Capítulo 1
Soy simple.
O quizás todo lo contrario.
Tengo estrictas reglas que sigo al pie de la letra. Y que no me permito cambiar ni siquiera a mí misma ante incomodidades, porque debido a algo las puse desde un principio. Yo no permito que nadie lo haga tampoco, asistir a la misa de mi vida significa comerse el pan, beberse el vino y mantener la comunión que exijo desde un principio.
Voy en mi auto, apenas son las siete y diez, entro a las nueve y media, sin embargo, tengo que llegar una hora o dos horas antes, para arreglar lo de la presentación. Escucho mi tono de llamada y cuando veo el nombre de quién es que me solicita telefónicamente me maldigo por lo bajo al tener que lidiar con esto. Nuestra llamada de hoy está pautada para los primeros quince minutos de mi receso de almuerzo, no puede interrumpir mi vida solo porque se le da la gana.
—Cleo, amor, ¿Cómo estás? ¿vas al trabajo?
—Cuéntame, ¿Qué te hace pensar que voy al trabajo?
—Entiendo, nena, ten cuidado ¿sí?
—Ya camino solita sin caerme.
—Adiós, bella.
—¿Cuál fue la razón de la llamada?
—Quería saber si estás libre para encontrarnos en Bee beer's y luego ir a mi casa... quizás ver una película.
—No, gracias, tengo trabajo, es lunes —no voy a hacer un espacio en mi agenda para un orgasmo, ni siquiera para los que necesito para combatir el estrés de estos días —. Además, nos veremos el martes, en la tarde, de tres a cuatro quince.
Como todas las semanas.
Cada responsabilidad tiene un tiempo y cada tiempo tiene una responsabilidad.
—Bueno, ni aunque me arrodille me dirás que sí.
Una de mis reglas es, si no me añadirás no me quites tiempo y pues, Valerio me está quitando tiempo y esfuerzo que podría dedicar a cosas más productivas.
Parqueo rápido mi auto y salgo rumbo a la empresa. Camino hasta las grandes puertas, que se abren a mi. Evito a los reporteros que me aturden con preguntas sobre el escándalo.
Camino hasta el ascensor ejecutivo. Entro la clave que solo conocemos los jefes de áreas, los de la junta directiva y Greyson. Ni idea de por qué él puede entrar aquí, pero es cosa de los jefes.
—Buenos días, señorita Cleo —me recibe Ye-ra, antes de que entre.
—Buenos días, señorita Oh —la llamo por su apellido con la esperanza de que vea que así debe referirse a mí —. Espero que tenga lo que le pedí...
Será muy complaciente y todo sonrisas, pero es eficiente. Unos años más en este negocio y será una eminencia, solo debe dejar de querer que todos queden felices.
—Contacté a los clientes en telecomunicación, señorita Gladorne.
Veo mi reloj. Ambas empezamos a las ocho treinta, en su primer día le he dicho que si planeaba trabajar conmigo debe llegar media hora antes. Son las ocho, lo ha hecho.
—Y qué dijeron? ¿Aceptan la oferta?
—Dijeron que es mucho dinero, que no darán tanto.
—No insistas, no rebajes, y si llaman no sonrías. Es esa oferta o nada. No estamos donde estamos con rebajas.
—Bien, señorita Gladorne.
—Si mandan algo, ellos o cualquier cliente, llévalo a mi oficina. Dile a recursos humanos que mande la información del chico que nos ayudará en relaciones públicas, ¡Dios nos ayude no sea uno de esos idiotas del Marketworld! Juro que Greyson perderá un ojo si sí. Y por demás revisa todo para la presentación, debo ir a ver la junta directiva.
Sé que me va a preguntar de "ese asunto".
—Señorita, ¿Qué pasó con el señor Milo?
—¿Después de que nos hizo salir en televisión internacional, y no por récords buenos? ¿Por qué crees que necesitamos a ese asesor de marketing y relaciones públicas?
—¿Más espidos?
—Trabajamos para que no, y créeme si sucede, mientras hagas tu trabajo, estás a salvo —me mira preocupada —Yo te mantendré a salvo, Ye-ra. Entre mujeres debemos cuidarnos, cálmate.
Salgo en el piso cincuenta, el último, que es dedicado a la junta directiva. Sé que ella irá al piso veinticinco dónde está mi oficina, así que antes de que se vaya toco el piso a dónde debe ir y la detengo unos segundos.
—¿Un consejo? no digas ese nombre aquí. A los hombres no les gusta que les recuerdes lo que sus semejantes hicieron y ahora pagan.
Camino hasta la sala de juntas principal. Entro y todos me saludan.
—Buenos días, para todos, igual.
—Cleo, querida, ¿y tu hija?
La señora Bernard me vió con Sami en las manos, cree que es mi hija. Me pregunta por ella todos los días, así que ya lo voy a aclarar.
—Señora Flores, esa niña era mi sobrina, Samara.
—¡Creí que por fin me harías abuela! — Es el tipo de jefa que te pregunta por si comiste, si te sientes bien y así. Es la única mujer que conozco que ha llegado a la cima sin amargarse y siendo despreocupada.
—Te dicen Cruela —dice el señor que conozco desde mi primer día, cuando era su secretaria y no dejaba de mirarme las piernas; por él comencé a usar medias largas cada vez que usaba falda. Eso fue hace años, ahora ni se atreve a mirarme mucho a los ojos.
—Lo sé, señor Groove.
—A mi me decían Úrsula —interviene la señora Flores.
—Solo informaba, el punto es que debes acompañar a la persona designada por la señora Flores, quién elegirá al asesor de imagen, es la persona que se encargará de ayudarnos con las relaciones públicas tras el escándalo.
Cuando se refiere el señor Groove sobre el escándalo de Milo Walbert se le nota la incomodidad, él mismo sabe que no es muy diferente a cosas que yo sé de él. ¿Por qué no lo denuncio? Me conformo con ayudar a esas chicas a salir lo más rápido posible de su oficina y que dejen el puesto de secretaria… Además guardo esa información para cuando deba defenderme de algo.
—Grayson se encargará de elegir a esa persona.
Modifico mi agenda y le quito diez minutos a mi cita con Valerio así puedo salir antes a buscar ciertos materiales.
#1892 en Novela contemporánea
#13477 en Novela romántica
desconfianza amor traicion amistad sexo, lgbt amorlesbico chicaxchica, mujer empoderada rebeldia
Editado: 24.06.2023