Un mes después.
Emily.
Corró por las calles de Londres intentando detener algún taxi, pero ninguno frenó, todos de pronto estaban con pasajeros.
Bufó cuando se largó a llover.
—Simplemente mi día es perfecto. —gruño.
Mi celular vuelve a sonar como por décima vez en la mañana.
—Mi madre me cuestionaba el porque me mudaría a Londres si odio la humedad y yo de tonta diciéndole sobre el paisaje, y ahora no puedo ni conseguir un taxi bajo lluvia, mi cabello es un desastre y hasta las medias tengo mojadas. —bufó para mí misma. —Que ilusa eres Emily, de verdad que eres todo un caso.
Mi teléfono vuelve a sonar y terminó por responder.
—¿Es que acaso no te cansas de llamar? Deja de molestar. —respondo sin ver de quién se trata.
—Cuida y cómo le hablas a tu jefa. —dice Vanessa.
—¿Quien más que tú podría estar llamando como 10 veces en menos de una hora? Menos mal que eres mi mejor amiga, sino te juro que ya te habría denunciado por explotación. —me quejé.
—Yo te tendría que denunciar a ti en tal caso, llevas media hora de retraso y te necesito en el restaurante ahora mismo Emily.
—Lo sé. —bufó. —Por si no te enteras, está lloviendo y en todo Londres aparentemente no hay un solo taxi libre, hasta ahora no me salen alas, así que te aguantas a ver cuánto tardo andando.
—Dios no puedo contigo Emily, tienes una nube gris encima ... si quieres puedo envío a alguien a qué vaya por ti.
—No gracias, tú de seguro enviaras al idiota de Ilek, y sabes que lo detesto.
—Es mi hermano, sabes que no lo estoy justificando, pero él dice que cuando te ha besado estaba ebrio.
—Si lo que él diga, no me importa.
Cuelgo la llamada, y veo un taxi, estiro mi mano para que esté se detenga y este no lo hace.
Mi celular de alguna forma termina resbalando de mi mano y cae al suelo, rápidamente me agachó para recogerlo y cuando lo levanto, solo siento un golpe en mi cabeza luego ... nada.
Dorian.
Venía entretenido en mi celular corroborando algunos datos sobre unos eventos donde debía presentarme, dentro de unos días en Dinamarca, cuando de pronto mi chófer se detiene de pronto y escucho un ruido fuerte.
—Oh, no la he visto. —es lo primero que dice antes de retroceder un poco.
—¿Que no has visto? —digo abriendo la puerta.
Una chica termina de caer del auto directo al pavimento.
Me adelanté para verla, sus ojos están totalmente cerrados y de una herida en la cabeza comienza a salir sangre.
—Mierda. —observó hacia los lados y no hay nadie como para que pueda ayudar.
Mi chófer se baja algo pálido.
—¿Está muerta? ¿La he matado? —me pregunta.
Tomo su pulso y noto que es normal.
—No, está desmayada por el golpe, pero está respirando y su pulso es normal. -le informó cargándola. —Debemos llevarla a urgencias, para que la chequeen.
La dejo en el asiento de atrás y yo subo con ella.
—Conduce con cuidado ¿quieres? No vaya a ser que ahora tengamos otro accidente y terminemos por matarla.
Este conduce unos pocos minutos antes de aparcar en emergencias de un hospital, cargo a la chica y la llevó hasta el área de recepción.
—¿Pueden ingresarla? Le ha golpeado mi auto y tiene un golpe en la cabeza. —digo dejándola en una camilla.
Rápidamente la ingresan y yo me quedo afuera esperando unos segundos mientras pienso en que hacer.
Mi chófer llega junto a mí.
—Ya la han ingresado, reza para que esa chica esté bien, porque sino estaremos en graves problemas.
—Yo lo siento, no la he visto, la lluvia no me permitió verla.
Tomó mi teléfono y le marco a la embajada, para que alguien se venga a hacer presente.
No es bueno que me vean aquí, pero de igual forma tampoco sería correcto dejarla aquí sola.
Una enfermera se acerca al mostrador y habla con la persona que se encuentra en recepción y me señala y está viene hacia mí.
—Disculpe ¿Me puede dar el nombre de la señorita? —dice con una planilla en su mano.
—No, lo siento, no la conozco de nada, ¿No trae algún tipo de documento en algún bolsillo o algo?
La enfermera niega.
Miro a mi chófer.
—Regresa al lugar del accidente, ve a ver qué encuentras o que puedes conseguir saber. —le ordenó y este rápidamente se marchó.
Me indican de la embajada que el protocolo es llamar a la policía, pero debo estar acompañado de un miembro jurídico de la embajada.
Pasa alrededor de una hora cuando finalmente una enferma sale para informar.
—Ha despertado hace algunos minutos, se encuentra en buen estado, tiene un golpe menor, pero preferimos mantenerla algunas horas en observación.
Cuando dice que ella se encuentra bien, me regresa el alma al cuerpo.
Mi chófer da un pequeño salto de alegría.
—¿Ya tienen su nombre? —pregunta la enfermera y niego.
—Solo tengo su teléfono, pero está apagado, tal vez por el golpe o porque se ha mojado no lo sé, pero si ella está consciente ¿No es mejor preguntarle a ella?
—Se ha dormido de nuevo, porque está cansada y no hemos querido despertarla, solo la tenemos monitoreada.
Miro a Fausto, el hombre de jurídica y este asiente.
Le pasó el teléfono y este se aleja un poco para que no vean lo que está haciendo.