a mí misma que haría todo lo posible para que una persona no muera frente a mí, no puedo simplemente ignorar el hecho de lo que sucede a mi alrededor, no nací con ese "talento".

—Estas dejando sólo a Thomas.

—¿Sólo? —aprieta los dientes. —Thomas no está solo, está con su padre y yo estoy aquí en este hospital porque tengo la absoluta seguridad que sea como él siempre cerca de ti está protegido, solo hay dos personas en este mundo a las que les confío totalmente la vida de mi hijo, y tú eres la primera, porque desde antes que llegaras a conocerlo yo sabía que con tan solo decirte que es tú hijo harías de él tu prioridad.

—¿Crees que me conoces tan bien? Por favor, mejor ve por tus cosas que nos marchamos.

Ella sonríe y se cruza de brazos.
—Si adivino tú razón de estar aquí… yo gano me quedo cuidando a tus súbditos y tú te marchas a cuidar a Thomas, si tú ganas yo me marcho sin decir nada.

No digo nada.
—Thomas está en su habitación con guardias en la puerta y tú hermano junto a él ¿No es así?, Por eso has decidido salir del palacio, porque tenías la misma seguridad que yo, Adem, ya piensas como padre y ni siquiera has tomado consciencia de eso, y debo suponer que estás aquí porque pensaste que yo estaría con Uriel, a lo mejor temblando entre sus brazos … la mente juega malas pasadas a veces, mejor deja de darle vueltas a lo que no puedes controlar. —dice para pasar junto a mí, dejándome totalmente callado.

Me quito la gabardina y salgo de esa habitación.

«Si no puedes contra él enemigo, únete».

Voy a la siguiente persona que le tocaría a ella, le arrebató la libreta a Carlie y sacó una hoja.

—¿Me das con que escribir? —le pregunto.

Ella me pasa un bolígrafo.
—Ya sé de dónde sacó Thomas lo berrinchudo. —murmura.

—De ti, encanto. —respondo con total honestidad. —No digas palabras que pueden ser usadas en tu contra, después de todo somos parecidos en muchas cosas.

Ella está a punto de responder, pero en el último segundo se calla y niega para sonreír.

Cada media hora le escribo a mi hermano, verificando que Thomas se encuentre bien, mientras que él me envía fotos de cómo él duerme sin importar cuánto llueva.

—Sigue durmiendo. —le aviso a Carlie que cura algunas heridas.

—Está acostumbrado a la lluvia, en Reino Unido llueve casi todo el año y de alguna forma uno se acostumbra, cuando despierte si van a tener que cerrar todas las puertas al exterior, porque ama chapotear charcos.

Uriel entra con dos cafés y frunce el ceño al verme.




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