En Los Ojos De La Bestia [completa]

❧| VII

Al despertar, me di cuenta de que no fue un mal sueño. Una semana había pasado desde el día en que me enteré de que mis padres en realidad no lo eran. No fue un mal sueño, esa era mi vida. Hazel había logrado entrar a la habitación y me obligó a darme un baño. Me llevó hasta él y me metió bajo el agua fría. Volví a llorar y sollocé entre los brazos de mi mejor amiga hasta que ya no quedó nada.

Me ayudó a salir, a vestirme y mientras cepillaba mi cabello dijo:

—Estamos preocupados por ti, por favor Bee, no puedes seguir así.

—Me mintieron —murmuré, mi garganta seca picó.

—Fue por tu bien, si tan solo los escucharas —dijo con desesperación.

—No quiero escuchar más mentiras. No lo soportaría.

—Te prometo que no habrá más secretos, por favor, Bee…

☽❦☾

Después de que Hazel me dejara sola, consideré todas mis opciones. Podía continuar igual, bajar y escuchar lo que tuvieran que decirme, o huir. Pero, en cualquier caso, la primera y la última opción me mantendrían a la deriva, sin saber lo que necesitaba. Esto me llevó a la segunda opción, la que más me asustaba. Siempre da miedo conocer algo nuevo, sobre todo cuando ese algo puede cambiar tu vida.

Miré el florero con rosas azules junto a la ventana y supuse que Hazel las había dejado ahí mientras dormía. Eran mis favoritas y se veían mejor que yo. Adoraba tener algunas en mi habitación, ya que eran buenas para escuchar. Eran algo vanidosas, pero excelentes compañeras.

—Deséenme suerte. —Les dije y después de olerlas una última vez, bajé descalza hasta la estancia donde mis padres hablaban con Hazel.

Al verme, se levantaron de inmediato. Mamá fue hasta mí con la intención de abrazarme, pero di un paso hacia atrás antes de que pudiera alcanzarme. Un destello de tristeza cruzó por sus ojos, que rápido se desviaron hasta papá, quien la llevó de vuelta al sofá.

Los rostros serios y la carga pesada del ambiente no disiparon la neblina de dudas, tampoco ayudaron a darme algo de calma.

—¿De qué quieren hablar? —pregunté sentándome frente a ellos.

—Antes queremos que sepas que te amamos y no importa lo que pase, siempre serás nuestra hija. —Papá pasó uno de sus brazos alrededor de los hombros de mamá atrayéndola hacia él.

—Si, seguro —respondí sarcástica, Hazel que se sentó junto a mí me dio un codazo en el brazo.

—Puede que ahora no nos creas, pero escucha todo lo que tenemos que decirte y al final tu decidirás.

Miré a Hazel esperando que dijera algo, pero solo desvió la vista al suelo y papá fue quien comenzó a moverse un poco incómodo sobre el sofá.

—Como ya lo sabes, la razón de la mudanza no es porque haya crecido aquí, en realidad nunca habría tenido la intención de volver si no fuera por lo que sucedió hace años.

» Tuve un mejor amigo, fue como un hermano para mí. Su vida fue difícil y nos encontramos en el momento adecuado. Andreas adoraba la naturaleza, le encantaba pasar tiempo en el bosque, recolectar e investigar todo tipo de plantas y flores, al igual que tú. Éramos inseparables, hasta que todo cambió.

» Era el año dos mil y este pueblo comenzó a volverse un lugar aterrador para vivir, incluso para visitar. Cosas que hacía mucho tiempo que no ocurrían, pasaron de nuevo, era como si el pueblo volviera a ser un reino del que les fue difícil liberarse. Las personas desaparecían, el número de cadáveres aumentaba y la población disminuía. Nadie estaba a salvo y no teníamos idea de qué o quién era el responsable. En un inicio, nadie le tomó demasiada importancia a lo que pasaba, pero llegó el momento en que ya no pudimos fingir que las cosas no se estaban saliendo de control.

» Yo no supe cuál era la realidad hasta meses después, y Andreas sería quien tendría las respuestas.

» Un día, mientras él estaba de excursión en busca de una extraña flor de la que había leído, conoció a una joven llamada Cinnia, quien resultó ser la hija de la curandera del pueblo. Por la noche, cuando nos encontramos, él me habló encantado de ella. Una semana después, nos presentó y, aunque no me agradaba mucho, hacía todo lo posible por tolerarla, ya que Andreas estaba muy enamorado de ella y no puedo culparlo. Cinnia era muy hermosa y encantadora, pero más allá de su apariencia física, había algo en ella que no me inspiraba confianza. Así que reuní todo el valor que necesitaba y hablé con mi amigo sobre cómo me sentía al respecto. Sin embargo, él pensó que me había vuelto loco y que lo decía porque sentía celos de su relación. Como resultado, se alejó de mí.

Hizo una pausa para tomar un respiro y después continuó:

—Con el pasar de los meses, mis padres creyeron que lo mejor sería irnos. Ya no estábamos a salvo aquí y no tenía nada por lo que quedarme. No contaba con que la noche antes de irme, Andreas llegaría a mi casa muy alterado para decirme que Cinnia había sido la causante del terror en Wolfscastle.

—No entiendo a donde quieres llegar —dije cansada al notar que no llegaba al punto de porque me habían mentido.

—Ten paciencia, Bee. Necesitas saber esto. —Asentí dándole la oportunidad de seguir con su historia—. No podía dar crédito a lo que dijo Andreas. Él sí que tenía que estar loco para soltar todo lo que declaró esa noche. Al parecer, Cinnia era una bruja como su madre. En un principio, no le creí, porque si bien corrían rumores de que su madre no solo era una curandera, jamás creía esas cosas. Pero locura o no, no podía abandonar a mi mejor amigo, pese a que él la haya preferido antes.




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