La hermosa vista del amanecer junto a la orilla de la playa acapara mis ojos desde que comenzó tal espectáculo. Manchas rojas y naranjas adornan el cielo azul. Para muchos es símbolo de paz, serenidad estar viendo lo que yo. Realmente fuera un disfrute completo de no ser que estoy rodeada de latas de refresco y cervezas, restos de fogatas y quien sabe que más hay en la arena luego de la grandiosa fiesta de anoche. Hoy, es un completo desastre.
Muchos se fueron antes de que el sol comenzara a aparecer, cuando aún las estrellas se podían notar en la oscuridad del cielo. Vine con Rosie, mi amiga, que en algún momento de la noche se desapareció. La conocí hace unos dos años aproximados por Facebook y Skype, en este verano decidimos conocernos y disfrutarlo juntas. Sólo que no contaba con su desaparición. No me malinterpreten tenemos ya dos semanas gozando de nuestras vacaciones, es la primera vez que me deja así. Decidí esperarla principalmente por el motivo de que no sé el camino de regreso, además de que pensé que solo era unos momentos que estaría lejos de la fiesta. No toda la noche.
Para mi desgracia, mi teléfono murió luego de haberle hecho unas cuantas llamadas, espero que esté bien y sólo se haya olvidado de mí. Al menos con mi celular podría usar el Google Maps para buscar el camino de regreso, pero ahora tengo nada. Decido que estando en la arena sin hacer nada no es mejor opción que caminar y preguntar el camino hacia la casa de Rosie, al menos sé el nombre de donde ella vive.
Me aseguro de tener todas mis pertenencias conmigo antes de ir hacia la carretera con cuidado de no tropezar el desastre en la arena. No logro ubicarme ni un poquito y tampoco pasa ningún coche; mi esperanza es de una gasolinera que puedo ver a la distancia, al menos es la pinta que tiene. Sin esperar más camino hacia allá.
A pesar de que por lo general donde hay playa hay calor, hoy, la mañana está bastante fresca. Si no estuviera en ésta situación de no saber dónde es que tengo que ir; disfrutaría en serio del rico aroma del mar, el sonido de las gaviotas, los rayos del sol acariciando mi piel ya bronceada, aunque me ciega un poco por no haber pegado el ojo en toda la noche.
A un paso bastante lento recorro la calle, y así por un rato que se me hace perpetuo, no sé exactamente cuánto tiempo transcurre cuando llego, me parecio una eternidad
Pensé que tendría más suerte y habría más gente aquí, pero estaba muy equivocada. Sólo había un chico atendiendo los autos, está bien atendiendo a un auto. Nada más ni nada menos.
Hay una tienda de conveniencia eso quiere decir muy claro que hay comida, al menos para comprarla. En cuanto pienso en eso mi estómago no tarda en hacer un ruido de protesta por no haberlo alimentado por más de... No sé supongo que más de doce horas. No llevo la cuenta. Entro a ver qué puedo devorar, al menos esta vez soy un poco afortunada ya que consigo unos refrescos y sándwiches refrigerados. Mejor eso a nada.
Me estoy dirigiendo a caja a cancelar todo en cuanto se oye la campanita del lugar sonar.
«Al menos está llegando gente», pensé.
Apenas el muchacho que se encarga de cobrar me dice el monto busco mi tarjeta. No la consigo. No. La. Consigo. ¡No consigo mi tarjeta en ninguna parte de mi monedero!
Intento ver si tengo algo de efectivo. Tengo que cancelar quince dólares. Vacío todo mi monedero y empiezo a contar las monedas a y billetes. Solo yo salgo sin prácticamente nada de dinero. Apenas rozo los diez dólares. Los sándwiches son once dólares y un refresco no me va a sustentar hasta la casa de Rosie.
«Gran momento de perder tu tarjeta y no cargar dinero encima, Deborah», me reproché.
No puedo evitar lanzar una mirada de lastima al chico, quizá se apiada de mí y me perdona lo poco que me falta para pagar los panes... Al ver cómo me ignora decido hablarle.
—Oye... Andy. —Logro distinguir en la placa su nombre—. ¿Podrías hacerme un pequeño descuento?
—Si no tiene con qué pagar váyase. No soy caridad. —Ni siquiera me mira.
—E-es que... —Vamos es momento de tener seguridad en ti misma. Me aclaro la garganta antes de continuar: —Es que, he perdido mi tarjeta y, apenas tengo 9,75$. Por favor, solo los sándwiches. —Pierdo la escasa dignidad que me quedaba cuando suena mi estómago, corrijo no suena. Ruge mi estómago.
―Cobre todo de aquí. ―Una voz masculina interviene entre el dependiente y yo.
―N-no es necesario, yo... Ya me iba.
Salgo de inmediato muerta de vergüenza, dejándolos atrás. Definitivamente no sé qué estaba pensando. ¿Regatear? ¿En serio? He caído demasiado bajo. Sin pensarlo dos veces y evitar sobretodo que mi mente siga emitiendo la señal de hambre; camino hacia dónde están surtiendo gasolina. Necesito indicaciones para llegar donde Rosie.
No he dado más de cinco pasos cuando siento como toman mi brazo. Me reacción es inmediata. Nadie se sobrepasa conmigo, al menos no sin dar lucha. Supongo que mi reacción es muy exagerada al verle la cara al chico de ojo rasgados que entra en mi visión apenas me doy la vuelta.
―Hey, hey. Tranquila, solo te quería dar esto. ―Me tiende una bolsa con lo que quería comprar en la tienda― Soy Dae-Hyun. ―Le miro la mano sin intensiones de tomarla. He visto que así también drogan a las personas para hacerle quien sabe que cosas. Al ver que no pienso darle la mía, continúa: ―Soy amigo de Rosie, la chica con la que fuiste ayer a la fiesta en la playa.