Carlie.
Mi vista se encuentra perdida en el amanecer que anuncia el inicio de un nuevo día.
Y sin quererlo, un nuevo día inicia, dejando atrás mi noche de insomnio.
Mis pensamientos son interrumpidos por un ruido sobre el escritorio.
Volteo mi cabeza encontrandome con la princesa.
—Bien, es bueno que no estés dormida, tienes bastante trabajo.
—Lo siento, eso queda para después, tengo que ir al hospital. —digo pasando por su lado, pero ella me detiene.
—Esto es tu prioridad ahora, simplemente no puedes dejar que otra cosa diferente a esto se vuelve tu prioridad.
Bufó.
—Es el primer día y ya estamos empezando mal —murmuró.
Miro el montón de papeles
—Ellos están esperando una proclamación o siquiera alguna palabra tuya.
—Leyla.
Me interrumpe.
—Princesa para ti. —me corrige.
—En tal caso, reina para ti. —contraataco. —Te aseguró que nadie morirá si no hablo al respecto, si no firmo un documento o siquiera lo leo en este instante, pero si falto a mi guardia no sé si es por mi causa o mi ausencia pero sí hay cosas que pueden verse perjudicadas.
Ella me mira un segundo.
—Bien, en marcha, iremos al hospital, yo iré contigo a asegurarme que en cualquier espacio libre que tengas no te quedes haciendo nada.
—Eres una princesa ¿Que se supone que harías en un hospital lleno de personas heridas y enfermas? Mejor resguardate por tu seguridad.
Ella me sonríe y niega.
—Te aseguró que bajo ningún motivo intentarían hacerme algo, de hecho en este momento yo puedo poner mi vida delante de la tuya aunque me cueste admitirlo, mi obligación es proteger bajo cualquier concepto la corona, incluso cuando esté muy en desacuerdo con mi hermano y contigo.
—Pues tranquila, porque jamás te pediré que te expongas por mi. —camino hacia la salida seguida de ella, y me llevo la sorpresa que rápidamente soy respaldada por seis hombres con armas y espadas. —¿Qué? —digo algo impactada. —¿Que se supone que están haciendo?
—Proteger a la reina. —habla muy tranquila la princesa Leyla.
—No pueden venir conmigo, inquietaran mucho a las personas del hospital.
—No puedes darle una contra orden, las órdenes de mi hermano están sobre las tuyas, además ellos no tienen permitido hablar contigo, salvo que sea estrictamente necesario.
Leyla se adelanta pasándole todos los documentos y libros a dos de los guardias.
—Venga, dijiste que tenías turno, apúrate o llegaremos tarde. —dice saliendo resguardada por dos de los guardias, quedándome a mi cuarto a mis costados.
«Al menos alguien se alegrará con la visita de la princesa en el hospital.»
Media hora después me encuentro recibiendo mi turno, bajo la atenta mirada de la mitad del personal médico, y no es para menos.
—Al menos dejen el armamento, es muy peligroso, se puede producir un accidente. —intento convencerlos ganandome la mirada de Leyla quien sonríe y niega.
—No es así como debes hablarles. —dice apoyada en la mesa de recepción.
Se pone de pie y se posiciona frente a los guardias.
—Bajen armería. —da la orden y ellos rápidamente le hacen caso. —Ante la presencia de civiles se debe abandonar armas blancas, permitiendo solo el uso restrictivo de protección a la reina en caso de ser violada la seguridad de esta.
Me mira antes de hablar.
—Aprende a dar órdenes y no pedir las cosas, además es necesario un lugar seguro para dejar las espadas, las armas las conservarán porque es parte del protocolo de mínima seguridad, pero las espadas deben ser aseguradas, y deja de esconderte.
Asiento.
—En la sala de doctores hay unos casilleros con llave digital, que los guarden allí en el mío y ya luego pido que les hagan una a ellos.
Pasan un grupo de enfermeras que en cuanto me ven bajan la cabeza en señal de reverencia y yo nuevamente vuelvo a bajar la cabeza.
—No puedo contigo, ¿Desde cuándo eres tan sumisa? —habla Leyla. —Eres una reina carajo, no te escondas, saca esa valentía que tanto enamoro a mi hermano.
Me impresiona la frialdad con la que habla.
—Ellas trabajan conmigo, no deben reverenciarme cuando trabajamos para el mismo sistema.
—Por favor, cuando aprendas a respetar el título que tienes entenderás que cuando hablas de cordialidad y todas esas palabras blandas parte de tu absurdo discurso te estarás dando cuenta que ofendes muchísimo a las personas cuando quieres mostrarte cómo una persona normal, no lo eres, eres una reina que solo quiere jugar a ser una persona como cualquier otra, pero en cuanto esa corona se posó en tu cabeza te ha puesto en el escalafón más alto de prioridad, cualquiera de las personas que están aquí incluso se pondrían delante de una bala por una orden tuya, ahora sí me permites iré a buscar algo para el dolor de cabeza que me causas con tu necedad.
Se marcha junto con sus dos guaridas.
Suspiro pasando mis manos por mi sien.
—¿En que me vine a meter ahora?
Comienzo con mis rondas sola, porque Uriel aún no da señales de vida.
«Solo espero que no esté tirado en alguna esquina con resaca.»
Camino a paso firme hacia urgencias, ignorando que a cada paso al menos dos personas me van reverenciando.
«Sin lugar a dudas para nadie pasó por desapercibido el tema de la corona, aún cuando no la porto»
—Su majestad. —habla Alika una de las pacientes que llegó hace tres días al hospital con una herida en su pie en muy mal estado.