*Corregido, estaba duplicado
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Capítulo 4
Ya estamos en la fiesta de playa, si esa misma que Rosie me obligó a ir. De acuerdo, no me obligó; me manipuló para acceder ir. Llegamos aproximadamente hace hora y media donde Rosie anda modo novia pegajosa, sin ser novia. Paul está a su lado, sin embargo, Dae-Hyun no llegó con nosotros al lugar. Tal vez el en realidad no pensaba venir y Rosie solo quiso molestarme con eso. El problema es que yo soy su chaperona. Voy con ella a todas partes y en cierta forma soy la tercera en discordia. Supongo que si Dae-Hyun llega será el cuarto. Se podría decir que si eso ocurre yo encendería las velas y sirvo la cena romántica junto a la orilla de la playa, mientras el asiático es quien se encarga de tocar el violín armonizando el ambiente.
Eso es un caso hipotético. Sólo ocurrió ese día de la película y no puedo decir que debido a todas estas circunstancias Dae-Hyun y yo nos hayamos vueltos amigos; no lo descarto en algún futuro próximo ya que creo que sería inevitable considerando las tendencias de su amigo y la mía de desaparecer durante un rato largo sin importarles nada. Creo que ambos tenemos una persona para amistad tóxica.
Estamos en la misma playa de cuando me tocó volver a casa por mi cuenta. El Pacífico está mucho más calmado que la noche anterior. Es bastante silencioso de no ser por la música que está en el ambiente de fiesta que es mucho más pequeña que antes.
―Debbie, ya venimos pronto llega Dae-Hyun. ¡Te quiero! ―De esta forma Rosie se marcha con Paul a quien sabe dónde haciendo que la reunión de hoy no fuera la excepción con sus desapariciones.
Reviso mi celular en contadas ocasiones y no sé para qué, ni siquiera tengo el número de Dae-Hyun. Suelto un suspiro frustrado a la nada y decido tomármelo con calma y relajarme un poco.
Me acerco a una de las "cavas" dónde están las bebidas. Agarró una Coca-Cola para comenzar la noche.
Unas manos rodean mi cara para taparme los ojos. Están frías como hielo.
―¿Qué mier...―me quejo colocando una de mis manos encima de las del intruso intentando quitarlo de mi cara.
―Se debe decir por favor, Deborah.
―¡Dae-Hyun! ¡Para! ¿Dónde estabas? ¡Tienes las manos heladas!
―No seas dramática ―dice mientras suelta una carcajada aun sosteniéndome sin dejarme ver nada―. Dame algo a cambio para que puedas volver a ver el precioso mar que nos rodea.
―¿El qué? ―Seguimos forcejeando― ¡Para! Me lastimas ―miento un poco con voz lastimera.
―Acompáñame, ¿sí? ―me suelta de inmediato cuando le dije que me lastimaba. Ha triunfado la mentira blanca. Me toma con suavidad de la mano tirando de ella con delicadeza. Le sigo
Nos alejamos un poco del epicentro de la fiesta. Aún puedo escuchar la música desde donde estamos.
―¿Me vas a mostrar algo, Dae-Hyun?
―No.
―Entonces podemos estar allá con todos los demás disfrutar de la fiesta y todo eso...
―No.
―¿No? ―comento incrédula por su tono demandante
―No, Deborah. Te quiero para mí al menos un rato ―un guiño y tono divertido acompaña la oración.
Le doy un sonido nasal. Pasamos unos minutos en silencio el cual decido romper. Ya nos hemos sentados en la arena.
―¿Tú no… tú no tomas nada? ―pregunto a verlo sin un vaso en la mano
―¿Tomar alcohol? ―Asiento con otro sonido nasal―. No, hace unos años me excedí y prefiero no tomarlo. A no ser que esté en una casa con amigos cercanos, es la manera en que lo pruebo un poco
―¿Te excediste? ¿Tanto como para dejarlo? Que radical.
―Lo sé, pero la resaca fue monumental y, aunque puedo controlarme prefiero evitarlo en especial en estas fiestas, además hoy manejo.
―¿Ni un sorbito?
―Ni uno Deborah. A ti solo te veo con Coca cola.
―La prefiero mil veces, pero si me animo a beber unos sorbitos de alcohol si me llega a antojar a diferencia de otro―me burlo de él.
Recibo como respuesta arena en mi pie más cercano a él. Estoy con unos deportivos, es mucho mejor que genial tener arena en ellos. Me giro hacia el con la boca abierta de la sorpresa.
―¡No me jodas! ¡¿Qué te pasa?! ―Dae-Hyun a carcajadas no me dirige la mirada.
Que risa más bonita...
«Concéntrate, Deborah. ¿Qué estás pensando?»
Le devuelvo su jugarreta con la misma moneda. Solo que dejó de lado mi vaso para poder tirarle más cantidad de arena de playa encima.
Comenzamos un pequeño forcejeo de ver quién le echa más arena al otro.
―¡Dae-Hyun, cuidado con la cara! ―chillo.
Se humedece los labios. Miradas furtivas e intensas.
De un momento a otro caigo encima de él. Ambos revolcados en arena.
―Gané ― digo triunfante.
―No por mucho, Deborah. ― me abraza por la espalda para darnos vueltas y revolcarnos en el proceso. Eso también nos hace cambiar de posición. Él termina encima―. Ahora sí, gané yo.
―Mira como nos has dejado. ―Sus ojos se han oscurecido aún más de lo que creí posible― Estaos todos revueltos y llenos de arena. Ahora será un dolor de cabeza quitármela.