9:46 pm
En situaciones dónde la razón aún no asimila la verdad, es difícil comprender cuando se debe interrumpir el pensamiento y concentrarse en la acción. Ejemplo de ello, era entender que las cosas siempre vuelven diferentes, pero regresan y Gillian siempre tuvo la certeza de esa frase.
Cuando su padre no regreso a casa por seis meses sintió miedo, pero luego el volvió diferente, un poco más cansado, pero, la felicidad le brillaba y no solo eso también había conocido parte de su otra familia que ahora podía llamar hermanos —medios hermanos—.
Y entonces comprendió que las cosas siempre regresan y no precisamente para arruinar, ni para condenar, solo regresan y dejan recuerdos, nuevas determinaciones. Y solo hasta mucho después podía saber el impacto del regreso.
También lo comprendió cuando terminó su tratamiento, ella misma regresó para pensar en sí misma, diferente, ahora un poco más entregada, reservada y aun así sentía que algo había cambiado, pero no definía qué.
Por eso cuando lo vio parado en la entrada sujetando la mano de Bailey, sonriendo a todos los integrantes de la familia Decker y la saludo a ella sin ninguna indiferencia, pero tampoco con familiaridad, supo que sí, las cosas cambiaban, siempre han sido así.
Y en su impulso por aparentar naturalidad, olvido olvidarlo.
—Hola extraño.
El por un momento sintió congelarse en el tiempo.
Contrario a como pensaba que reaccionaria, le dedico una pequeña sonrisa.
—Es bueno volver a verte Gillian.
Gillian necesito más, solo para saber que era real, aunque eso no fue necesario porque él se dio la vuelta para seguir caminando por la sala.
Se encargo sin maldad aparente, de dejar en claro que verla ahora no afecto como cuando la dejo hace tres años.
Kellen Bradford fue el hombre que se llevó parte de su alma, dejando una Gillian decepcionada, que de alguna forma supo sobrevivir y aprender del pasado, aunque eso le llevará casi año y medio de su vida.
Lograron mirarse por unos segundos en los que las voces no existieron más que la de ambos, pero no existió esa magia, ni sentimientos encontrados, solo palabras cordiales, todos sabían que ambos se conocían, pero no la historia que compartían a excepción de Bailey; quien iba a pensar que su recuentro se derivaría a través de la familia Decker.
Gillian dejo de escuchar, dejo de pensar y solo trataba de encontrar algo en sí misma que la hiciera reaccionar, verlo le había impactado, tenerlo tan cerca era un sentimiento que creía extinto.
Él vestía formal como siempre, su cabello ondulado, se encontraba un poco más largo, perfectamente acomodado sin necesidad de usar gel y su cuerpo estaba más formado como si hubiera dejado esa pose de adolescente.
Era obvio, pasaron como tres años desde la última vez que se vieron, estaba lo suficientemente normal para saber que tenía lo esencial y que estaba impresionante.
Durante la cena evito mirarlo directamente, ahora mismo lo que menos sentía era pena, si bien indignación, inclusive un poco de molestia. Pues su presencia le había remontado parte de los recuerdos, pero no los suficientes para caer de nuevo.
—¿Gill? ¿Me escuchas?
—¿Eh?
Miro a Benjamin quien sujetaba su mano bajo la mesa.
Se preguntó cuánto tiempo se perdió en su mente, aunque a juzgar por el reloj gigante del comedor entendía que no más de diez minutos le había dedicado a no existir.
—Te preguntaba si estabas bien. El postre —señalo con el tenedor su plato, ella lo miro confundida— no lo has tocado, es de queso.
—Oh por dios —miro el plato de él y no lo comprendió él tenía un pastel diferente, luego miro el resto de los platos, todos eran de chocolate o algo así—, creí que tú mamá odiaba preparar el pastel queso.
Dijo una vez que reacciono. Por fin sentía que su mente se conectaba con su cuerpo.
—Creo que le dije que me encantaría comer al menos una vez el pastel de queso.
—Y… ¿Acepto? —le miro expectante—, es decir, así de fácil sin preguntar.
Ben respondió negando con la cabeza.
—No, pero lo encargue con alguien más, precisamente para ti. Así que olvídate de tu dieta que aún hay más de la mitad de pastel esperándote en la cocina.
—Pero… que tu ¿no piensas ayudarme? Es demasiado —dijo, percibiendo en el plato de él un pastel de chocolate con cajeta.
Ben le sonrió negando y Gillian sin pensarlo mucho corto un pedazo del pastel, para luego intentar dejarlo en su plato.
En realidad, a él no le encantaba ese pastel, no toleraba la idea del queso crema desvaneciéndose en la boca pero, quiso hacer un esfuerzo para comerlo, así que tomo la mano de ella que tenía el tenedor y lo llevo directo a su boca.
Tardo un poco para tragarlo y mientras lo hacía le sonrió, ella soltó una risilla que llamo un poco la atención de los presentes, que naturalmente ignoraron.