En otro verano

—Capítulo 12. Cuando mencione olvidarte —

 

La música estaba aún más alta de lo que él creía, pero la verdad es que no había cambiado, seguía igual. Sus amigos ya estaban en la pista con alguna chica que no conocían de nada, en cambio él aún no quería hacerlo, se dedicaba a observar y a tomar. Estaba por darle otro trago a su bebida cuando una chica se sentaba en frente de él, ella reía y su cabello corto se le pegaba en la cara, cuando está la aparto, pudo ver sus ojos que ya estaban algo perdidos, ella le sonrió.

—Tu —lo señaló con su dedo—, tienes cara de Tyler ¿Te llamas Tyler?

—No

—¿No? Bueno entonces Con...nor... Connor.

—Te aseguro que no —él entrecerró los ojos con una cara de pocos amigos. Al instante recordó las voces de sus amigos diciéndole que interactuara con cualquier chica que se le cruzara al menos esa noche— ¿Ya te das por vencida?

Lo miro divertida, hizo un movimiento con los hombros y tomo de la botella que traía.

—La verdad es que me da bastante igual, quizá mañana ni te recuerde…

—Entonces a que has venido.

—Me equivoque de mesa y para no verme tonta te he hecho la plática.

—Vale.

Desconfío, por una parte, pero no le tomo importancia. Pensó que ya se iría, pero no lo hizo porque se mostró complacida.

—Entonces que ¿Bailas?

Él negó.

—Ah… pues yo tampoco —ella no era tonta, se daba cuenta que él no quería nada y ella tampoco, así que se animó a continuar—. Y ¿Cómo se llama?

—De que me hablas.

—A mí también me rompieron el corazón y la verdad es que apesta, se llamaba Kellen como la pasta de dientes.

—¿Colgate? eso ni siquiera rima.

—En otro tiempo sí que rimaba —otra vez el chico no la miro, pero intuyo que un chico que no bailaba y solo tomaba, quizá solo tenía una razón—, y bien ¿cómo se llamaba?

—Laia —Dijo después de un tiempo, aunque no supo porque lo dijo. Y decir su nombre le quemaba por dentro.

—Ah pues Laia rima con labia.

—¿Siempre le buscas rimas a los nombres?

Comenzó a fastidiarse, supuso que la chica lo entendió, porque ya le estaba cambiando el tema.

—Pruébame, te resultará divertido.

—Bien a que rima tu nombre.

Ella se rio y pensó en su nombre por un buen tiempo —se le había olvidado cuál era—, cuando lo recordó ya estaba sonriendo, una sonrisa vaga, ya sentía el cuerpo adormecido.

—Rima con amarilla.

—Cómo voy a saber si rima, si no me dices tu nombre.

—Adivina, si lo haces puede que te cuente porque es que mi novio me terminó. Y con suerte te paso mi número… eh para los detalles.

—¿le vas diciendo a todo el mundo que terminaste con tu novio? Qué tal si regresan en menos de una semana.

Ella no lo miro, la sonrisa ya no estaba, vio a la gente bailar y se volvió a sentirse triste, esa persona estaba siendo cruel. Era su primera noche —en mucho tiempo—, en un club como ese y su primera vez en emborracharse.

—No, ya quisiera yo que sucediese, pero ya han pasado tiempo, tres para ser exactos, no va a volver.

Él, inevitablemente comparo los meses y sintió un poco de pena, ambos estaban ahí por un corazón roto y lo que menos necesitaban era recordarlos, pero no pudo.

—Fue hace un mes…

Ella lo miro de nuevo al principio confundida, pero lo vio con la misma mirada perdida y confirmo una vez más que hacía ahí.

—¿Te hizo mucho daño? A mí me duele aún. Soñé y desee que el volviera por mí y me dijese que se arrepentía de decir lo que dijo…—se dio cuenta que su voz había decaído y trato de volver a la normalidad—, pero ya vemos que no pasó… y ahora estoy aquí gracias a mí hermana.

Seguían sin mirarse, pero él decidió que si era con alguien a quien no conocía de nada, con quién podría desahogarse, esa persona era la chica de ojos cafés que estaban más perdidos que nada.

Que podía perder pensó él, para el día de mañana no se acordaría de ella.

—Me dejó, ya sabía yo que nos estábamos haciendo daño, pero, supongo que aún no estaba preparado, así que e me aquí, estoy como un estúpido extrañando la y quizá ella está con ese psicólogo loco.

Se quedó sin habla, intuyo que la tal Laia le había engañado y se sintió mal, no se imaginaba que tal cosa pudiese suceder. Conocía la otra cara de la moneda dónde el hombre engaña, pero definitivamente plantearse la idea de ella siendo la mala del cuento le resulto extraño.

Incluso eso la hizo imaginar a Kellen y en la posibilidad de que lo que tanto temía pudiese pasar. Pero lo descarto al instante, no, Kellen no sería ni era capaz de engañar. Al menos no de forma física.




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